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Red Internacional
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Estados Unidos. El intento de asesinato contra Donald Trump ocurre en medio de un régimen en crisis

El intento de asesinato de Donald Trump ha avivado un escenario político polarizado y puede poner su campaña en una mejor posición en el contexto de una crisis extrema en el Partido Demócrata.

Lunes 15 de julio de 2024

Crédito de la fotografía: Anna Moneymaker/Getty Images

Crédito de la fotografía: Anna Moneymaker/Getty Images

Mientras su equipo de seguridad lo acompaña fuera del escenario, un Trump conmocionado emerge de debajo de una pila de agentes del servicio secreto y les dice: “Esperen, esperen”. Se vuelve hacia la multitud, levanta un puño y pone su cara en una mueca característica. Con la sangre de un aparente intento de asesinato corriendo por su mejilla, escupe: “¡Luchen! ¡Luchen! ¡Luchen!”. En respuesta, el grito de guerra familiar de la base de extrema derecha de Trump surge de los miembros de la audiencia, que sólo momentos antes estaban escondidos debajo de sus asientos: “¡EE. UU.! ¡EE. UU.! ¡EE. UU.!”.

Esta escena definirá las elecciones presidenciales de 2024, una elección que expresa, y ha profundizado nuevas grietas en el régimen de un hegemón global debilitado, que enfrenta una crisis del orden mundial neoliberal sin una salida segura.

La imagen de Trump con el puño en alto tras recibir un disparo en un mitin de campaña en Butler, Pensilvania, ya está circulando por las redes sociales con muestras de apoyo de su base. Elon Musk recurrió a X en los momentos posteriores a los acontecimientos en Butler, Pensilvania, para respaldar al expresidente. El oponente de Trump, el presidente Joe Biden, y demócratas de alto perfil emitieron diligentemente declaraciones condenando la violencia política en los términos más estrictos y expresando su gratitud por la supervivencia de Trump. La denuncia de la violencia destila cinismo imperialista, ya que se produce 24 horas después del brutal asesinato de más de 100 palestinos en una "zona segura" en Khan Younes, apoyada por el régimen bipartidista de Estados Unidos.

En los días posteriores al tiroteo —que, además de las heridas leves de Trump, provocó la muerte de un asistente al mitin y heridas graves a otro, así como la muerte del tirador a manos del Servicio Secreto— volarán hipótesis sobre los motivos exactos del tirador, que ahora ha sido identificado como un republicano registrado de veinte años. Trump y sus partidarios se apresurarán a aprovechar el momento, demonizando al Partido Demócrata, a los inmigrantes, a la izquierda y a todos sus enemigos políticos. Mientras, Trump llama a la unidad y lamenta la muerte de uno de los asistentes al mitin —pintándose a sí mismo como el mártir del pueblo— sus partidarios están trazando una línea directa entre Biden y el intento de asesinato, diciendo que éste es el siguiente capítulo en la persecución política de Trump por parte del establishment.

En el caos generado en la situación nacional, tras el primer tiroteo contra un expresidente y candidato estadounidense desde Ronald Reagan en 1981, empiezan a surgir tres hilos conectados. El primero es que el tiroteo coloca a la campaña de Trump en una mejor posición en el contexto de una crisis extrema en el Partido Demócrata. En relación con lo anterior, este intento de eliminar a Trump por medios extrajudiciales es un ejemplo estremecedor de cómo esta crisis se extiende a todo el régimen, en una situación marcada por una polarización extrema y una falta de confianza cada vez mayor en las instituciones estadounidenses y un descontento con el proyecto neoliberal. En tercer lugar, estamos entrando en un momento más reaccionario donde la derecha se envalentona y el régimen se fortalecerá ante la amenaza de la “violencia política”.

Trump avanza mientras Biden tropieza

El intento de asesinato de Trump se produce después de dos semanas de vértigo para el Partido Demócrata, donde la viabilidad de Biden como candidato presidencial se ha agotado prácticamente. El pésimo desempeño de Biden en el debate presidencial de junio y sus posteriores “meteduras de pata” durante las entrevistas y apariciones en la cumbre de la OTAN han amplificado los llamados para que se retire de la carrera y permita que un demócrata más joven se enfrente a Trump en noviembre, lo que ha hecho que una crisis que se venía gestando desde hace tiempo en el partido se desborde.

Según la mayoría de las encuestas, Biden y Trump llevan meses empatados (Trump lleva ventaja en la mayoría de los estados clave) pero las señales más recientes del evidente deterioro mental y físico de Biden amenazan con sobrecargar, aún más, sus perspectivas. Una mayoría de los estadounidenses (cerca del 85 %) cree que Biden es demasiado viejo para un segundo mandato (el 60 % cree que Trump también es demasiado viejo para continuar en la Casa Blanca) y al menos el 67 % cree que debería retirarse de la carrera.

Ante estas cifras, y la preocupación por los votantes que están en juego antes de noviembre, un número cada vez mayor de demócratas y donantes capitalistas no cree que Biden pueda ganar contra Trump; esto incluye a líderes destacados del partido como Nancy Pelosi y Chuck Schumer, que han expresado su apoyo a Biden, pero que, tanto pública como privadamente, están dejando la puerta abierta a otro candidato. Incluso Barack Obama, a pesar de apoyar públicamente a Biden después del debate, está dando más margen para explorar otras opciones llegando, incluso, a dar luz verde al artículo de opinión del actor George Clooney donde pedía a Biden que dimitiera. Esta ala del Partido Demócrata ha asumido el hecho de que los riesgos de que Biden siga siendo candidato son mayores que el riesgo de cambiar el nombre en la papeleta y lo están presionando para que se haga a un lado, voluntariamente, sin declarar una ruptura total con el presidente.

No se trata sólo de las elecciones de 2024, a un sector del Partido Demócrata y a los sectores del capital que éste representa les preocupa que mantener a Biden en la boleta electoral, no sólo les costará la presidencia y, tal vez, el Congreso durante los próximos años, sino que sacrificará la legitimidad a largo plazo del partido y su programa. Esto ha creado una enorme división dentro del partido que refleja una profunda crisis, que tuvo sus primeras expresiones en las elecciones de 2016 y el ascenso de Trump al poder.

El problema es que el Partido Demócrata no ha explorado las posibilidades de lo que viene después de Biden, lo cual amenaza sus posibilidades contra Trump. El partido hizo grandes esfuerzos para consolidar el apoyo a Biden en 2020 para aferrarse a la presidencia e impedir que la campaña de Bernie Sanders ganara impulso y superara al partido con su estilo de populismo económico. En cambio, apoyaron a Biden y, aparentemente aprendiendo de los errores de 2016, lo armaron con retórica pro-clase trabajadora, así como promesas de expandir los empleos y los beneficios sociales en el marco de un intento de traer industrias de regreso a Estados Unidos y hacerlas competitivas frente a la competencia con China junto con un multilateralismo agresivo a nivel internacional, expandiendo la OTAN y vertiendo dinero en la guerra de Ucrania.

El resultado es que los cuatro años de mandato de Biden han incorporado políticas clave de Trump en relación con China y la frontera, mientras que las divisiones dentro del Partido Demócrata han debilitado, gravemente, el alcance de la política económica y social de Biden. El candidato que dijo que sería el presidente más pro-clase trabajadora de la historia se convirtió en un presidente que no puede ofrecer más que apoyo público a la huelga del UAW del año pasado —mientras su personal trabajaba, incansablemente, tras bambalinas para poner fin a la huelga— y declaraciones en defensa de los trabajadores.

El genocidio en Gaza y el apoyo incondicional de Biden a Israel también han arrancado la máscara de progresismo del rostro del Partido Demócrata, han mostrado su feo núcleo imperialista y han alejado a sectores de la juventud y de los votantes árabes; además de eso, no parece ser capaz de cumplir ni siquiera con los deberes ceremoniales de la presidencia. Los intentos de última hora para crear consenso en torno a la visión de Biden para el capitalismo estadounidense han hecho que no haya un heredero aparente para dirigir el Partido Demócrata. Nombres como Gavin Newsom, Gretchen Whitmer e, incluso, la vicepresidenta Kamala Harris están rondando como posibles nombres, pero ninguno de ellos es un candidato, particularmente, fuerte que podría garantizar una victoria para el Partido Demócrata incluso si se desempeña mejor que Biden. No obstante, sectores del Partido Demócrata están apostando a que perder con una cara nueva, probablemente, dejará al partido con más recursos políticos que perder con Biden. Un sector creciente del Partido está aceptando el hecho de que, quedarse con Biden y dejar que Trump gane, podría ser un golpe definitivo para un partido en dificultades.

Trump, por su parte, está dando pasos para posicionarse como un candidato más “estable”, incluso moderando su discurso en temas como el aborto, distanciándose del proyecto 2025 (pese a la participación de varios de sus abogados y aliados políticos en la iniciativa) y abrazando las propuestas económicas del GOP junto con su cruzada xenófoba contra los inmigrantes y la izquierda. La combinación de la crisis de Biden y los demócratas y su intento de asesinato puede ser suficiente para apuntalar a Trump como un candidato más fuerte. Si hacemos una comparación con eventos similares, como el intento de asesinato del político ultraderechista Jair Bolsonaro en 2018, es probable que el intento de asesinato de Trump y su respuesta consoliden la simpatía y movilicen a su base, agregando combustible a un escenario político polarizado y colocando a Trump en una buena posición de cara a las elecciones.

En cambio, esto no significa que Trump sea un candidato “fuerte” capaz de gobernar un gobierno robusto si gana. El Partido Republicano también enfrenta una crisis de identidad por su incapacidad de producir un candidato que supere a Trump. Hasta el intento de asesinato, la candidatura de Trump era mucho más débil que en 2016 e, incluso, en 2020. Una atmósfera política más complaciente después del intento de asesinato allana el camino para una campaña más fuerte y un alcance más efectivo a los votantes indecisos, al tiempo que coloca a Biden en una posición más débil.

La elección antidemocrática en tiempos de crisis

Independientemente de si el intento de asesinato de Trump le da un impulso significativo en las encuestas, el hecho es que la mayoría de la gente no quiere que ni Trump ni Biden estén en la boleta electoral en noviembre. Las mayorías, en ambos partidos, quieren un candidato diferente y un número creciente de personas, en particular los jóvenes, están dando señales de que votarán por un candidato independiente o no votarán en absoluto este año. En una encuesta de enero, el 67 % de las personas dicen que quieren nuevos candidatos presidenciales en la boleta. Más del 50 % de las personas están hartas del sistema bipartidista.

No es de extrañar, ¿qué opción tenemos, realmente, cuando las “opciones” apuntan a preservar el régimen imperialista asesino de Estados Unidos, mientras se ponen en la mira los derechos y los medios de vida de sus votantes de clase trabajadora? Por un lado, está Biden, quien, a pesar de la retórica de preservar los derechos democráticos y las promesas de apoyar a los trabajadores en dificultades con programas sociales y expandir los derechos de los trabajadores, ha supervisado el retroceso del derecho al aborto y el derecho al voto, ataques viciosos contra las personas trans y la represión de la lucha de clases. Lo que ha hecho es dar nuevo combustible a la competencia de Estados Unidos con China y unir a las potencias occidentales en torno a un programa de rearme y preservación de la dominación de la OTAN en el escenario mundial, todo mientras facilita un genocidio en Palestina a manos del sangriento estado sionista de Israel, incluso si hace algunas críticas públicas al gobierno de Netanyahu, el gobierno de Biden ha estado detrás del genocidio de Israel desde el principio. También, ha llevado las políticas antiinmigrantes de la última década mucho más lejos, incluyendo el cierre efectivo de la frontera y la prohibición de entrada a solicitantes de asilo.

Por otro lado, está Trump, quien, pese a su retórica moderada en el debate, promete revitalizar la posición de Estados Unidos en el orden mundial con un programa de aislacionismo y gasto militar agresivo. Su objetivo es sacar a Estados Unidos de los conflictos mundiales inflamándolos y, ahora, tiene más sectores del ejército de su lado que antes. En el plano interno, Trump planea facilitar el camino para que las empresas estadounidenses sigan cosechando ganancias mientras la mayoría de la gente apenas puede poner comida en la mesa, prometiendo recortes de impuestos para los ricos y eliminando varias regulaciones.

Lo que es diferente en 2024 es que Trump podría asumir la presidencia después de que una Corte Suprema llena de sus nominados haya estado recortando nuestros derechos y concentrando más poder en manos del ejecutivo. Podría llegar al poder en un momento en que la extrema derecha ha estado logrando avances a nivel estatal y consolidando un ala en el Congreso. Y si Trump pierde, este último intento de asesinato hace que sea aún más posible para él y su base impugnar los resultados de las elecciones.

Sin embargo, la polarización fomentada por el régimen bipartidista en un contexto de crisis del proyecto del neoliberalismo, sumado a la falta de una alternativa real que atienda las necesidades de la clase trabajadora y los oprimidos, asegura que muchas personas piensen que ni Trump ni Biden deberían ser presidentes, pero votarán por ellos de todos modos, mientras que otros no votarán en absoluto.

La candidatura de Biden refuerza lo poco democrático que es el sistema. El Partido Demócrata cambió las reglas de las primarias para asegurarse de que Biden no fuera desafiado y pudiera “ganar” la nominación a pesar de su impopularidad y las dudas sobre su capacidad para llevar a cabo otro mandato. Ahora que está cayendo en las encuestas, el Partido Demócrata tiene un camino para cambiarlo en agosto durante la Convención Nacional Demócrata (DNC, por sus siglas en inglés). Los delegados de la DNC solo se comprometieron a defender los resultados de las primarias, pero con suficiente presión del aparato del partido y sus donantes capitalistas, pueden cambiar sus votos y poner a quien crean que tiene la mejor oportunidad de mantener vivo al partido en lo más alto de la lista.

El sistema se ha desarrollado no para reflejar la voluntad de las grandes mayorías, sino para permitir que el régimen responda a los cambios políticos y económicos en interés de la clase capitalista, manteniendo bajo control cualquier revuelo de la clase trabajadora y los oprimidos.
En ese sentido, las elecciones de 2024 están determinadas por las nuevas crisis del sistema imperialista que se están desarrollando en las esferas económica, política y militar. Desde abajo, estas crisis están produciendo nuevas oleadas de lucha de clases en todo el mundo, incluido el movimiento global contra la guerra contra el genocidio en Gaza. Estas elecciones, con intentos de asesinato y candidatos zombis, son el reflejo de la posición debilitada de Estados Unidos frente a los nuevos desafíos del orden mundial capitalista, pero la clase trabajadora y los pueblos oprimidos no pueden darse el lujo de esperar a que se desarrolle el próximo episodio de esta crisis.

Tras el intento de asesinato del sábado, el camino está abierto para que una extrema derecha envalentonada gane espacio en el terreno político y social. Los demócratas despejaron el camino para el avance de la derecha, aunque afirmaban estar defendiendo la democracia. El intento de asesinato de Trump probablemente unirá al régimen contra la amenaza de la “violencia política” y allanará el camino para una mayor represión contra el descontento y las protestas antes de una elección tan complicada.

Las fuerzas de derecha aprovecharán esta elección para reforzar sus ataques contra la clase trabajadora y las comunidades más vulnerables. Los demócratas están dispuestos a asumir estos ataques como parte de su programa para intentar asegurar la posición de Estados Unidos a la cabeza del orden mundial.

Quienes sufrimos las consecuencias de las crisis que produce este sistema, y nos indignamos por las atrocidades que se cometen en Gaza y en todo el mundo en nombre de asegurar la hegemonía estadounidense, tenemos la oportunidad de construir nuestra propia alternativa. Como aprendimos de los ataques macartistas en respuesta al movimiento pro-Palestina en los campus universitarios y en las calles de todo el país, no podemos ceder ni un ápice ante las maniobras represivas del Estado; estos son los mecanismos por los que este régimen sangriento asegura sus ataques mientras la gran mayoría de personas encuentra su dominio cada vez más insoportable. Es en la lucha contra estas maniobras, que el Estado se ve obligado a mostrar sus cartas y hasta dónde está dispuesto a llegar para preservar el statu quo.

La crisis que enfrenta el régimen bipartidista hace, que fenómenos como el intento de asesinato contra Trump sean aún más probables. Contra la derecha y contra los ataques del Estado, somos más fuertes en nuestros lugares de trabajo y en las calles, libres de la influencia de cualquiera de los dos partidos capitalistas y sus aliados. Aprendiendo de los últimos ocho años, esta generación política tiene la tarea de construir una fuerza que no separe la lucha contra la derecha de la lucha por la clase trabajadora y los oprimidos contra este sistema capitalista.

Esta nota fue publicada originalmente en Left Voice, la edición estadounidense de la Red Internacional de la Izquierda Diario.

Traducción: Diana Palacios para la Izquierda Diario México.