Domingo 19 de abril de 2015 11:17
En su tribuna publicada en Le Monde del 10 de abril, cuyo título es “La [centro] izquierda actual es termidoriana y cínica”, los historiadores Jean-Claude Pacitto y Philippe Jourdan, destacan las raíces ideológicas que ligan al gobierno actual con la casta política que se aferra al poder tras la caída de Robespierre en la revolución francesa. Esto ocurrió en el mes de Termidor (en la revolución francesa se habían rebautizado los nombres de los meses) y por eso el adjetivo “termidoriano”. “Los termidorianos, nos dicen, van a legar a la [centro] izquierda contemporánea […] su gran capacidad de disfrazar el cinismo y un amor sin mesura del poder por el poder”
Este cinismo permite mejorar la calidad de actuación que nos muestra el gobierno estos últimos días: para sobrevivir, en la perspectiva del congreso del partido socialista en junio próximo, hay que fingir ser de izquierda para marcar las diferencias con la derecha y la extrema derecha.
Este trabajo le resulta más fácil gracias a la complacencia del público de este circo teatral, especialmente de los periodistas.
“soy de izquierda porque la derecha me critica”
Esta semana pasaron varios sainetes con el título de “soy de izquierda porque la derecha me critica”. El primer elemento de la puesta en escena es la reforma de la enseñanza media. El proyecto, presentado en sus grandes líneas por Najat Vallaud-Belkacem, la ministra de educación, aunque intenta ser presentado como la continuación de la reforma instaurada por su predecesor de derecha, Luc Chatel, Le Figaro se opone fuertemente. Para su editorialista Yves Thréard, con los socialistas, de quienes “no se puede esperar […] que le levanten el nivel […], la escuela ya no es ese lugar sagrado donde se transmiten conocimientos, sino un lugar abierto enteramente a la demagogia”. Oponiéndo al proyecto de la ministra la defensa del “esfuerzo”, “los castigos” y el aprendizaje “de memoria”, Thréard logra pintar la reforma como una especia de experimento izquierdista cuando en realidad no es más la continuación de la campaña de destrucción del derecho a la educación para todos, sin importar los barrios o las provincias. El lo sabe, pero finge creer lo contrario.
Encontramos el mismo tipo de procedimiento con el “Caso Renault2 que opone al gobierno socialista con el constructor francés, décimo constructor mundial en términos de producción.
Lo que está en juego en este conflicto es el rechazo de la parte de Renault y de la mayoría de las grandes empresas de permitir la aplicación de una de las cláusulas de la ley Florange, que refuerza el peso de algunos accionarios en la toma de decisiones. Se trata de los accionarios que supuestamente representan a los verdaderos inversores responsables, preocupados por el desarrollo productivo, y en detrimento de los accionarios más nuevos, limitando el rol de los que serían simples especuladores de corto plazo. Desde hace un tiempo, los socialistas han empezado a hacer propia la defensa de la división entre el buen capitalismo, productivo y responsable, y el malo, los temidos especuladores. Esta cláusula, sin embargo, molesta a varias grandes empresas, que desean tener las manos libres. Esta es una ocasión soñada para hacer pasar a Hollande y al ministro de economía Macron por verdaderos socialistas, defensores de un Estado estratega, preocupados por la defensa del empleo, aunque solo tengan pocas diferencias, de matices. Habría entonces, según La Opinión del 18 y 19 de abril, “una pulseada entre el estado y Carlos Ghosn” (el presidente de Renault), mientras que Le Monde del 18 de abril dice que hay un conflicto abierto entre “el estado, los accionarios y los empresarios”. Uno se creería haber vuelto a 1981, cuando los empresarios fingían temer el arribo al poder del socialista de Miterrand.
Un poco de lucidez
Si se miran de más cerca las principales decisiones tomadas esta semana por el gobierno, el resultado es otro. Más allá de los titulares, una vez que se caen las caretas, se escucha otra música. Respecto a la ley de inteligencia, que es debatida en estos momentos, la derecha del UMP y el centro del UDI han defendido como un solo hombre las propuestas del ministro del interior Bernard Cazeneuve. En lo que se refiere a las “libertades democráticas” hay acuerdo entre la centro izquierda, la derecha y los empresarios.
En la enmienda a la ley de reforma económica, que es de suma importancia el ministro de economía “Macron, está en sintonía con la derecha” nos dice el diario Le Monde el 18 de abril. Ante algunas críticas de los senadores, el ministro respondió “en un mundo abierto hay que tener un poco de lucidez. Francia, sin sus grandes empresas, es España […] Podemos decidir de tener un régimen soviético en un solo país, pero eso no funciona”
Una vez olvidada la “pulseada con Renault”, una vez quitado el barniz ideológico que recubre algunos discursos gubernamentales, la verdad sale a la superficie, a pesar de la ayuda brindada por los medios de comunicación para vender gato por liebre. “El rey dinero y el progresismo loco [y fingido agregaríamos nosotros], son viejos compañeros de ruta de la [centro] izquierda francesa” nos dicen Pacitto y Jourdain al final de su tribuna. Los hechos de esta semana les dan la razón.