Gauguin: Voyage de Tahití (Gauguin, viaje a Tahití) es una película francesa que narra el contenido del cuaderno personal llevado al libro Noa Noa, voyage de Tahiti, del pintor Paul Gauguin.
Lunes 29 de octubre de 2018
“Eres un salvaje, querido Gauguin, como todos nosotros… pero tú has decidido recordarlo” (Tu es un sauvage, cher Gauguin, comme nous tous, mais toi… tu as décidé de t’en souvenir).
(extraído del guión de la película “Gauguin: Voyage de Tahití”; dirigida por Édouard Deluc y protagonizada por Vincent Cassel).
A la hora de estudiar la vida de Gauguin, no deberíamos dejar de lado el hecho trascendente de que su abuela materna fuese Flora Tristán, mujer de letras, militante socialista y feminista francesa que diera los primeros pasos hacia el Internacionalismo.
Como si semejante ancestro fuera poco para sembrar las características de un espíritu libre, Gauguin pasó parte de su infancia en Lima, Perú, adonde su padre había huido del régimen de Napoleón III, brindándole así al niño la oportunidad de absorber una cultura diferente a la suya, otro idioma, y el amor por la naturaleza, sus formas y colores.
“Gauguin: Voyage de Tahitíi” (Gauguin, viaje a Tahití) es una película francesa que narra, tomándose sus libertades interpretativas, el contenido del cuaderno personal llevado al libro “Noa Noa, voyage de Tahiti”, siendo Noa Noa el apodo que el pintor Paul Gauguin le puso a su mujer tahitiana Tehura, una joven nativa que se unió a él por propia voluntad, teniendo la potestad de irse de su lado cuando cambiase el ciclo lunar, en caso de no ser feliz a su lado.
Yendo a la trama de la película, ésta comienza en París, 1891. Todo episodio anterior de su vida no se ve ni se menciona, salvo el conflicto familiar actual, la falta de intereses comunes entre él y su esposa, la danesa Mette Sophie Gad, madre de sus cinco hijos.
Debido a que Gauguin es un precursor, un pionero en su estilo, sus cuadros no se venden y su precariedad material lo lleva a vivir en un pequeño departamento que no mantiene limpio. Ha llegado a uno de los tantos extremos adonde su vida fue a parar debido a la incomprensión por su obra y por su modo de ver el mundo y la vida misma.
Son los rasgos de su personalidad y el estilo de su pintura lo que rechazan sus suegros, quienes jamás le brindan la oportunidad de expandirse mientras el pintor, su esposa y los hijos viven en las afueras de Copenhague junto a ellos en la misma casa. La atmósfera es allí insoportable, y Gauguin, deja a su familia en aquel país, no con afán de abandonarlos sino para poder ganarse la vida como artista. Decide dedicarse de lleno a la pintura en su ciudad natal y se va de Dinamarca. Es decir, para cuando toma la decisión de irse a la Polinesia francesa a causa de la falta de sustento material que soporta con cierto estoicismo, y de la sofocación que siente al vivir dentro de una sociedad hipócrita en donde según él, los artistas se han vuelto cómodos y han olvidado las bases, él anhela un renacimiento, volver a los inicios, a un cierto grado de virginidad, como la que seguramente debe haber en Tahití… e insiste en llevarse a la esposa y a los hijos para empezar una vida en la playa, con el sol y las palmeras donde los niños podrán pescar y recoger cocos. La mujer se espanta. La petición de Gauguin es realizada una y otra vez, y asimismo ésta le es denegada.
Paul Gauguin está convencido de su decisión, y nunca tiene la intención de abandonar a nadie; contrariamente, se siente abandonado.
No obstante tener todo el viento en su contra, Gauguin parte lleno de esperanzas a su nuevo mundo, aunque a poco de llegar, encuentra un panorama diferente al imaginado, debido a los estragos de la colonización que se tornan obvios: hay nativos que van a la iglesia católica, siendo ellos de naturaleza politeísta, y polígamos, cuestión esta última con la que no pueden luchar sin ser vencidos los invasores europeos, aunque sí en gran parte de la población, consiguen la conversión de los nativos al cristianismo, hecho que molestará a Gauguin.
Prontamente, el artista aprende la lengua del país y se integra a la comunidad, así es como una noche conoce a Tehura dentro del seno de su familia.
Durante un tiempo menor a dos años, Paul y Tehura son felices: él le enseña a dibujar, se ríen juntos, se divierten. Ella es primitiva, como él la describe en una oportunidad, pero es precisamente eso lo que él fue a buscar a ese sitio, primitivismo.
Previo a conocer a Tehura, Gauguin padece un ataque cardíaco cuando recibe la carta que su esposa le envía diciéndole que disuelve su vínculo con él, que ya no son familia. Cuando el pintor se recupera en una sala hospitalaria sencilla, el médico le sugiere que se interne y de paso, trate su diabetes, a lo que Gauguin ni responde y se da a la fuga del hospital para instalarse nuevamente en su choza y empezar a pintar.
Es Tehura quien lo cura de sus males. Desde que la conoce y se unen, ella insufla en él un soplo de vida y él revive, notándolo así su médico que va a buscarlo y lejos de encontrarlo en mal estado, es recibido por un hombre rejuvenecido que ha estado pintando como nunca.
Este médico jugará un importante papel en la vida de Gauguin durante su estadía en Tahití, puesto que se encargará de venderle unos cuantos cuadros en sus viajes, además de terminar forjando una amistad, quizás ese tipo de amistad que solemos tener en la diáspora con gente con la que, de vivir en nuestros lugares de origen, jamás habríamos cruzado palabra. Citando a Borges en su poema “Buenos Aires”, escrito en París en 1963, me viene el verso: No nos une el amor sino el espanto.
Y otra vez, llegan las horas oscuras para Gauguin cuando Tehura comienza una relación a escondidas con un joven lugareño que vive en la choza de al lado. Todo hace ver que los jóvenes se enamoran de ese modo inevitable en que sucede el amor cuando no se lo espera, y ella, con tal de estar más tiempo con este joven, empieza a asistir a la iglesia católica que puede verse desde la ventana de su casa, exactamente desde el sitio en donde Paul Gauguin pinta.
Una noche, tras no encontrarla en la cama, el pintor sale a buscar desesperadamente a su mujer, para encontrarla en una barca después de haber hecho el amor con el joven. Ambos duermen y Gauguin, en un principio les apunta con su rifle, pero lo baja y se va. Al día siguiente, prepara su carro y su caballo, hace la maleta y se lleva a su mujer a otro pueblo para que no lo engañe más. Ella se va llorando, mirando al hombre de quien ahora está enamorada, quien queda atrás, empequeñeciéndose su figura acorde el carro avanza hacia la nueva morada de esta pareja que ha dejado de ser feliz.
Pero la mudanza no mejora nada; Tehura ha cambiado. Su risa perenne se ha desdibujado y Gauguin, además de estar trabajando de estibador, está amargado, cerrando con llave la puerta todos los días al partir por temor a que la muchacha lo abandone.
No pasa mucho tiempo hasta que los jóvenes amantes se encuentran. Él va por ella y de algún modo, abre la puerta vedada. Al llegar Gauguin a su hogar, encuentra la puerta abierta de par en par, pero allí está Tehura que le demuestra que aún vive allí, que no ha querido escaparse sino demostrarle que no es necesario el encierro que le inflige, tal vez, equivalente al sofocamiento que él padecía en París.
Él la pinta una última vez y la deja partir con todo su dolor, pero siendo un apasionado, un amante de la libertad y de la naturaleza, no puede retener a una mujer que es desgraciada a su lado y que ama a otro.
Ése es el momento en el que acepta ser repatriado a Francia, como “Artista en peligro”, debido a su precaria condición física. Allí es donde termina este filme que denota un gran conocimiento del director en cuanto a los estilos impresionista y neoimpresionista, además del cuidado extremo en recrear tanto la época como los espacios, no desatendiendo ningún detalle. No hay fisuras histórico-espaciales, sino todo lo contrario: Si no fuera porque la película carece del poder de brindar aromas, parecería que éstos emergen de la historia. Tan bien narrada está visualmente, y en su fotografía y recreación de los lugares, que tanto podemos percibir el olor nauseabundo del pequeño departamento de París, como el fuerte aroma a mar de Tahití, la brisa, el dulzor de las palmeras, y también el aroma a sexo que más que mostrado abiertamente está insinuado, sutilmente visto.
El guión es perfecto, oscilando entre el idioma francés y la lengua reo mā’ohi.
Vincent Cassel interpreta a un Gauguin perfecto. Cada intervención suya es una lección de actuación, como siempre. Según mi punto de vista, éste es el personaje más difícil que le ha tocado actuar a Cassel a lo largo de su trayectoria.
El ritmo del filme es netamente francés, lento en comparación con el cine estadounidense, con silencios que permiten oír los sonidos de la naturaleza en la Polinesia, y previamente en Francia, la sonoridad del burdel donde Gauguin anuncia su partida al paraíso…
Nunca más volverá a encontrarse con Tehura.
Para agregar una perlita, durante el 2009, tuve oportunidad de asistir a la exposición itinerante de la obra de Gauguin en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, que incluía una carpeta realizada por el artista para guardar sus dibujos: hecha en cartón gris grueso, cosida cuidadosamente a mano con un hilo vegetal grueso, decorada en sus tapas con sus propios dibujos directamente sobre el cartón en cuya trama se observan fibras naturales que lo componen, y una cinta en cada tapa para cerrarlo como un portafolios.
Esa obra atrapó mi atención quizás más que los cuadros que de por sí me fascinan, y me quedé mirándola tras la vitrina por largo tiempo. De sólo pensar que Gauguin realizó esa carpeta, y que la tocó tantas veces, me hizo sentirlo más real que nunca.
Y es el nieto de Flora Tristán…
Tráiler de Gauguin, viaje a Tahití
FICHA TÉCNICA
Título original: Gauguin: Voyage de Tahitiaka
Dirección: Edouard Deluc
Guion: Etienne Comar, Edouard Deluc, Sarah Kaminsky, Thomas Lilti
Música: Warren Ellis
Fotografía: Pierre Cottereau
Empresa Productora:
Studiocanal
Género: Drama biográfico
Año: 2017
Duración: 102 min.
País: Francia