El día del periodista, entre varios saludos, recibimos un libro que nos envió un oyente y también lector de nuestros newsletters (Patricio Reyes) que se titula: La información del silencio. Como se miente contando hechos verdaderos. El autor es Álex Grijelmo, un escritor y periodista español graduado en la Complutense de Madrid, trabajó en muchos medios e incluso ocupó puestos dirigenciales en el Grupo Prisa que edita el diario El País de España. Comencé a leerlo y lo tomo como referencia sobre todo para pensar los modos en que opera la industria cultural del periodismo con lo que quizá es su mercancía más preciada: el silencio. El autor parte de una definición general, si se quiere “ontológica”, del silencio en los distintos lenguajes comunicativos. Y discute contra la idea de que el silencio es sinónimo de la nada misma, de no ser o de vacío: esencialmente polemiza contra la idea de que el silencio no significa. Destaca la importancia del silencio en la música, por ejemplo, cualquiera que hace música lo sabe perfectamente: el silencio es tan importante como el sonido; en las distintas formas narrativas: en la escritura o en el cine: todo el mundo sabe que los silencios marcan el ritmo de cualquier relato. En la radio (silencio). Este silencio pudo informar muchas cosas: algunos habrán pensado que fue un olvido, otros que se perdió la señal (muy común en la Radio Con Vos, al margen), otros que se les rompió el aparato, otros que me callé o que me callaron. Ya tenemos como diez mensajes que nos pudo haber dicho ese silencio. Bueno, creo que la industria cultural del periodismo argentino y del periodismo en general, sabe jugar muy bien el juego del silencio. La dictadura militar, por ejemplo, llevó esta práctica hasta paroxismo y lo hizo lema de Estado: “El silencio es salud”. Y eso que había ruido durante los años de la dictadura, por ejemplo hubo un ruido tremendo durante el mundial de 78; un ruido que tapaba el silencio sobre las torturas, los centros clandestinos de detención, los vuelos de la muerte, los desparecidos, los niños secuestrados. Un silencio ensordecedor y opresivo. Por eso el lema de Rodolfo Walsh en la ANCLA (Agencia de Noticias Clandestina) era: haga circular esta información y “vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad”. Pero, volvamos al presente. Horacio Rodríguez Larreta, por ejemplo, es un gran administrador del silencio. Si algún día se quedara sin “laburo” (laburo entre comillas) podría poner en pie un emprendimiento que estaría condenado al éxito: “Larreta y asociados. Administramos tu silencio mejor que nadie”. Silencio sobre la privatización de una ciudad, sobre la venta del acceso al río, sobre la industria inmobiliaria amparada por el Estado, sobre la salvaje Policía de la Ciudad que no tiene nada que envidiarle a la Bonaerense. Y el mérito de Larreta es que logró que sea transversal: conquistó silencio en las dos orillas de la “grieta”. Pero, no es privativo del jefe de Gobierno de la Ciudad. Otro que logra silencios importantes es Sergio Berni, el secretario de Seguridad de la provincia. Un personaje, a veces siniestro, con sus declaraciones en pos de que a los pibes menores los metan en cana sin asco; lo que dijo sobre la madre de Facundo Castro, el joven desaparecido en la provincia; sobre las personas que ocupaban tierras en Guernica (a las que reprimió). Pero, claro, como está del presunto lado progresista de la “grieta”, se ve bastante beneficiado por el silencio o por un murmullo que no se escuche mucho: bueno es Berni. Un ejemplo más: el tema vacunas. Todos los que denuncian los acuerdos del Gobierno argentino con algunos laboratorios y gritan desaforados: ¡Pfizer, Pfizer, Pfizer! Callan que Pfizer reclama un contrato que le garantice ser “negligente” ¡Quieren una ley que les diga a los laboratorios: “Tranquilos muchachos, hagan sus negligencias en paz”! Ahora, los que se indignan con esto de Pfizer y sus “visitadores médicos” —como ironizó Santiago Cafiero en el Congreso— callaron o lo dijeron muy “en privado” sobre los acuerdos con los otros laboratorios que no son menos leoninos. Y tampoco se habló tanto de que acá se produjo el principio activo en el laboratorio mAbxience y que junto con AstraZeneca incumplieron todos los tiempos de los contratos. Por último, un tema que tratamos en el programa de hoy: los trabajadores y trabajadoras de prensa; y el silencio alrededor de sus reclamos ¿Dónde están las coberturas sobre el conflicto de casi un mes en Página 12, en radios o en otros medios? Son solo algunos ejemplos y ojo, nuca está demás aclararlo, estamos hablando de las líneas editoriales de las empresas periodísticas, en medio de eso hay muchos compañeros y compañeras que intentan filtrar verdades o denuncias. Entonces, cuando decimos que a la verdad no solo hay que contarla, también hay que militarla, tiene que ver con esto: con luchar porque la verdad se haga un lugar entre tanto ruido y tanto silencio.