A 120 años del nacimiento de Serguéi Eisenstein, revisamos aspectos de su vida y obra, que trataba principalmente los conflictos de clases y la lucha de las y los trabajadores.
Lunes 22 de enero de 2018
Un 22 de enero, pero hace 120 años, nacía uno de los más importantes cineastas del siglo XX. De origen judío, Serguéi Eisenstein nace en Riga, parte del antiguo Imperio Ruso y posteriormente la Unión Soviética. Inició estudios de arquitectura en 1914, que suspende para participar de la Revolución de Octubre, alistándose en el Ejército Rojo. Desde 1918 a 1920 se desempeñó como diseñador teatral de espectáculos que moralizaran las tropas. Es ahí donde descubre su capacidad de dirección dramática, dedicándose a montar luego obras teatrales sin mayor éxito.
Comienza a trabajar como cineasta a los 25 años. Recordemos que a principios del siglo XX, el cine era un arte joven, con menos de 3 décadas de antigüedad y por lo tanto, muy poco espacio para la experimentación en términos formales, mucho menos de contenido. Sin embargo, el también joven Serguéi experimenta desde su primer largometraje “La Huelga”: en dicha película se utiliza el montaje de las imágenes ya no como simple hilo conductor de la historia, sino como elemento para gatillar emociones. Es muy recordada la escena de esta cinta donde se intercalan imágenes de ganado sacrificado en el matadero, junto con otras de trabajadores fusilados por soldados zaristas.
Con solamente una película a cuestas, desde el Kremlin se le encarga elaborar una película de conmemoración de la revolución de 1905. Es así como surge su obra cumbre: “El acorazado Potemkin”. Para lograr una sensación de inmersión en el hecho histórico, buscó a los supervivientes de la masacre y localizó los dibujos de un francés que había sido testigo de lo ocurrido. Pero al comenzar a filmar, debieron cambiar de locación por el mal clima, movilizándose a Odesa para filmar la escena del acorazado, que convence a Eisenstein de restringir el contenido de la película a ese hecho en particular.
Dicha cinta tenía una una maravillosa fotografía y continuaba con la experimentación técnica (pantallas reflectantes, fotografía desenfocada, plataformas móviles, etc.) en el montaje como parte de la experiencia fílmica. “El acorazado Potemkin” pasa a la historia por su famosa escena de la escalinata, donde el pueblo se convierte en protagonista de la historia, siendo acribillados con furia por las fuerzas zaristas.
Premiado en Europa y encarcelado en México, censurado y alabado en EEUU, Serguéi fue un personaje controversial también en su patria soviética. Mientras el partido bolchevique se burocratizaba, y se perseguía a los antiguos revolucionarios, desde las cúpulas de poder se limitaba la expresión artística, imponiendo con censura lo que era o no digno de llamarse arte soviético. Fue en octubre de 1927 que tuvieron lugar las últimas manifestaciones permitidas de una oposición que seguía representado el partido de la revolución.
Stalin y sus secuaces eran demasiado conscientes del potencial propagandístico del cine, por lo que se le asignó un inspector oficial que controlaba y monitoreaba la actividad del cineasta. Muchas de las películas de Eisenstein (como “El Prado de Bezhin” o “Lo viejo y lo nuevo”) fueron directamente sacadas de circulación o interrumpidas en su filmación.
El caso más emblemático es el de “Octubre”: se había cumplido diez años desde aquel Octubre en el tuvo lugar la toma del Palacio de Invierno, en la que, tal como se venía contando en todas las historias de 1917 hasta entonces, Trotsky tenía el papel más importante junto con Lenin. Basado en el testimonio de John Reed, Eisenstein elabora un filme de carácter épico y a la vez con mucho realismo histórico, donde la película en sí misma constituye un hito también.
En el momento de su filmación (años 1925-26) a nadie le pareció extraño ni curioso que uno de los protagonistas del filme fuese Trotsky, o que Stalin no apareciera como personaje, ni siquiera secundario. Pero, meses antes de su estreno, se acercó Stalin personalmente a los laboratorios donde estaban siendo reveladas las cintas del filme y cortó una por una las escenas donde aparecía Trotsky, además de otras donde se mostraba a Lenin con un “enfoque insatisfactorio” para los burócratas rusos; Grigori Aleksandrov –codirector de “Octubre”- pudo contar este secreto posterior a la muerte del dictador, quien redujo de 49000 metros de cinta a 2900. Esta reducción provocó un brusco desequilibrio en el montaje que, además, tuvo que rehacerse con toda premura. Solamente lograron colarse dos escenas, que por supuesto, no hacen justicia ni la gran proeza revolucionaria de León Trotsky ni al gran genio cinematográfico de Eisenstein.
Hoy en día, en un mundo del cine profundamente corroído por las exigencias del mercado, una banalización y superficialidad de su contenido, el nombre de Serguéi sigue resonando entre aficionados al cine de culto, pero es bastante desconocido por el público general; público al que apuntaban sus películas, y que esperaba conmover y emocionar con ellas. Esperemos que gracias a la conmemoración de su natalicio, su mensaje llegue a sectores más amplios; a los que realmente protagonizaban sus películas: las y los trabajadores.