Desde que Donald Trump apareció en la escena política, llegó con una serie de discursos xenófobos y racistas. Cuando el magnate llegó a la presidencia, estos discursos se tradujeron en el recrudecimiento de las políticas imperialistas y antimigrantes de EE.UU.
Viernes 26 de mayo de 2017
Frente a la construcción del muro de Trump y a su despótica actitud con México, distintos políticos, funcionarios y empresarios, como Andrés Manuel López Obrador, Enrique Graue (rector de la UNAM), Isabel Miranda de Wallace (excandidata del PAN), Carlos Slim y organizaciones como Mexicanos Primero y Televisa, así como el mismo Enrique Peña Nieto hicieron un llamado a la “unidad nacional”, con una movilización a la cual nombraron #VibraMéxico.
Nada más patético que ver a la casta política que día a día se beneficia de la explotación de las masas, haciendo un llamado a estas mismas para hacer frente al malvado Trump. La misma casta política que aprobó el Plan Mérida en el 2008, con el cual México se convierte en un filtro para los migrantes centroamericanos que son orillados a salir de sus países por las precarias condiciones en las que viven. En el 2015, se deportó al doble de migrantes de México que de Estados Unidos.
El sentimiento nacionalista no es más que la carta que utilizan las élites cuando necesitan que los oprimidos se olviden de las cadenas que estas mismas perpetúan y qué mejor que tener un enemigo en común: Donald Trump.
Pero nosotros no nos dejamos engañar, no olvidamos las reformas estructurales que el PRI junto al PAN y el PRD aprobaron, mediante las cuales se ha encarecido la gasolina, la canasta básica y la vida en general, las reformas mediante las que se arrebataron derechos básicos a los y las trabajadoras y con las cuales ha incrementado el modelo de subcontratación, por mencionar sólo algunas de las consecuencias del “Pacto por México”.
Graue, otro de los funcionarios “indignados” por los golpes de Trump, no se queda atrás en la avanzada de la élite política. Lo ha dejado claro con los recortes a la matrícula universitaria, con el llamado a la inversión de empresas privadas para la investigación y con el cerco policial que implementó la PGJ alrededor de la UNAM para solucionar la inseguridad en el campus después del feminicidio de Lesvy Osorio.
Resulta curiosa, por no decir hipócrita, la preocupación de los políticos, altos funcionarios y empresarios por la construcción del muro fronterizo que Trump pretende construir. Por un lado, porque entre México y Estados Unidos existe ya un muro de aproximadamente 1,000 km desde hace mucho tiempo. Por otro lado, porque son incontables los muros dentro de nuestro país que separan a los ricos de los pobres.
Ejemplo de esto último es el gran muro que divide a la urbanización Bosque Real Country Club del barrio La Mancha, ubicados en el Estado de México. Según datos recopilados por El País, Bosque Real cuenta con 580 hectáreas y 18.000 viviendas y ofrece para sus habitantes: “red de fibra óptica, plantas de tratamiento para suministro de agua potable, un ducto de 15 kilómetros para el mantenimiento de los servicios eléctricos, telefónicos e hidráulicos, 13 kilómetros de carreteras privadas construidas con concreto hidráulico, escuelas, cafeterías, bares, parques, salones de belleza y (sic) ‘la casa club más grande del mundo’”. Una casa en esta urbanización oscila en un millón de pesos.
En contraste con este lujoso modo de vida, datos oficiales señalan que el 49% de la población en el EdoMex vive en la pobreza y encabeza la lista de estados con mayor violencia. Este estado es también el estado con mayor nivel de violencia hacia la mujer, contando tres feminicidios por día, en su mandato, Eruviel Ávila aumentó en un 82% el presupuesto a la seguridad, y se levantó en el estado la alerta de género en 11 municipios, evidentemente, ninguna de estas medidas se tradujo ni en mayor seguridad ni en menor violencia machista.
Cómo si el tajante contraste entre la urbanización Bosque Real y el resto de guetos pobres por el que está rodeada, no fuera suficientemente insultante, el slogan de este "City Club" dice así: Yo vivo en Bosque Real. ¿Y tú, en dónde vives?
La desigualdad social no es una problemática que se limite al Estado de México, mientras más de una decena de mexicanos se encuentra entre los individuos más ricos del mundo, aproximadamente la mitad de los mexicanos es pobre. El 22.1% de los jóvenes entre 15 y 19 años no tienen acceso ni a la educación ni al trabajo, lo que implica que tampoco tienen acceso a derechos básicos como lo es la salud o la alimentación.
La precarización y pobreza a la que es sometida la gran mayoría de la población mexicana se traduce en el clima de terror y violencia tan generalizado en el país. Según el Índice Global de Criminalidad 2016, México ocupa el tercer lugar en la lista de países más peligrosos del mundo después de Afganistán y Guatemala. En el 2016 hubieron 20,000 homicidios y cada día mueren siete mujeres a causa de la violencia feminicida.
La militarización del país producto de la supuesta guerra contra el narcotráfico con la que se suponía los gobernantes pretendían protegernos de las garras del narco, no ha hecho más que empeorar las condiciones de vida, aumentando en un 800%el índice de feminicidios, despojando a comunidades y criminalizando a la juventud y a las y los luchadores sociales.
Mientras la élite política y empresarial está preocupada por cómo restablecer la gobernabilidad en el país, reforzando un discurso patriótico, los estudiantes, los trabajadores y las trabajadoras, las mujeres y el resto de sectores oprimidos, no podemos olvidar quiénes son los que dentro de la misma “patria” se benefician de nuestra opresión