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Red Internacional
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LIDTERATURA // MAESTRAS QUE ESCRIBEN. El oficio de luchar entre tizas y goteras

La docente y astillera Nora Buich nos regala un retrato íntimo que muestra el lado B de la docencia. Ese atravesamiento que se sostiene con vocación, amor propio y conciencia de clase. Cuando ser docente es mucho más que las horas frente a clase o bancarla en el piquete.

Viernes 13 de septiembre de 2019 21:30

El oficio de maestra, maestro o profe es un oficio para valientes. También hay que tener mucha imaginación y una gran capacidad de supervivencia. Toda persona que elige esta profesión se viene a preguntar en algún momento porqué la ha elegido.

Transmitir conocimiento es una gran responsabilidad y un desafío.

Pero los docentes no sólo hacemos eso: escuchamos a nuestros alumnos y nuestras alumnas contarnos sus angustias, sus alegrías, sus preocupaciones. Los contenemos como podemos, con un abrazo, con un cuento, pero también revelándonos con ellos.

Ser docente también es practicar la solidaridad de clase, son los padres de nuestros alumnos quienes se quedan sin trabajo.

Usamos la imaginación para volver divertida una clase con sólo una tiza de hace dos siglos, en un pizarrón pintado mil veces, en escuelas que se caen a pedazos, con baños sin agua, con libros que no alcanzan para todes.

Sobrevivimos haciendo más de un turno, volando de escuela en escuela, para ni siquiera llegar al sueldo mínimo pero aún orgullosxs de defender la escuela pública, ésa a la que llegan los pibes y pibas por que la eligen y no porque “caen” como dijo Macri.

¿Quién no tiene una anécdota de haber comprado algo en el kiosco para algún alumno que llega sin comer a la clase o traer útiles de la casa para que puedan trabajar?

Somos también los docentes que tenemos que despedir a una víctima del gatillo fácil o quienes marchamos buscando a alguna adolescente que desaparece en manos de la mafia de la trata.

Ser docente es estar llenos de orgullo y a veces llenos de rabia.
Rabia porque en Chubut, el gobierno de Arcioni hace meses que no paga los sueldos y más de 50.000 estatales están en pie de lucha desde entonces. Entre ellos los maestros y maestras.

Rabia porque hace poco más de una semana, una patota del gremio petrolero agredió a docentes que estaban protestando con piquetes en las rutas de acceso a la provincia, los golpeó y tiró abajo los refugios que construyeron para albergarse de las temperaturas bajo cero que los soportan en la protesta. Los quisieron borrar y no pudieron, miles de docentes de todo el país pararon por ellos en solidaridad.

El oficio de maestra, maestro o profe es un oficio para valientes como les docentes de Chubut.

Pero, por supuesto, nuestro oficio tiene momentos maravillosos. La escuela actual es una institución caduca; ya no es el reservorio del conocimiento. Hoy internet ha puesto una cantidad enorme de información al alcance de los alumnos y alumnas. Ya nadie necesita comprar el manual para saber qué pasó en la Revolución Francesa o quién fue Rodolfo Walsh.

Pero, aun así, los cuentos y la poesía son mundos que llevamos a las aulas en los primeros años de la escolaridad. Y en los años superiores somos quienes, a través de la enseñanza de la historia, de las ciencias y de la literatura, planteamos debates para pensarnos junto a les adolescentes.
Y en medio de techos que se llueven, aulas sin calefacción y salarios miserables, hay un momento en que compartimos una lectura y el aula se vuelve un silencio atronador lleno de atención, con respiraciones que se detienen esperando saber quién de los tres portugueses mató al cuarto, o la gotera desaparece mientras imaginamos cómo es un árbol que en vez de flores tiene pájaros. Es inigualable.

Pero, además, el oficio de maestra, maestro o profe ha sido el primero o el otro oficio de muches grandes escritores como Gabriela Mistral, Antonio Machado o Julio Cortázar.

En una nueva conmemoración del Día del maestro, reivindicamos el trabajo de las maestras y dedicamos esta declaración de principios a todos los trabajadores de la educación que siguen eligiendo sostener la escuela pública y no evitan estar en las calles para defenderla, a aquellos que eligen transmitir el conocimiento científico en vez del oscurantismo religioso y que todavía leen cuentos, poemas y novelas porque la ficción es una llave que permite soñar otros mundos posibles en donde ser esclavos no es una regla inquebrantable y sí es posible tener tiempo para gozar de la belleza del mundo.