Lo primero que queda en evidencia después de la última semana es que el movimiento catalán aún está vivo y goza de salud. Lo segundo es que los desvíos que desde meses práctica el Govern provocan cada vez más desconfianza en un sector importante del movimiento.
Miércoles 3 de octubre de 2018
Foto: EFE / Quique García
Las jornadas del primer aniversario del 1 y el 3 de octubre no sólo evidencian esto, sino que dan muestras de una incipiente desconfianza y descontento de un sector importante con el rumbo del procés.
El discurso del ultimátum del President Quim Torra al Gobierno de Sánchez por un referéndum pactado no ha sobrevivido más que un día. Por lo menos una parte de Esquerra Republicana, de la mano de diversos representantes, se ha desmarcado y el PDeCAT se muestra dividido.
Después de esto, Torra, en una misiva formal a la Moncloa, alentó al ejecutivo de Sánchez a reunirse en Barcelona las próximas semanas con la Generalitat para hablar "sin condiciones ni renuncias" del proyecto del Gobierno para Cataluña y también "del ejercicio del derecho a la autodeterminación", sin hacer nueva referencia a los plazos puestos en el ultimátum que daba a Sánchez un mes para pactar un referéndum en Catalunya.
Pasado ese plazo, advertía Torra que “el independentismo no podrá garantizar ningún tipo de estabilidad en el Congreso”.
El Gobierno respondió con contundencia y de forma inmediata a Torra: Moncloa no negociará sobre un posible referéndum. En palabras de la portavoz Isabel Celaá, “El presidente de la Generalitat no tiene que esperar al mes de noviembre para conocer nuestra respuesta: la respuesta es autogobierno y no independencia”. Según la socialista Batet "El derecho de autodeterminación no cabe en nuestro ordenamiento jurídico".
Esto dejó al gobierno de Torra en flagrante evidencia entre un discurso “independentista” y un gobierno en la práctica autonomista, que mantiene una comisión bilateral con el gobierno para buscar cauces de una vuelta a la normalidad.
Para el gobierno de Pedro Sánchez y el régimen de conjunto, Catalunya sigue siendo la crisis más aguda.
Mientras tanto Ciudadanos brama por la aplicación de un nuevo 155 y la aplicación de la ley de partidos para ilegalizar al independentismo, a lo que se suma el PP en un endurecimiento de la deriva represiva de la derecha.
Inés Arrimadas, amenazante, le ha señalado a Torra que “No confunda la debilidad del Gobierno de Sánchez con una supuesta debilidad del Estado”, recordándole que no cometa el mismo error que cometió Puigdemont, ya que “a lo mejor acabamos todos mal”, espetó.
Miquel Iceta, por los socialistas catalanes, azuza el fantasma de la violencia por la frustración. “Algunos discursos generan frustración y esta puede provocar violencia” sostiene y exige al mismo tiempo que se abandone la vía unilateral y se aproveche el diálogo con el gobierno de Sánchez.
Sin embargo, la violencia ya es una realidad en Catalunya hace tiempo y no precisamente por parte del movimiento catalán. Solo basta recordar las imágenes del 1-O y el clima represivo policial y judicial desatado con la aplicación del 155, sin hablar de los últimos hechos en la conmemoración de estas fechas. El responsable de esta violencia no es otro que el propio Estado español.
La frustración viene de la mano de la negación de los derechos democráticos del pueblo catalán y de los peores recortes sociales de la transición a esta parte. Aunque también se empieza a expresar cierto hartazgo con la inconsecuencia y las maniobras sin rumbo de la dirección del procés.
Los comunes también le afearon el ultimátum a Torra. “Sea realista”… “En un mes no se puede pactar algo tan importante como un referéndum. Esto es una nueva versión del ‘tenemos prisa’, y ya sabemos cómo acabó aquello”, ha sostenido Jéssica Albiach, quien se estrena como presidenta de los comunes en el Parlament, pugnando por un “pacto histórico que genere un bloque progresista”.
Pero si de verdad los comunes creen que esto es algo de un mes, es que se perdieron casi toda la película. “Ser realistas” es aceptar que el Estado español niega sistemáticamente el derecho de autodeterminación y que este no puede ser pactado sino conquistado. Así, como que un bloque progresista con un partido del Ibex 35 y la corona, como es el PSOE, es pura charlatanería o una ingenuidad sin límites.
La aplicación del mandato del 1 de Octubre, es decir, un verdadero proceso constituyente en Catalunya que pueda discutir sin cortapisas el contenido de la nueva república así como la libertad de los presos políticos, sólo se podrá hacer efectivo mediante una lucha en las calles con la clase trabajadora al frente junto a los sectores populares.
La República Catalana será obrera o no será.