En la columna de hoy en #SeTeníaQueDecir, seguimos homenajeando León Trotsky, El hombre que amaba los perros. A 80 años de su asesinato.
Para quienes aún no la hayan leído, hoy vamos a recomendar una de las principales obras de ficción sobre la vida y muerte por asesinato de Lev Davidovich Bronstein, León Trotsky, el 20 de agosto de 1940.
La novela de Leonardo Padura, de casi 600 páginas, es un trabajo que, según señala el escritor (en una nota de agradecimiento al final de la obra), le llevó casi 20 años escribir, porque desde aquel año de 1989 en que se gestó la idea de hacerla, la publicación recién llegó en 2009.
Leonardo Padura, es un escritor cubano, y es autor, además de casi una decena de novelas policiales con el protagonismo del detective Mario Conde, así como de otros relatos y hasta guiones televisivos como los de la tetralogía “Cuatro estaciones en La Habana” que puede verse en la plataforma, Netflix.
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El hombre que amaba los perros fue un fenómeno literario casi inmediatamente. Tuvo innumerables reediciones y miles de ejemplares vendidos. ¿Por qué recomendarla hoy? Porque es una excelente novela, excelentemente escrita, para acercarse a conocer la vida del dirigente de la revolución de Octubre de 1917.
Esta obra se divide en tres partes (parte 1, 2 y “Apocalipsis”), y a su vez se estructura en tres temporalidades diferentes. En cada una de las temporalidades el protagonista es un personaje diferente, siempre varón: Iván, un escritor cubano que vive en la isla, además se ha dedicado a la veterinaria. Vive en la década del 80, momentos previos al llamado “periodo especial” (de aperturas económicas tras la caída de la URSS) y sus dificultades económicas, y es crítico del régimen castrista y la falta de libertades políticas de la isla.
Es muy interesante, porque este personaje, alter ego del escritor, aún siendo crítico del régimen político es defensor de las conquistas de la revolución cubana. Este es el personaje que le da articulación al conjunto del relato. ¿Por qué? Porque es en la propia Cuba, donde alguna vez se cruza con uno de los principales trabajos de León Trotsky justamente, La revolución traicionada, donde Trostky aborda el derrotero de la revolución y su reacción “termidoriana”, es decir, conservadora y burocrática.
La otra temporalidad es la del propio Trotsky, exiliado en México en los años ’30 junto a su compañera, Natalia Sedova y rodeada de quienes compartieron con él está última etapa de su vida entes del asesinato a manos de Ramón Mercader, un agente estalinista español, preparado durante años para esa misión de la GPU (o NKVD), la policía secreta de la ex URSS.
La tercera temporalidad y foco narrativo, un poco en paralelo a la de Trotsky, están puestos justamente en la vida y preparación de Frank Jackson, Jacques Monard, quien es verdaderamente, Ramón Mercader, el asesino. De él se cuenta cómo llega a las filas del Partido Comunista en pleno proceso revolucionario español, a través de su madre Caridad, una militante del PC, quien lo recluta para los servicios de inteligencia del estalinismo.
Los tiempos y personajes, a lo largo de las 573 páginas, se van cruzando. El relato no es lineal. El punto de encuentro de estos tres tiempos ocurre en La Habana, cuando Iván rememora aquel encuentro en la playa con un hombre que, hacia fines de los 70, pasea con dos galgos rusos. A través de las “confidencias” de este personaje, Iván puede reconstruir el destino del autor de “La revolución traicionada”.
“ El hombre que amaba los perros salió de muchos lugares, tiene muchos orígenes posibles pero en algún momento condensó en la idea de escribir una novela… Hay un elemento que me parece muy importante y es que el asesinato de Trotsky es como el punto de no retorno de esa utopía igualitaria, ya había pasado todo el proceso de colectivización en la Unión Soviética [se refiere a la política de colectivización forzosa implementada por Stalin], esa hambruna horrible en Ucrania donde murieron millones de personas, los Procesos de Moscú, Stalin había deshecho prácticamente a toda la vieja guardia bolchevique, pero quedaba Trotsky solo en un país remoto que era México, y hasta allí llegó el brazo de Stalin. Simbólicamente para mí era como el fin de la posibilidad de construir esa utopía… ”, dice Padura en una entrevista que le realizaron Fernando Rosso y Celeste Murillo para El círculo rojo.
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Y si hay algo que se le puede “achacar”, como si algo le pudiéramos “achacar” a la literatura, como si se le pudiese exigir algo al arte, es que como el propio escritor lo manifiesta, este Iván, expresa de alguna manera, la desmoralización que sobrevino a la larga noche neoliberal tras la caída del muro de Berlín, con la “perversión de la utopía revolucionaria” de los “socialismos reales” (Cuba incluida). Sin embargo, no es una novela de la derrota, sí de la desilusión frente a las dificultades que afrontó la revolución y de sus esperanzas frustradas.
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Como otro eje para aportar a una lectura, si puede decirse, crítica: podemos pensar la construcción de una Historia que se desarrolla en función de la voluntad o impotencia de determinados individuos, sobre todo, para los personajes fundamentales que son Stalin (autor intelectual del asesinato) y el propio Trotsky, fuera quedan las fuerzas fundamentales y sociales que hace avanzar la historia a través de la lucha de sus clases antagónicas. La reserva que el propio Padura señala como “explicación” es que la novela es novela, es decir, ficción y que el trabajo con personajes y hechos históricos, cuyo respeto es minucioso, está trabajado en función de los requerimientos de la ficción narrativa. Y para hacer esta enorme novela de intriga (un thriller) con trasfondo político, bien que lo consigue.
La novela tiene el mérito de un gran trabajo con las fuentes. Es posible reconocer los ecos del pensamiento de Trotsky y sus escritos a lo largo de las páginas; así como de aquella bibliografía dedicada al asesinato y su investigación: la obra arranca, de hecho, a partir de un fragmento documental, de las declaraciones del ya detenido Ramón Mercader siendo interrogado por el Jefe de la Servicio Secreto de la Policía mexicana, Leandro Sanchez Salazar. La presencia de otros materiales sobre Trotsky, como la trilogía de su principal biógrafo, Isaac Deutscher, que ediciones IPS está pronta a reeditar en octubre, es innegable.
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Pero además, tiene y tuvo el valor de acercar a innumerables lectores que poco tienen que ver con la tradición de la izquierda, a la vida y obra del revolucionario ruso. Da cuenta de la magnitud histórica del personaje, y como se ha preguntado más de uno luego de leer el libro de Padura: ¿quién fue este personaje que desató tal saña de parte de Stalin, al punto de perseguirlo hasta un recóndito rincón del mundo y planificar, como lo hizo, su asesinato?
Y yo creo que, más allá de las conclusiones que pueda plantear el propio autor, la pregunta vale la pena para adentrarse en la obra y vida de León Trotsky, porque al revés de lo que dice Padura en un epígrafe, su historia es más ancha que la vida.