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Red Internacional
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A PROPÓSITO DE JOSÉ REVUELTAS. El hombre errante y solitario: Karl Marx, el peine y la delgadez del cabello

Errantes y solitarios. Errados e incompletos: así es la "esencia del ser", según pensamos, en el mundo capitalista, inspirados en una idea de José Revueltas.

Martes 12 de marzo de 2019

Los Errores es una de las novelas más importantes de José Revueltas. En ella el escritor y militante comunista mexicano sostenía que el ser humano era verdaderamente un error.

Pero un error no tan monumental como el propio ser humano ha creído sobre si mismo. En el célebre discurso de Jacobo Ponce, el alter ego de Revueltas en la novela, éste sostiene:

"El hombre es un ser erróneo -comenzó a leer con la mirada, en silencio-; un ser que nunca terminará por establecerse en ninguna parte: aquí radica precisamente su condición revolucionaria y trágica, inapacible. No aspira a realizarse en otro punto -y, es decir, en esto encuentra ya su realización suprema- en otro punto -se repitió- que pueda tener una magnitud mayor al grueso de un cabello, o sea, ese espacio que para la eterna eternidad, y sin que exista poder alguno capaz de remediarlo, dejará siempre sin cubrir la coincidencia máxima del concepto con lo concebido, de la idea con su objeto." (Los errores, Era Ediciones, 2001, p. 67)

Los existencialistas no opinaban igual que Revueltas, a diferencia de los lectores estalinistas de la obra del escritor de El apando.

Durante muchos años se escucharon diatribas infames sobre que "Pepe" era un existencialista. Respecto a su "catalogación" en esa corriente filosófica, Christopher Domínguez Michael en su artículo "Revueltas: la herejía" sostiene:

"Termino mi relectura de José Revueltas con Los días terrenales (1949) y Los errores (1964), su célebre par de novelas comunistas. La primera provocó su arrepentimiento, víctima del chantaje de su adorado Pablo Neruda y de una parodia de proceso de Moscú incoada por sus compañeros de izquierda donde se le acusaba de propalar el existencialismo burgués, al presentar a un jefe comunista desalmado incólume ante la muerte por hambre de su pequeña hija. La secuela de Los días terrenales, novela lírica, filosófica en buena lid, no podía ser sino Los errores."

Jean Paul Sartre y Albert Camus sostenían la misma pretención ontológica que la filosofía occidental. Sostenían que el hombre es el más importante vacío de sentido mientras Revueltas intentaba disminuir y reducir la importancia del "yo".

El ser humano es menos importante, su vacío, es del tamaño de la delgadez de un cabello frente al universo.

Revueltas no era existencialista. Era marxista y un lector asiduo de la Torá. Curiosamente al igual de Walter Benjamin usó el Antiguo Testamento para sus obras, alegorías y reflexiones.

Asimismo Benjamin usó la parábola del "cabello" en sus "Tesis sobre el concepto de historia" en el que señala que "la tarea del historiador marxista era la de cepillar la historia a contrapelo" o sea ordenar todos los acontecimientos de la historia humana (igual de pequeños que la delgadez de un cabello) y ordenarlos desde el punto de vista de la lucha de clases.

Para Benjamín no había acontecimientos grandes o pequeños: más bien se trataba de ordenar el enmarañado cabello de Clío (desordenado por la burguesía a propósito) y de que el historiador debía ponderar la chispa "mesiánica" que no significa más que traer la historia de nuestras derrotas el presente para tener mayor odio para el combate.

Karl Marx escribió Los Manuscritos de 1844 que Revueltas leyó. Es sin duda alguna uno de los textos más importantes de la obra de Marx y ha pasado el peso de la crítica de althusserianos y estructuralistas al considerarlo demasiado "humanista".

Benjamín no lo encontró aunque lo buscó durante su estancia en París. Pero con certeza sabemos que ambos autores leyeron la "Introducción para la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel" sobre la cual queremos reflexionar hoy. Este texto leído de nueva cuenta en estos tiempos es esclarecedor.

Fascinante su lectura y obligada su reflexión. Este texto está fechado en 1844: es aún el "joven" Karl Marx.

Dicho texto es usado erróneamente por los estalinistas para explicar la visión marxista de la religión. Una y otra vez señalan que "la religión es el opio de los pueblos". Pero dicha interpretación es muy limitada.

En el texto de Karl Marx encontramos una poderosa reflexión sobre la soledad, la errancia, sobre el dolor del mundo que genera el sentimiento religioso. La reflexión de ahora en adelante no es sobre la religión sino las angustias y dolores que la generan.

Dice Marx en su primer apartado: “La existencia profana del error está comprometida, cuando se impugna su celeste oratio pro aris et focis. El hombre que ha encontrado sólo el reflejo de sí mismo en la fantástica realidad del cielo, donde buscaba un superhombre, no se sentirá más dispuesto a encontrar sólo la apariencia de sí mismo, sólo la negación del hombre, donde indaga y debe buscar su verdadera realidad.”

Y remata que

“La miseria religiosa es, al mismo tiempo, la expresión de la miseria real y la protesta contra ella. La religión es el sollozo de la criatura oprimida, es el significado real del mundo sin corazón, así como es el espíritu de una época privada de espíritu. Es el opio del pueblo”.

Vayamos al centro: el opio y el dolor del mundo

A veces es normal sentir que “traemos en el corazón una jauría de perros enloquecidos” o sentirse un “profesional del desprecio” como decía Efrain Huerta.

Cuando Karl Marx señala que la religión es un opio del pueblo quiere decir que es un analgésico para los dolores del individuo en el capitalismo. Es decir que el triunfo de las religiones es mitigar y aliviar el dolor del mundo y del individuo que está enteramente solo. Solo. Mirando el vacío.

En ese sentido Marx añade que el hombre es un ser errante y solitario que vive en el centro de un mundo sin corazón. En el capitalismo reina el individualismo, el egoísmo, la competencia, la carestía, la crueldad. Es como si un cuadro de El Bosco se impusiera en el mundo: sin solidaridad, sin fraternidad, sin ayuda mutua, sin trabajo colectivo. En el mundo moderno prima la banalidad, el fetiche de la sociedad mercantil, la mentira, los individuos interesados y la palabra empatía deriva en algo inexistente.

Karl Marx sostiene que somos criaturas oprimidas que gritamos en un mundo sin corazón.

En un mundo frívolo, desolado, mezquino y ruin, el sentimiento religioso es una aspirina. En ese sentido no es tan preciso el poema de Roque Dalton “Sobre dolores de cabeza”: aunque enajene, ése es su verdadero propósito, ser el opio, aliviar el dolor del mundo.

No se trata de decir “la religión está mal”, “Dios no existe” sino, según Karl Marx, de resolver la contradicción real en el mundo material que genera esta desolación.

Solo por medio de la transformación de la realidad, por medio de la revolución, es que se darán cuenta que otro mundo es posible y que no venimos al planeta, como la delgadez de un cabello, a sufrir: un mundo solidario, justo, igualitario, en el que la colectividad asuma su felicidad es posible asimilando la primera idea del ser como errante y solitario.

No se trata de consumir más aspirinas del tamaño del sol, sino de resolver hasta el final el dolor del mundo.

Es pertinente volver a leer a Marx, con los lentes del melancólico Revueltas y del idealista Walter Benjamin a riesgo de volver llegar al mismo punto: en medio de la enajenación del mundo moderno cada vez estamos más y más solos, aunque busquemos siempre la salida llegamos al mismo lugar, pero en sentido contrario.