El secretario de Economía Ildefonso Guajardo realizó esta afirmación en la primera conferencia de la Cumbre de Negocios al defender el actual funcionamiento del comercio internacional.
Martes 24 de octubre de 2017
Farid Reyes
En una conferencia con empresarios del país se refirió al libre mercado en el marco de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) cuestionando la política de la administración de Donald Trump (sin nombrarlo abiertamente) que pone en cuestión los fundamentos del libre mercado.
El secretario se refirió con al surgimiento de fuerzas políticas y acontecimientos que “generan incertidumbre” en los mercados como el Brexit o la llegada de Trump y que desestabilizan variables que anteriormente se encontraban estables.
La burguesía se reúne para ver sus negocios
En esta décima quinta Cumbre de Negocios que tiene lugar en el Centro de Convenciones de San Luis Potosí organizada por el presidente de la empresa Interjet, Miguel Alemán, se tiene prevista la asistencia de figuras como Carlos Slim Helú, presidente de Grupo Carso; Enrique Zorrilla, presidente y director general de Scotiabank México, Patrick Ottensmeyer, presidente y director general de Kansas City Southern, Pedro Padierna, CEO de Pepsico México, entre otros.
Es decir, representantes y ejecutivos de la clase dominante que se reúne junto con los políticos a su servicio para discutir el rumbo de sus negocios.
De este modo, asistirán funcionarios del gobierno federal mexicano y de Estados Unidos como Ildefonso Guajardo, secretario de Economía, José Narro Robles, secretario de Salud, John J. Sullivan, Subsecretario de Estado del gobierno de Estados Unidos, y representantes de los gobiernos de China y Rusia, entre otros.
Contradicciones en la economía mundial en el ambiente
Las declaraciones de Villareal son expresión de la profunda preocupación del gobierno mexicano ante la posibilidad de cancelar el TLCAN, mecanismo de dominio del imperialismo estadounidense que se ha convertido en la principal salida de la burguesía mexicana sin la cual no se entiende el desarrollo del capitalismo en el país en las últimas tres décadas. Pues con dicho tratado México se convirtió en un receptor de inversiones atraídas por el bajo costo de la fuerza de trabajo en el país y se integró en términos de subordinación a la cadena productiva estadounidense.
De esta manera, el desarrollo industrial parcial que tanto presume Enrique Peña Nieto con la proliferación de “clusters” para alojar las nuevas fábricas de las grandes trasnacionales de las industrias automotriz y aeronáutica, con grandes obsequios proporcionado por el Estado mexicano como terrenos, vías de comunicación y obras de urbanización gratuitos de acuerdo a las necidades de dichas plantas no de la masas obrera que las van a hacer altamente redituables, son una gran pantalla con la que se cubre la miseria de la burguesía “nacional” que, salvo media docena de casos como los Slim, Azcárraga, Servitje, Zambrano, Larrea, que pueden ocupar algunos espacios en la mundialización capitalista, los demás son altamente dependientes de los planes de producción y los créditos de la industria y banca estadounidense.
Por eso cancelar el tratado significaría un problema muy importante para el funcionamiento económico en el país, que se sumarían al cuestionamiento al régimen político que permea a amplios sectores de la sociedad mexicana. Lo que obliga al gobierno mexicano, a pesar de sus declaraciones de que estarían preparados para una posible salida de Estados Unidos del TLCAN, a simular que “negocia” cuando se subordina aún más a la agresiva política que emana de la Casa Blanca.
Acabar con el “villano” con la unidad a través de las fronteras
El “libre mercado”, no existe como tal desde hace décadas cuando las empresas trasnacionales de los grandes países capitalistas comenzaron a adueñarse del mundo insertándolo en cadenas de producción por encima de las fronteras quedando en un simple fetiche con el que justifican su dominio regional por la via de los tratados de “libre comercio”.
Esta última política desarrollada por las principales potencias ha llegado a un tope como mecanismo de explotación internacional y se encuentra fuertemente cuestionado en EE. UU. tanto por derecha, con políticos racistas y reaccionarios como Trump, como por izquierda, desde organizaciones y movimientos “antineoliberales” hasta partidos y formaciones anticapitalistas y revolucionarias que cuestionan el hecho de que el “libre mercado” únicamente beneficia a las grandes empresas y genera condiciones cada vez peores de vida para las masas trabajadoras.
Claramente hay una preocupación real que se expresa en las declaraciones del secretario de Economía intentando calmar a la burguesía “nacional” y apelando ante sus patrones yanquis que la política económica del último periodo no se modifique. El capitalismo tiene en su seno fuertes contradicciones y el gobierno y el empresariado lo sabe.
Y los trabajadores de ambos lados del rio Bravo lo saben por los efectos brutales de la precarización del empleo, la reducción de puestos de trabajo y la persecución hasta su deportación de la mano de obra inmigrante con que los grandes capitalistas del norte y sus socios menores del sur descargan la crisis en sus espaldas. Por eso el descontento, que expresamos más arriba, tenderá a convertirse en organización y unidad a través de las fronteras hasta convertir la anárquica crisis del “libre mercado” en la economía planificada al servicio de las grandes mayorías trabajadoras.
Como decimos acá: Sólo a partir de terminar con la explotación propia de este sistema capitalista a ambos lados de la frontera, y la opresión imperialista de Estados Unidos sobre México, se podrá hacer realidad una integración económica, decidida y llevada adelante en función de los intereses de los trabajadores del campo y la ciudad, en una Federación de Estados Unidos Socialistas de Norteamérica.