Henry Kissinger ha muerto a los 100 años. Pero su legado permanece en el brutal sistema mundial que ayudó a construir y en las generaciones de engendros imperialistas que inspiró. Todos ellos deben irse.
Sábado 2 de diciembre de 2023 00:06
Henry Kissinger junto a Benjamín Netanyahu
Ha muerto uno de los criminales de guerra más conocidos de la historia. Henry Kissinger es responsable de la muerte de millones de personas en todo el mundo y contribuyó a crear la arquitectura de un sistema imperialista que sigue oprimiendo a países enteros hasta el día de hoy.
Kissinger fue Secretario de Estado bajo las administraciones de Nixon y Ford, donde desempeñó un papel fundamental en la promoción de los intereses del imperialismo estadounidense mediante guerras, golpes de Estado y limpiezas étnicas. Siguió asesorando a la élite de la política exterior estadounidense hasta su muerte en su interminable búsqueda de expandir la influencia de Estados Unidos, con una cruel indiferencia por las vidas acabadas y destruidas por la intervención de ese país. Es una de las mayores injusticias que Kissinger viviera hasta los 100 años, disfrutando de una vida de lujo, mientras que tantas personas no están vivas hoy como resultado de sus acciones.
Líder clave durante los años de la Guerra Fría, Kissinger desempeñó un papel fundamental en el avance de la política exterior estadounidense no sólo para contener a la Unión Soviética, sino que también dirigió una sangrienta campaña en todo el mundo en nombre del anticomunismo y reprimió sin piedad las luchas de liberación nacional que amenazaban de algún modo la hegemonía y la influencia de Estados Unidos. En última instancia, la violencia de Kissinger estaba al servicio del mantenimiento y la expansión del orden capitalista mundial surgido tras la Segunda Guerra Mundial, en el que Estados Unidos ocupaba el primer puesto.
Quizás el mayor crimen de Kissinger fue el papel que desempeñó en el sudeste asiático, donde desarrolló la política de guerra de Estados Unidos contra Vietnam, Camboya y Laos. Bajo Kissinger, estas guerras se construyeron sobre un marco de ataques indiscriminados contra civiles o, según sus propias palabras, matando a "todo lo que se moviera". Esto se hizo mediante la guerra química, los ataques con bombardeos de saturación y masacres. Las políticas de Kissinger prolongaron la guerra en Vietnam y allanaron el camino para que los Jemeres Rojos tomaran el control de Camboya y mataran a 2 millones de personas. Al día de hoy, Laos sigue plagado de millones de minas terrestres estadounidenses sin explotar que siguen mutilando y matando a quienes se topan con ellas.
Como bien dijo Anthony Bourdain (famoso chef y escritor que reflejaba la realidad de los países que visitaba): "Una vez que has estado en Camboya, nunca dejarás de querer matar a Henry Kissinger a golpes con tus propias manos".
Kissinger fue también el arquitecto de la brutal política estadounidense en América Latina, sobre todo por haber instado a Nixon a derrocar al gobierno democráticamente elegido de Allende en Chile en 1973. La dictadura militar golpista de Agusto Pinochet, que Kissinger ayudó a instaurar, fue sangrienta y despiadada contra la izquierda, los trabajadores y los disidentes. Pinochet utilizaba a menudo "vuelos de la muerte" en los que asesinaba a personas arrojándolas desde aviones y helicópteros. Bajo su régimen, Chile se convirtió en el "laboratorio del neoliberalismo" donde, con la ayuda de los economistas conocidos como los "Chicago Boys", los capitalistas crearon políticas para exprimir al máximo a la clase trabajadora.
Sin embargo, estos son sólo algunos de los crímenes mejor documentados de Kissinger. A día de hoy, siguen saliendo a la luz nuevas revelaciones sobre el alcance de su influencia y las vidas que destruyeron sus políticas. Estos crímenes se extienden desde Timor Oriental hasta Angola y Argentina. Pero no son sólo sus guerras y golpes de Estado los que constituyen su legado criminal: el legado de Kissinger perdura en la violencia que el imperialismo estadounidense sigue fomentando hasta el día de hoy. Él es en gran parte co responsable del propio sistema que mantiene a la mayoría del mundo explotado, oprimido, despojado y dominado para extraer mano de obra, recursos y deudas fraudulentas para mantener la estabilidad y la legitimidad del capital estadounidense a nivel mundial.
Más allá de su tiempo en el cargo, Kissinger inspiró y tuteló a algunos de los peores imperialistas del siglo XXI. Estos protegidos de Kissinger incluyen a Dick Cheney y Hillary Clinton, que continuaron la brutal política exterior del imperialismo estadounidense y acumularon sus propios recuentos de muertos desde la invasión estadounidense de Irak hasta los esfuerzos de cambio de régimen en Honduras y Libia. También incluyen figuras como Antony Blinken que, al momento de redactar este artículo, supervisan las actuales intervenciones y crímenes de Estados Unidos, desde la guerra por poder que está destruyendo a Ucrania hasta la ofensiva genocida israelí contra Gaza.
Es una injusticia que Kissinger muriera en su casa de Connecticut. Debería haber muerto pudriéndose en una celda de la cárcel, su riqueza confiscada y redistribuida a algunos de los pueblos más aterrorizados por sus políticas. No basta con alegrarse de que por fin haya muerto. Es esencial seguir luchando por un mundo en el que sus estructuras de brutalidad y explotación sean derribadas y los criminales que inspiró se enfrenten a la justicia que él pudo evitar. Para ello, es esencial derribar hasta el último vestigio del imperialismo que, mediante la coacción y la fuerza, sigue oprimiendo brutalmente a millones de personas en todo el mundo, y expulsar del poder a todos los criminales de guerra que Kissinger inspiró. En honor a sus millones de víctimas, luchemos para garantizar que el mundo de Kissinger se pudra en el basurero de la historia junto con él.
Samuel Karlin
Escribe en Left Voice, Estados Unidos.