×
×
Red Internacional
lid bot

OPINIÓN. El límite es el cielo, señor

Las consecuencias trágicas del recital del Indio Solari dispararon debates que, aún con posiciones que parecieran diferentes y antagónicas, dejan de lado cuestiones importantes a analizar.

Viernes 17 de marzo de 2017

Si de un lado sólo se pide la cárcel lisa y llana para el cantante, del otro se lo sigue idolatrando de la manera más absurda que se pueda. Pero ninguna de estas posiciones aportan elementos para analizar uno de los fenómenos socioculturales más importantes y complejos de los últimos treinta años en Argentina: el Indio Solari y la influencia que ejerce sobre la juventud y el público en general.

Desde esta columna se quieren discutir algunas cuestiones que parecen ser minimizadas, cuando no ninguneadas, sobre el hecho trágico de la muerte de dos personas el sábado 11 de marzo.

Tu negocio es muy difícil de explicar y fácil de enseñar

Considerar al Indio como un empresario de la música y un burgués de la peor calaña no solo que no aporta a la discusión sino que hasta aburre por lo reiterativo. Quien se empecine en seguir discutiendo su obra bajo este argumento podría ahorrarse el esfuerzo de la repetición (tanto oral como escrita): es el propio cantante quien desde que es solista en reiteradas entrevistas afirma estar más pendiente de la planificación y del armado de los shows (esto es, dinero, dinero y más dinero) que de las dos horas donde hace su gracia arriba del escenario.

Cualquier interesado en corroborar esto no tiene más que buscar en Youtube sus propias palabras.

Ahora, quien escribe esto es trotskista: así como aprendió desde muy pequeño a comer cuando sentía hambre, abrigarse cuando hace frio y así podría seguir con mi aprendizaje en estas tres décadas de vida, comprendió que no existen burgueses buenos y burgueses malos, que los empresarios que extraen plusvalía exprimiendo la vida de otras personas pertenecen a una clase social antagónica e irreconciliable a la de un trabajador.

Un burgués es un explotador y punto: como mínimo habría que expropiarlo. Entonces, ¿por qué seguir escuchando su música y concurrir masivamente a sus recitales? Porque es el creador de una música y una poesía que maravilla a cualquiera, como ningún otro artista lo hizo en el país y difícilmente lo hará.

¿Decir esto es afirmar o sugerir que uno avale todo lo que hace el Indio? ¿Es olvidarse del silencio cómplice ante la muerte de Walter Bulacio y la eterna lucha que llevó adelante su abuela hasta la tumba? ¿Por disfrutar su música estoy olvidándome de la vida de lujo que lleva adelante, con su suntuosa mansión, cuenta millonaria en el banco y su vida la mitad del año en lujosos hoteles de New York, Londres, etc.?

El Indio es lo que es para el público y sus seguidores, a pesar del modo de vida que lleva adelante, a pesar de haber enterrado hace casi treinta años los sueños de Oktubre, los tics de la revolución y el implacable rocanrol que sólo podían ofrecer los Redondos.

Si antes de corear y repetir a lo pavote que el tipo es un cerdo capitalista, nos preguntáramos qué hace que cientos de miles de trabajadores y pobres se conmuevan con sus letras, busquen refugio en su música, ya sea con su anterior banda o ahora y logren la felicidad ante la vida miserable que nos ofrece el capitalismo, ayudaríamos a comprender este fenómeno sumamente complejo.

Si es verdad lo que alguna vez dijo Engels, que “la historia del capitalismo es la historia de la barbarie”, ¿por qué deberíamos aceptar que un empresario de la música que sólo busca lucrar con su arte nos lleve a protagonizar peripecias imposibles para verlo en vivo?

El Indio es uno de los responsables de las dos muertes que hubo el sábado, eso no debería estar en duda y sólo un necio podría negarlo. ¿Pero ahí se acaba el tema o de ahí debemos partir para analizar otras cuestiones?

El rock tuvo que lamentar muertes varias veces en los recitales: en 1992 murió un seguidor de Hermética en un show que estaban dando, a Divididos les pasó lo mismo en 1995, a Kapanga les pasó lo mismo en 2005, lo mismo con la masacre de Cromañón que tuvo a Callejeros como protagonistas y las víctimas que debió lamentar La Renga en varias oportunidades.

No estoy diciendo que sea lo mismo, sólo señalo que el rock (su negocio oscuro y macabro) debió enlutarse en diferentes momentos y eso también obliga a analizar muchas cuestiones, además de pedir castigo a los responsables.

Esta empresa, este mundo de hoy

Todos los que viajaron a Olavarría acordarán en que todo fue pésimo, desde las salidas en micros y combis desde los barrios (quizá los sectarios también querrían echar la culpa al Indio por esto), muchos se quedaron con la guita, truncando el viaje y obligando a viajar de manera alternativa con el doble de gasto que implicaba, como quien escribe. Sin mencionar que una vez llegado al lugar, muchos se volvieron dejando a pata a miles.

La llegada de más de 300 mil personas (se rumorea mucho más) para un lugar de menor capacidad y para una ciudad que tiene poco más del tercio de la población, no obligó a ninguno de los opinólogos en boga, un llamado a la reflexión previa al show y un alerta sobre las posibles consecuencias.

La organización de la productora, como hace siempre en los recitales del Indio, fue soberbia y de poca ayuda: los puesteros de todo el merchandising que se ve afuera del lugar son contratados por la gente del Indio, hasta este punto llegó la ambición del cantante. Los que debían controlar en la entrada para que podamos arribar al lugar, ni se mosquearon, además ni siquiera llegaban a ser una cantidad considerable para lidiar con las más de 300 mil personas que fueron.

El Indio deja a las claras su rol de ganar guita a como dé lugar en estas cuestiones. A esto se debe agregar que el intendente de Olavarría dio permiso para realizar el recital en ese predio, aun sabiendo que no estaba habilitado. Me hace recordar el capítulo de Los Simpson cuando el jefe de policías Gorgori le preguntaba a Homero si no vio a señor “billetín”, al tal “soborno”.

No es difícil imaginar una escena como ésta, reemplazando al jefe policial de Los Simpson por el intendente. El combo de esto debía producir cosas nada alentadoras y la podredumbre de mierda salto de la peor forma: cobrándose víctimas fatales.

Demarcándonos de la caza de brujas que se desató con la juventud en todos los medios y del fanatismo ciego de una parte importante de los seguidores, es necesario decir algunas cosas sobre los seguidores del Indio. El público del Indio es fanático religioso, no es un secreto decir esto. Los esfuerzos que hace por verlo en cualquier lugar en que toque merecería poblar las páginas de miles de libros sobre la historia de la música y la cultura en general. Lo hacen aun sabiendo que el ex Redondo no tiene nada que ver con su manera de vivir.

En definitiva el dinero que obliga al Indio a llevar adelante espectáculos imponentes una vez al año, fue el que terminó separando a Los Redondos, la más perfecta expresión musical de la cultura rock.

Pero esa misma cultura muchas veces adquirió estatus de reviente, que hacen flaco favor a los recitales. Lo hace en shows de cientos de personas, imaginemos miles.

Decir esto no es abogar por mayor pedido de policías ni nada que se le parezca, sino sólo ayuda a pensar los problemas sociales que salieron a la luz después del sábado, junto con la desidia capitalista y la sed de ganancias de parte del Indio.

Lamentablemente otra vez se equivocó, en el recital trágico y hasta en la letra de uno de sus temas, esta vez nos tocó a nosotros “pagar toda la puesta fiesta”, y lo hicimos con muertos.

Si el Indio sigue o no su carrera no merece mayor comentario. De lo que sí es momento de hablar es de la exigencia de que se investigue todo lo que pasó el sábado. Algo que debería realizarse mediante una comisión conformada por las familias de las víctimas, por quienes estuvieron en el recital y terminaron heridos y no por quienes están directamente implicados en los hechos, como los empresarios, la intendencia y la gobernación bonaerense con su Policía. De confirmarse la culpabilidad de todos los responsables, se impondrá entonces la exigencia del castigo a todos los culpables.