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Red Internacional
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Cine // Opinión. “El patrón” y una escena reveladora

Algunas reflexiones sobre la película ‘El patrón. Radiografía de un crimen’ de Sebastián Schindel y el análisis de una escena reveladora.

Demian Paredes @demian_paredes

Jueves 24 de septiembre de 2015

Se suele citar, entre las “frases famosas” mundialmente conocidas (y repetidas) de diversos artistas, autores y pensadores, esta de Bertolt Brecht: “¿Qué significa asaltar un banco comparado con fundarlo?”. Pero, también, lo que se suele olvidar (o no mencionar) es la que le sigue inmediatamente: “¿Qué es asesinar a un hombre comparado con un contrato de trabajo?”. Inteligentes interrogantes a los que se le puede agregar uno más: ¿Y si es sin contrato, mediante la más feroz y brutal esclavitud?

Esto mismo (el trabajo –y sus condiciones– y el asesinato) es lo que aparece en El patrón. Radiografía de un crimen, primera película (estrenada hace unos meses) del documentalista Sebastián Schindel, basada en el libro homónimo del criminólogo Elías Neuman.

Neuman, fallecido en 2011, es autor de una veintena de títulos que analiza y discute –desde un trasfondo social y humanitario– críticamente el sistema penal (estaba en contra de la baja de la edad de imputabilidad, en abierta crítica a Scioli, por ejemplo). Escribió Neuman en el epílogo de su libro sobre el caso del asesinato contra el dueño, ocurrido a mediados de la década de 1980, que comete el empleado de una carnicería (en la que estaba obligado a vivir con su esposa), que “la muerte, propia o ajena”, era la “única salida posible a la opresión dramática de sus vidas. No parece haber otras opciones. (…) Matar o morir se traduce en una forma de no ceder más, de interrumpir el pacto ilimitado con la adversidad y aún desafiarla”. (Cabe recordar además que, en el caso real, la salvaje explotación-esclavitud y maltratos que padecieron el empleado santiagueño y su mujer duró 18 años –algo diferente a lo que se ve en la película, que se desarrolla, “apenas”, en un año, o dos–. Y que “Hermógenes” tuvo dos, no sólo un hijo –como en la película– en “el cuartito” del fondo del negocio que debía atender y mantener.) Fue el mismo Neuman quien tomó el caso del empleado, que no tenía dinero para pagar un abogado propio, y, también, quien le hizo llegar su libro El patrón, más de una década atrás, al cineasta…

Más allá de las diversas discusiones, interpretaciones y críticas sobre el libreto y las actuaciones (si el protagonista, Joaquín Furriel, actúa bien o no –si se “transforma completamente” y está “irreconocible”, o todo lo contrario–; si el “personaje malo” del patrón que encarna Luis Ziembrowski está o no bien hecho, o si está lleno de clichés y estereotipos, etc.) considero que hay una escena –en el marco de una película fuerte, intensa, de denuncia a la esclavitud y dominación patronal, y también a los mecanismos “impersonales”, burocratizados y elitistas de los tribunales– completamente iluminadora, reveladora, hacia el final. Allí, con pocos elementos (el personaje de Hermógenes, ya de regreso en sus pagos, en Santiago del Estero, trabajando de hachero hasta el anochecer, cargando sus herramientas –¿serán suyas?–, ve pasar un camión, presumiblemente hacia la ruta, rumbo a las ciudades, del que se escapa un mugido…) surge una iluminación (una interpretación-revelación posible), respecto a esta problemática, a partir de esta historia particular.

En efecto: pese a los denodados esfuerzos del abogado (en la película, un joven de clase media –interpretado por Guillermo Pfening–, felizmente casado, con un hijo recién nacido, que se sensibiliza y conmueve ante el caso) defensor del “patroncida” Hermógenes, la libertad de éste implica un cambio de situación, pero no de estado. Y esta diferencia, aunque sutil, es esencial: implica (decir) muchas cosas sobre el sistema (capitalista); cuestiones que se pueden configurar desde este final, donde el abogado, todo lo indicaría, “triunfa” con sus argumentos (Hermógenes actuó como actuó “por emoción violenta”) y consigue evitar la condena del empleado a cadena perpetua por homicidio.

Patrón. Radiografía de un crimen es –gustos aparte– un “hiper-concentrado” sobre el mundo de las carnicerías (de algunas: el director aclaró que juntó en su película todas las maniobras que conoció para vender la carne “pasada”, en mal estado). Y, también, como “radiografía”, nos permite cambiar el diagnóstico de “la justicia” (del capitalismo) respecto a Hermógenes, y pensar en verdad quién, cómo y dónde cometió “el crimen” (remember Brecht: puede ser tan –o más– criminal que el asesinato explotar a otro ser humano)… Es tal como lo dijo el director en una entrevista: “Lamentablemente la esclavitud en el siglo XXI está más que vigente. Y no es algo exclusivo de la Argentina”.