Organismos estudiantiles vuelven la problemática de género al centro de la organización estudiantil.
Melissa Navea V Psicóloga
Martes 30 de mayo de 2017
Durante las últimas semanas diversas denuncias que tienen en común la problemática de la violencia de género han sido conocidas, provocando con ello, la reacción de una parte importante de estudiantes a nivel universitario, después del auge del cuestionamiento de las bases del sistema educativo el 2011.
Por un lado, se han generado manifestaciones en repudio a los últimos hechos ocurridos en los establecimientos educacionales, los cuales años atrás quizás no habrían sido tema debido a la naturalización de actitudes que forman parte de la violencia de género como tal.
Por otro lado, en los distintos niveles de organización del movimiento estudiantil han planteado la necesidad de organización para exigir al Estado que intervenga en esta realidad.
Por su parte, la postura de la Confech plantea como articulador de este protocolo a las secretarías de género de las universidades las cuales ya trabajan en conjunto para dar con este, así como también profundizar en la discusión sobre la educación no sexista como base para el sistema educativa.
Así mismo lo han hecho la Cones y la Aces, organismos estudiantiles de secundarios que se han organizado este último tiempo en respuesta al acoso sexual y la homofobia presente en especial en los liceos de hombres y mujeres.
Estos últimos acontecimientos hoy vuelven a poner en el centro la pregunta de qué tipo de educación queremos, y plantean que esta demanda tan necesaria pueda ser tomada por el conjunto del movimiento estudiantil.
Hoy con nuevos aires en la organización por las demandas de las mujeres que vuelve a impulsarse en respuesta a los casos de femicidio; y los derechos la diversidad y disidencia sexual frente a la discriminación y ataques a nivel Internacional, es que se hace necesario retomar este debate desde los espacios de base, tal como se intentó hace con el Congreso por la educación no sexista de hace unos años atrás, en donde estudiantes y académicos se reunieron de norte a sur para discutir frente a la necesidad de que el Estado pueda hacerse cargo de la desigualdad que el mismo sistema educativo perpetua y favorece.
Hoy con un nuevo escenario político para el movimiento estudiantil, con un régimen atravesado por los casos de corrupción y deslegitimidad, es que urge que el movimiento estudiantil plantee estos debates que no se distancian de aquellas problemáticas que enfrentamos día a día como la alta tasa de femicidios que es consecuencia también de esta educación basada en la diferencia y la violencia como forma de validarse en un sistema de opresión y explotación.