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Red Internacional
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Editorial. El periodismo frente a Milei

La delicada frontera entre la obligación de entender un fenómeno político y justificarlo. Editorial de “El Círculo Rojo”, programa de La Izquierda Diario que ese emite los jueves de 22 a 24 h por Radio Con Vos, 89.9.

Fernando Rosso

Fernando Rosso @RossoFer

Jueves 23 de mayo de 2024 23:28

  • Hay una pregunta incómoda que anda dando vueltas desde que Javier Milei llegó al Gobierno y que puede resumirse así: ¿Dónde está el límite entre la obligación de entender el nuevo fenómeno político y justificarlo? ¿Cómo hacer para indagar o buscar causas que habilitaron su llegada al poder sin caer en la tentación de avalarlo como si su ascenso era una fatalidad inevitable?
  • La semana pasada fui invitado a un conversatorio en la provincia de Neuquén en lo que fue de hecho la inauguración de unos talleres sobre periodismo. Compartí mesa con destacados colegas de la región con quienes intercambiamos algunas ideas sobre el periodismo en tiempos de crisis y, de alguna manera, abordamos esta cuestión.
  • El evento coincidió (seguramente no por casualidad) con un debate que cruza al periodismo —incluso tuvo algunas expresiones en esta radio— y se refiere a cómo abordar al Gobierno de Milei y a su experimento político (compresión y justificación).
  • A ver, no es un debate privativo del periodismo, es mucho más amplio y atraviesa a múltiples disciplinas (la sociología, la política, la historia), pero bueno, el periodismo juega su rol y tiene sus especificidades.
  • Discutiendo esta cuestión (entre compresión y justificación), alguna vez el periodista Martín Rodríguez hizo una síntesis y afirmó: “Milei no tiene razón, pero sus votantes tienen razones” ¿Qué quería decir? Bueno, que era una obligación buscar las causas, las “razones”, los motivos que llevaron a que una parte considerable de la sociedad canalice su malestar apoyando a Milei, pero partiendo de la base de que Milei (o su proyecto político) no tienen razón.
  • Porque hay una tentación producida por la sorpresa del triunfo, en primer lugar, pero también por el apoyo que mantiene o por las características del personaje que obnubila a algunos y que conduce a decir: “Algo de razón tendrá”. A veces se fundamentan estas posiciones en las condiciones de la época y, justamente, para no quedarse afuera de la época, ceden ante los aspectos más reaccionarios de los tiempos que nos tocan vivir. Por ejemplo, se intenta separar las características más brutales de Milei (sus formas) del contenido de su política: se rechazan las formas y se comienzan a aceptar partes sustanciales del contenido.
  • ¿Cómo sería esto en concreto? Algo así: no nos gusta Milei, pero algún ajuste fiscal como el que está haciendo había que hacer; rechazamos sus aristas más violentas u ofensivas, pero alguna reforma laboral hay que debatir. Es decir, se comienza discutir (como la oposición más colaboracionista) “contra” Milei, pero dentro del universo de ideas impuesto por Milei y que a la vez fue construido por todos aquellos que fogonearon el consenso del ajuste.
  • Ojo, no es la primera vez que pasa esto. Tenemos la experiencia de la emblemática década del ’90 y el menemismo. Durante los ’90, el periodismo ayudó a construir un sentido común político (o “antipolítico”) a través de una corriente de opinión que colocó a la corrupción como eje del mal. Una suerte de horizonte fundacional que ponía el eje en la necesidad de una regeneración moral que tenía el deber de acabar con la corrupción. Esta narrativa ganó centralidad y tuvo entre uno de sus fogoneros más estridentes a Carlos “Chacho” Álvarez, fundador de uno de los dos partidos que conformaron la Alianza (Frepaso). El paradigma económico no era objeto de crítica (es más, era inobjetable), el problema radicaba en los negociados que aceitaban su funcionamiento. No se ponía el acento en el contenido, sino en la forma. Lo secundario le había ganado la batalla cultural a lo principal. Página 12 o algunas secciones de La Nación fueron emblema en este sentido, pero también fueron los años del éxito de Telenoche Investiga o Día D (de Jorge Lanata), de la irrupción de las denuncias por coimas, sobreprecios, contratos irregulares, empresas fantasmas y del florecimiento editorial de títulos como Robo para la corona (Horacio Verbitsky), La corrupción (Mariano Grondona), Todo tiene precio (Capalbo y Pandolfo) o El palacio de la corrupción (Carnota y Talpone), entre otros. El nuevo sentido común impugnaba al sistema político y no cuestionaba al régimen social que le daba sustento. Las contrarreformas estructurales que están en la base de la decadencia argentina actual no eran el objeto principal de la crítica (salvo excepciones, obvio).
  • Fue extraño porque, por el contrario, el nuevo cine que irrumpió en la escena desde fines de la década del ‘90 supo captar mejor los malestares y las grietas de una sociedad que estaba a punto de estallar: pienso en Pizza, birra y faso (1998) de Bruno Stagnaro e Israel Adrián Caetano que puso el foco sobre los habitantes de los márgenes y presentaba a una Buenos Aires degradada como nunca antes se había mostrado; Mundo grúa (1999) de Pablo Trapero trataba la problemática del trabajo, la desocupación y la desarticulación de la clase media; La ciénaga (2001) Lucrecia Martel exponía la decadencia de ciertas fracciones de las “clases altas” o Bolivia (2001) también de Caetano con un clásico: la inmigración y la xenofobia siempre impulsada por el establishment potenciada por la crisis. También llegó a la TV con la legendaria serie Okupas de Stagnaro. Todas experiencias culturales que mostraban mejor las consecuencias de la transformación regresiva que la crítica superficial del periodismo no había hecho de manera tan aguda.
  • Bueno, yo veo una especie de deja vu de esto en la actualidad: hay que explicar a Milei y lo entiendo tan bien, lo veo tan como expresión epocal que casi lo justifico.
  • Ojo, me estoy centrando en el periodismo, pero el sistema político tradicional responde a una lógica similar. Y no solo los más colaboracionistas, hasta la misma Cristina Kirchner empezó a hablar de privatizaciones buenas o reformas laborales positivas.
  • La realidad es que Milei es reacción en toda la línea: en la política económica, en el ajuste fiscal, en la contrarreforma laboral, en la pulverización del salario, en la entrega nacional y en la ideología retrógrada que propala él mismo o a través de sus escribas. Y así hay que denunciarlo, así hay que describirlo y así hay que entenderlo. Entender el fenómeno es una obligación, justificarlo con la excusa de comprenderlo mejor es una capitulación no sólo conceptual, sino y esencialmente, una capitulación política.

Fernando Rosso

Periodista. Editor y columnista político en La Izquierda Diario. Colabora en revistas y publicaciones nacionales con artículos sobre la realidad política y social. Conduce el programa radial “El Círculo Rojo” que se emite todos los jueves de 22 a 24 hs. por Radio Con Vos 89.9.

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