El Frente Amplio se acerca a culminar la preparación de su programa presidencial que incluyó encuentros territoriales y un plebiscito en el que participaron 16.793 personas. Una ecuación tensa entre participación, expertos y las premisas de un programa.
Viernes 29 de septiembre de 2017

Entre el miércoles 20 y el martes 26 de septiembre se realizó la consulta, culminando un proceso de seis meses que partió con la realización de encuentros programáticos en más de 100 comunas, y siguió con su procesamiento por expertos para preparar el plebiscito.
La cantidad de participantes abrió una primera discusión. Para Beatriz Sánchez fue un triunfo, "¿Cuántas personas participan en los programas de los otros candidatos 100, 50, 200?", se preguntó. Para otros, como el coordinador nacional de Revolución Democrática y candidato a diputado por el distrito 12, Miguel Crispi, "estuvo por debajo de lo esperado, pero eso no le quita ningún mérito".
Pero hay otra discusión, más de fondo. Una que abrió una doble tensión. De un lado, en los encuentros territoriales surgieron temas abiertamente reaccionarios, como considerar la inmigración como un problema de “seguridad nacional”. De otro lado, algunos denunciaron que se incluyeron temas (como el aborto libre) que otros rechazaban, y que la elaboración del cuestionario a plebiscitar era tecnocrático, difícil.
Lo primero, revela el problema más profundo. No es ajeno a una denuncia surgida hace meses: la participación de un ex Patria y Libertad, Eduardo Díaz Herrera, en encuentros territoriales en La Araucanía (rechazada al hacerse pública), o la candidatura de un ex funcionario del Gobierno de Piñera, el ex seremi de Cultura Alejandro Bernales por el Partido Liberal en la región de Los Lagos (aceptada a pesar de las controversias). Tampoco es ajeno a la denuncia del Partido Ecologista Verde que no está por el aborto libre, sino en tres causales, criticando que no se incluyera la opción en el plebiscito, como pretendía junto a Igualdad, Poder, Revolución Democrática y el Partido Liberal.
Sin embargo, no se trata solo de divergencias políticas y programáticas que hasta podría ser que existieran en un pacto electoral; aunque más difícilmente en una alianza política que pretendería dejar atrás el neoliberalismo.
Una crítica de Izquierda Autónoma, apunta a algo más de fondo, criticando el plebiscito declaró que “alude a una concepción individualista y tecnocrática de la construcción política, que concibe la participación como un acto reducido a la elección individual de posiciones preconcebidas, antes que como un ejercicio colectivo fundado en la deliberación y la construcción de acuerdos”.
Apunta, pero no llega, además que finalmente se hizo parte. El problema es que un programa es una batalla triple: contra los contendientes (por ejemplo los partidos empresariales de la derecha y la Nueva Mayoría), por la conciencia de amplios sectores de las masas, y, finalmente, apuntando a las necesidades, las tareas planteadas por la situación política, por cambiar la relación de fuerzas para conquistar los objetivos que esas tareas plantean.
Por ejemplo, para comenzar a terminar con la falsa afirmación empresarial y sus partidos de que “no hay recursos” cada vez que el pueblo trabajador demanda gratuidad en la educación, o viviendas o salud gratuita y de calidad, hay que terminar con el saqueo del cobre, entregado a los privados en su casi totalidad. Si se plebiscita su renacionalización sin pago y bajo gestión de sus trabajadores, ¿sería aprobado? Pero si no se batalla para que vuelva a ser, como lo fue, bandera de la izquierda y todo el pueblo trabajador, puede conquistar las conciencias, la fuerza social necesaria para avanzar en ese camino.
Bajo la moda de la participación, se puede ocultar una resignación a una relación de fuerzas dadas, un abandono disimulado ante las necesidades y tareas de la hora. Puede resultar, aún sin pretenderlo, engañosa pasando por el filtro de los expertos (como fue motivo de denuncia, aunque por posiciones conservadoras como en el caso del aborto), y además modesta.
Por último, resulta ambigua y arbitrariamente interpretable. Veamos el resultado de las prioridades elegidas:
Educación pública y democrática: 89,7%
Pensiones y vejez: 84,8%
Reforma al sistema de salud: 83,4%
Asamblea Constituyente: 73,2%
Medio ambiente: 65,8%
Sistema de protección de la niñez: 63,9%
“Educación pública y democrática”, puede incluir la gratuidad universal. O no. ¿Cómo se resuelve esta ambigüedad?, ¿quién lo define? ¿por qué lucha el Frente Amplio?
No es todo. En los disensos, se reveló que los resultados perdedores son de una minoría significativa, ¡y en sus propias filas! (la mayoría de los votantes, 91%, son militantes o participantes de las organizaciones que integran el conglomerado). Traigamos solo unos ejemplos:
2. Vivienda y territorio
Fortalecer el rol de las comunidades y organizaciones sociales: 64,9%
Un Estado gestor y ejecutor: 31,1%
Abstención: 4,0%
3. Reforma al sistema de salud
Nuevo sistema solidario de salud: 78,6%
Optimizar el sistema actual de salud: 20,0%
Abstención: 1,4%
7. Autodeterminación y territorios ancestrales indígenas
Restitución y cogobierno Estado-Pueblos Originarios sobre territorios indígenas: 41,9%
Restitución y autonomía de los Pueblos Originarios sobre el territorio ancestral: 51,2%
Abstención: 6,9%
Las tensiones seguirán presentes.
El recurso al plebiscito, se pondrá nuevamente a prueba a la hora de definir los apoyos en segunda vuelta. En lugar de batallar por terminar con las ilusiones en la Nueva Mayoría, se realimentan dejando abierta la posibilidad de apoyar a Guillier.