Esta es una mini biografía de uno de los jugadores más brillantes de la historia del ajedrez. Su inicio, su desarrollo y su final.
Viernes 15 de febrero de 2019 12:55
Bobby, campeón del mundo de ajedrez entre 1972-1975
Robert James Fischer, conocido por todos como "Bobby" Fischer, nació el 9 de marzo de 1943 en Chicago, hijo de Regina Wender, una enfermera Suiza, y el físico alemán Hans-Gerhardt Fischer (aunque hay controversias en torno a si fue realmente su padre biológico), quienes se separaron cuando Bobby tenía solo 2 años. Regina fue el único sostén económico en la crianza de sus dos hijos, Joan y Bobby. Joan, al ser la hija mayor, fue la que prácticamente crió a Bobby al estar la mayoría del tiempo con él.
Por motivos laborales, en 1949, se mudaron a Nueva York, a un pequeño departamento en Brooklyn. Allí Bobby recibió de regalo un juego de ajedrez de parte de su hermana, y aprendió solo, con las instrucciones que tenía el juego.
De a poco la pasión que tenía por el ajedrez se convirtió en una obsesión. La madre y los que lo conocían lo describían como un niño incapaz de llevarse bien con otros, sin amigos de su edad y sin otros intereses más allá del juego-ciencia.
Un "adolecente prodigio"
Desde que comenzó a jugar a los 6 años de edad, y a pesar de haberse obsesionado con el juego, Fischer no fue un "niño prodigio" como muchos otros genios del ajedrez a lo largo de la historia. Pero a partir de su temprana adolescencia, su nivel de juego comenzó a avanzar a saltos. A los 14 se convirtió en campeón de los Estados Unidos, superando al gran Samuel Reshevsky, y a los 15 obtuvo el título de gran maestro, batiendo el récord mundial de aquél entonces. Se perfilaba así como uno de los mejores jugadores del mundo, desafiando la supremacía de la Unión Soviética. A los 16 años tras una gran pelea con su madre abandonó la escuela y logró que le permitiera quedarse solo en el departamento sin que nadie lo "moleste" para dedicarse de lleno al ajedrez.
En un contexto de plena guerra fría entre EEUU y la URSS, y con un reinado del ajedrez en las últimas décadas por parte de los soviéticos, los medios y políticos estadounidenses se entusiasmaron con que Bobby les arrebatase el máximo título mundial a sus competidores. Pero esto no iba a ser nada sencillo.
La Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) estaba influenciada por los soviéticos que a la vez eran la gran potencia indiscutida del ajedrez mundial. Fischer se impuso por amplia ventaja en el Torneo Interzonal, del que participaba gran parte de la élite ajedrecista y en el que participaron los grandes maestros argentinos Oscar Panno (puesto 11) y Jorge Rubinetti (puesto 23). Luego, el prodigio estadounidense debió enfrentarse a tres de los más destacados ajedrecistas de la época (a todos los cuales venció con amplia ventaja): el danés Bent Larsen a quien se impuso por 6-0 y los soviéticos Mark Taimanov (6-0) y Tigrán Petrosián (6,5-2,5) en una suerte de carrera de obstáculos para conseguir el derecho a desafiar al campeón Boris Spassky. Mencionemos de paso que el match contra Petrosián se realizó en Buenos Aires con una importante difusión mediática.
El Match del Siglo
Así fue que en 1972 se enfrentaron Fischer y Spassky en Reykiavik, Islandia en un match a 24 partidas, quien obtenía 12,5 puntos (1 punto para el triunfo, 0,5 al empate y cero para la derrota) se quedaba con la gloria y en caso de empate el campeón retendría el título. Bobby antes de mover la primera pieza ya había movido varios elementos que iban aumentando su confianza y descolocando a Spassky. Exigió que se cambie la iluminación de la sala, se quejó por la calidad de las piezas, por la disposición de las cámaras de televisión, la ubicación del público... Todo un personaje.
El 11 de julio a las cinco de la tarde, día y horario estipulado para el inicio del primer juego, el campeón estaba sentado a la mesa pero el retador no había comparecido en la sala. Spassky movió la primera pieza ante la silla vacía de Fischer, que irrumpió en la sala siete minutos más tarde que lo pautado. La demora lo perjudicó, un error impropio de su talento derivó en la ventaja inicial del soviético. En la siguiente partida, en reclamo por la ubicación de las cámaras de televisión que según él estorbaban sus pensamientos, Bobby no se presentó; le dieron por perdido el segundo partido. El periodismo y el público especularon con el final del match. Sin embargo, aquel episodio marcaría el inicio de la leyenda.
El campeón del mundo, con ventaja 2 a 0 a su favor, aceptó cambiar de sala para que su oponente no abandonara la contienda. El cambio ofició en el oriundo de Chicago como un estímulo arrollador que le dio impulso para revertir la situación. En esa crucial tercera partida Bobby derrotó por primera vez al soviético y se produjo un cambio total de dominador del match. Tras sufrir en la cuarta, Fischer ganó la quinta y sexta partida, y fue distanciándose en el marcador, convirtiéndose en el dueño absoluto de la batalla psicológica.
Cuando debía reanudarse la partida número 21 (en la era analógica se utilizaba la suspensión de las partidas, en este match tras la jugada 40) Spassky, habiendo quedado en una posición perdida, abandonó por teléfono. La final del mundo terminó 12,5 a 8,5 en favor del norteamericano.
Declive y final
Bobby volvió a su país como un héroe, pero para sorpresa de todos nunca más jugó campeonatos, quizás por el terrible miedo que tenía a ser derrotado o por su ya demostrado desequilibrio mental. En 1975 se negó a poner en juego el título de campeón mundial porque la Federación no cambió las reglas del enfrentamiento a su antojo. La Federación le quitó entonces el título y se lo otorgó al retador, el joven prodigio soviético Anatoli Karpov.
Fischer desapareció de la vida pública hasta que en 1992 aceptó un duelo contra Spassky en la Republica Federal de Yugoslavia, por una buena suma de dinero ya que su único sostén económico era el Ajedrez. Desafió así la voluntad del Gobierno de EE.UU. que le tenía prohibido jugar en ese territorio por la guerra que atravesaba entonces ese país. El encuentro se celebró y acabó con una nueva victoria del estadounidense, aunque ambos eran ya veteranos y no jugaban a nivel profesional, por lo que el desarrollo general del acontecimiento despertaron un interés muy inferior al legendario duelo de 1972. Las autoridades de Estados Unidos dictaron orden de búsqueda y captura contra Fischer, lo cual podía llegar a costarle hasta 10 años de cárcel.
A lo largo de años, al mismo tiempo que su salud mental se deterioraba, Bobby Fischer había sido noticia por lanzar furibundos pronunciamientos antisemitas y antiestadounidenses. Se había hecho admirador de Hitler y negacionista del Holocausto. En al menos una oportunidad se había declarado a favor de un hipotético golpe militar derechista en su país, seguido de la destrucción de sinagogas y la ejecución de cientos de miles de judíos.
En 2004 fue detenido en el aeropuerto de Narita (Japón) por utilizar el pasaporte que el gobierno de EE.UU. había anulado. Quedó preso a la espera de que algún país le brinde la ciudadanía, negándosela todos los países. Demoró 8 meses hasta que Islandia, donde había generado mucha simpatía gracias al match de 1972, se la concedió, a pesar de la disconformidad de las autoridades norteamericanas.
El mejor ajedrecista de todos los tiempos, pasó sus últimos años en Islandia escapando de periodistas, de los fans y paranoico de atenderse en cualquier hospital o clínica por miedo a que lo espíen los rusos o los estadounidenses. El 17 de enero de 2008, con 64 años, curiosamente el mismo número que las casillas del tablero de ajedrez, murió por una infección derivada de una insuficiencia renal por su negativa a internarse. Así terminó la vida de un genio del ajedrez, a quien los especialistas le otorgaban un coeficiente intelectual extraordinario y que llegó a obsesionarse con el estudio y la práctica del juego ciencia.
El pasado 17 de enero en un artículo homenaje a los 11 años de su muerte, el periodista argentino especializado en ajedrez Carlos Ilardo soltó una anécdota fabulosa que pinta de cuerpo entero al legendario ajedrecista: "Bobby, es necesario que además del ajedrez leas otros libros; no puede ser que no sepas quién fue Napoleón", le aconsejó el gran maestro argentino Oscar Panno. Fischer se detuvo, lo contempló y le respondió: "Napoleón, Napoleón, no. Yo nunca jugué con él".