Peña Nieto afirmó que la economía, el empleo y el consumo es la base de su “éxito” electoral. A tres años de las presidenciales, empiezan los destapes.

Pablo Oprinari Ciudad de México / @POprinari
Viernes 19 de junio de 2015
En una reunión con la comunidad libanesa, Enrique Peña Nieto declaró que los buenos resultados que habría obtenido el Partido Revolucionario Institucional (PRI) –en particular mantener la mayoría en la Cámara de Diputados– son por “los avances en la economía, el incremento histórico en el nivel de empleos y el mayor consumo entre la población”. Peña Nieto presentó así un país que no es el que viven día a día millones de familias y la amplia mayoría de la población trabajadora. La realidad económica de México, y sus consecuencias sociales, están signadas por los bajos salarios, la precarización del empleo, el trabajo informal, y una amplia brecha entre el salario mínimo y las necesidades básicas para subsistir.
Además, la “macroeconomía” de la cual se jacta el presidente Peña Nieto está cruzada por los nubarrones de la economía mundial, que empujaron a una retracción de las expectativas del crecimiento económico nacional en los últimos años.
Uno de los “caballitos de batalla” del país peñanietista, las inversiones extranjeras recibidas –orientadas fundamentalmente a ramas como la automotriz–, se basan en una de las principales conquistas de los sexenios panistas y priistas: una mano de obra de las más baratas del mundo, que compite con los ya de por sí bajísimos salarios en China.
La mayoría conquistada por el PRI y sus aliados en el Congreso no disimula la pérdida de votos del tricolor, así como de entidades importantes –Nuevo León– y ciudades claves como Guadalajara. Si mantuvo el primer lugar en la elección no fue porque su política económica y social favorezca a las grandes mayorías, sino porque contó con el apoyo de sectores altos y de las clases medias –efectivamente beneficiadas de la integración con la economía yanqui y el acceso al consumo– y de sectores populares a los que controla a través de su aparato corporativo, que va desde los grandes sindicatos de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) y el Congreso del Trabajo, hasta organizaciones oficialistas campesinas y urbanas.
De las declaraciones de Peña Nieto no sólo se puede desprender su interés en presentar un panorama favorable para la actual administración y ocultar las acusaciones de fraude y compra de votos. También se vislumbra que Los Pinos pretende poner su principal activo –la mayoría parlamentaria que puede potenciarse con alianzas con el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD)– al servicio de avanzar en los pendientes de su agenda, esto aún a costo de despertar nuevas movilizaciones. Es por eso que se muestra firme frente a las demandas del magisterio que se moviliza en muchos puntos del país, y que declaró que, “llueve o truena”, impondrá la evaluación docente.
Terminó la elección, empiezan los “destapes”
A los anuncios de López Obrador y Margarita Zavala, presentando sus aspiraciones para contender por la presidencia en el 2018, se sumó el destape de Miguel Angel Mancera, actual jefe de gobierno del Distrito Federal. A pesar de que el PRD capitalino cayó a niveles históricos (pasando del 65% al 20%) en la primera elección de su administración, Mancera no tuvo empacho en aceptar que el sol azteca pagó el “costo político” de medidas tales como el aumento del metro.
A tono con la fiebre de candidaturas independientes, Mancera dijo que si el PRD no lo postula, él se presentaría como candidato independiente, pero que de una forma o de otra, va a estar entre los “presidenciables”.
Es un fuerte indicio de que estas candidaturas serán el vehículo para que integrantes de los grandes partidos del régimen –el PRI, el PAN y el PRD– que queden fuera del reparto de candidaturas, busquen llegar a gobernaturas, curules e incluso la presidencia. Actuando además como una vía para darle oxigeno a un sistema político referenciado con partidos que arrastran un importante descrédito.
A fin de cuentas, es el caso del Bronco, que después de una larga militancia priista, se presentó como candidato independiente y, capitalizando el desprestigio de la “política tradicional”, llegó a la gobernatura de Nuevo León. Desde la cual buscará gobernar mediante pactos con el PAN y el PRI en el congreso local y con acuerdos con Peña Nieto.
Los “destapes” obedecen, en cierta medida, a las fricciones que recorren a los principales partidos después del 7 de junio. Sectores de los mismos buscan ganar ventaja, como es el caso del PAN con Margarita Zavala, o de Mancera, que presiona así al PRD. Y pueden también leerse como una respuesta al desprestigio de los distintos institutos políticos, poniendo a los mismos –especialmente a los más golpeados, el PRD y el PAN– ya en linea para la competencia del 2018, así como al Morena, que se fortaleció el pasado 7 de junio.
Habrá que ver si estos destapes prematuros quedan sólo en eso, o en cambio prenuncian un adelantamiento de la discusión por la sucesión presidencial, que estará jalonada por elecciones estatales el próximo 2016.
En caso de que así fuera, cabe preguntarse que hará el PRI: el tricolor necesita sí o sí poner su fuerza institucional para preservar el poder del presidente Peña Nieto y apuntalar las medidas y leyes que se vienen; a Los Pinos difícilmente le convenga un adelantamiento de la discusión interna pre-electoral.
Aun arrastrando descrédito y pérdida de legitimidad, Peña Nieto y el PRI se preparan para dar nuevos golpes políticos, entre ellos la aplicación de las reformas estructurales, en particular la energética y la educativa. Justamente es la forma que tienen los partidos de la clase dominante -y el PRI es experto en ello- para enfrentar estas situaciones: apostar a poner a la defensiva a los trabajadores y el pueblo.
En particular, el gobierno, los partidos e instituciones de esta democracia asesina quieren derrotar al magisterio para dar una lección a todo el movimiento obrero y popular, y evitar que se retome el camino abierto por la lucha por los normalistas.
Las próximas semanas dirán si en torno a la lucha de las y los maestros se logra articular un amplio movimiento de solidaridad que permita frenar la prepotencia gubernamental.

Pablo Oprinari
Sociólogo y latinoamericanista (UNAM), coordinador de México en Llamas. Interpretaciones marxistas de la revolución y coautor de Juventud en las calles. Coordinador de Ideas de Izquierda México, columnista en La Izquierda Diario Mx e integrante del Movimiento de las y los Trabajadores Socialistas.