Editorial. El monólogo empresario y las recetas de siempre

• El miércoles al mediodía un numeroso grupo de empresarios se reunió —convocado por el Rotary Club de Buenos Aires— para escuchar a Jaime Campos, el presidente de la Asociación Empresaria Argentina (AEA). Quizá la corporación empresaria más poderosa del país.

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• Desde este espacio siempre recomendamos escuchar y tratar de interpretar o leer entrelíneas lo que se dice en esos ámbitos porque, bueno, tienen un peso sobre la vida política del país. Lo hicimos con la cumbre del hotel Llao Llao en Bariloche, los eventos de la Sociedad Rural o el Coloquio de IDEA para saber —como titulé en una entrega del newsletter Del Otro Lado— qué tienen los ricos en la cabeza.

• Curiosamente, Jaime Campos pronunció un discurso en el que repitió algunas exigencias más o menos conocidas sobre la economía, pero en el que tuvo más peso la cuestión “institucional”.

• Habló de que había que “respetar al máximo el ámbito privado”; cuestionó los controles de precios justo en momentos en que la inflación se acelera; demandó previsibilidad y dijo que “para eso hace falta equilibrio en las cuentas públicas que generen un mercado de capitales y ayuden a reducir una presión impositiva que es muy alta en comparación con los “países vecinos”.

• En esto llama la atención como la mayoría de las crónicas lo repiten sin critica cuando es totalmente falso. Algunos datos: el porcentaje de impuestos sobre los beneficios, las utilidades y las ganancias de capital sobre el PBI es del 5,44% en Argentina; el promedio de América Latina es del 5,43%, el promedio de los países de la Ocde del 11,30%. El porcentaje de impuestos sobre los beneficios, las utilidades y las ganancias de capital sobre recaudación total es en Argentina del 22,29 %; el promedio de América Latina es de 33,69%, el promedio de los países de la Ocde es de 34 %. Brasil, por ejemplo, tiene más altos todos estos indicadores (datos del 2020)

• Pero bueno, como decía, Campos puso un acento importante en la institucionalidad: el respeto al Poder Judicial y a la Corte Suprema; pidió por el “periodismo independiente”, la AEA pidió periodismo independiente. Y llamó la atención el especial énfasis que puso en el rol de los partidos políticos como lugares donde “se discute y se negocia”. Además, planteó “la necesidad de una moneda doméstica respetable”. Estas dos últimas cuestiones parecieran dirigidas a Javier Milei y los libertarianos y su griterío contra los partidos y la “casta política” (no así la casta empresaria) y la dolarización.

• ¿Por qué? Porque en AEA creen, como afirman varios economistas del establishment, que el ajuste fiscal previo que requiere una dolarización hace innecesaria la dolarización per se.

• Y porque además, consideran que en 2024 puede haber una potencial buena cosecha, menor necesidad de divisas por el nuevo gasoducto Néstor Kirchner y el oleoducto trasandino, que permitirá exportar petróleo a Chile. Citan un informe que dice que “la cosecha de 2022 fue de US$ 59.000 millones, este año por la sequía cayó a US$ 35.000 millones pero en 2024 va a alcanzar US$ 61.000 millones. A eso hay que agregarle lo que implica el gasoducto de Vaca Muerta que en 2024 permitirá un ingreso de US$ 7.000 millones y lo que pueda aportar el oleoducto que lleva petróleo a Chile”.

• “La confianza es central”, dijo Jaime Campos y la relacionó a las expectativas de los otros, la palabra y el diálogo para mejorar la convivencia, especialmente la política. Dio el caso de Uruguay: un país gobernado por una derecha “centro” que aliada a una ultraderecha quiere imponer una contrarreforma jubilatoria.

• Tratemos de mirar el tablero de ajedrez de conjunto: como dijimos muchas veces desde este espacio, lo usaron a Milei para que agite un programa de ajuste salvaje (lo llevaron a IDEA, al Llao Llao, a la Rural), este agite junto con las corridas y los intentos de golpes de mercado, disciplinan a todo el sistema político y mediante el terror económico también quieren disciplinar a la sociedad.

• Una vez instalada la agenda y el rumbo, hacen como sí se corrieran hacia una posición más “de centro” y postulan un diálogo, consensos, “Moncloas” y acuerdos.

• Es interesante recordar los Pactos de la Moncloa porque el “núcleo de coincidencias básicas” de los famosos pactos de la transición española (afines de la década del 70, principios de los 80 del siglo pasado), en esencia, no fue muy diferente a lo que hoy llaman “planes de estabilización”, y su caja negra encerró un objetivo nodal: bajar los salarios y contener el desafío obrero. Uno de los puntos del acuerdo estableció que los aumentos salariales fueran inferiores al Índice de Precios al Consumidor, debían ligarse a la inflación prevista y no al aumento real. Aquello motivó que un histórico líder de una central obrera española sentenciara que la ecuación era el producto de «las matemáticas de la burguesía». Igualmente, los sindicatos aceptaron el pacto y tuvieron que soportar que en alguna empresa más de un militante les arrojara el carnet a la cara.

• Veamos la operación completa: te amenazan con la crisis final, te ponen un cuco un poco delirante que dice que nos va a matar a todos y se va a poner el país de sombrero y después dicen “no, eso es demasiado, pero es necesario ponerse de acuerdo en un ajuste profundo, pero no tan insostenible”. Proponen dialogar, pero no es un diálogo, es un monólogo porque ya impusieron la hoja de ruta del “partido del Estado” para el próximo periodo alrededor de la cual, los eventuales “partidos de gobierno”, tienen sólo matices.

• Les puede salir mal, puede haber “cisnes negros”, de hecho en Brasil, con Jair Bolsonaro quisieron hacer algo parecido (amenazar con la ultraderecha y fortalecer a la centroderecha) y les salió mal.

• Pero la apuesta es clara y desentrañar lo que se esconde detrás de las palabras es un primer paso para no caer en la trampa.