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Red Internacional
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Historia. El primer encuentro nacional de mujeres

Hace 35 años, un 23, 24 y 25 de mayo un grupo de mujeres se reunía en el Centro Cultural San Martín. Su realización año tras año traza la historia de la lucha contra la opresión.

Celeste Murillo

Celeste Murillo @rompe_teclas

Miércoles 26 de mayo de 2021 08:36

Este año se cumplen 35 años del primer Encuentro Nacional de Mujeres. Varias de las pioneras que organizaron esa primera reunión en Buenos Aires, junto a Tierra Violeta y el Centro Cultural San Martín realizarán tres encuentros para discutir sus múltiples repercusiones en la cultura y la política argentinas.

El 26 de mayo entre las 17 y las 19.30 se podrá participar de forma virtual de los paneles

Pioneras de un encuentro que no fue espontáneo

En mayo de 1986, se realizó el primer encuentro nacional de mujeres, que más tarde sería el Encuentro con mayúsculas. La reunión pionera comenzó el 23 de mayo en una Buenos Aires atravesada por actos políticos oficialistas y opositores. El presidente Raúl Alfonsín hablaba en Plaza de Mayo y Carlos Menem convocaba en Plaza Once a “hacer la unidad total del movimiento” para alinear al conjunto del peronismo tras su figura.

Cuarenta y cinco mujeres conformaron la Comisión Promotora del I° Encuentro Nacional de Mujeres. Esa primera reunión fue autofinanciada (se hicieron aportes personales, dos peñas y se distribuyeron bonos contribución, las carpetas que se usaron las donó el Banco Provincia, como cuenta Mujeres pariendo historia). Fue en el Centro Cultural San Martín y algunos sindicatos colaboraron para que pudieran participar mujeres de todo el país (muchas llegaron a pie porque el 23 de mayo había paro de transporte).

El encuentro no surgió por generación espontánea. En 1985, las mujeres habían conseguido la patria potestad compartida y peleaban por el derecho al divorcio. En 1986 se celebró el tercer 8 de marzo desde el fin de la dictadura. “No hay hombres libres sin mujeres libres”, decía una pancarta y recordaba que la democracia no cumplía con toda la población siquiera sus promesas formales. Estaba firmada MM (Mujeres en Movimiento, una revista fugaz de María Moreno, Laura Klein, Sylviane Bourgetau y Mónica Tarducci) y la contratapa de esa revista que repartían decía (según, la propia María Moreno, “casi gritaba”): “La violencia contra la mujer es una violación a los derechos humanos. Aborto Libre y Gratuito, contra todo tipo de discriminación sexual”. Otra pancarta que se asomó a la plaza de los Dos Congresos fue “La mujer debe dejar de parir para ser persona”, la llevaba María Elena Oddone. No fue el único cartel suyo que invitaba a la polémica, en 1984 había llevado uno que anunciaba: “No a la maternidad, sí al placer”.

Una crónica de la revista Brujas (de la Asociación de Trabajo y Estudio de la Mujer) recuerda algunos de los temas en debate en ese primer encuentro: la deuda externa, la libertad de Hilda Nava de Cuesta (presa política desde la dictadura), jardines de infantes, derecho al aborto, derecho al divorcio, trabajadoras de casas particulares. Uno de los talleres más concurridos fue el de “Mujer y participación”, una marca del fin de la dictadura y de las posibilidades que veían las mujeres de una “primavera democrática” que, en realidad, ya empezaba a agotarse. En el taller de Feminismo, “se trabajó sobre la necesidad de definirse como movimiento social y político”, así lo recogen Amanda Alma y Paula Lorenzo en Mujeres que se encuentran.

Todos los años la misma historia y una distinta

El encuentro se realizó año tras año. Las experiencias dieron lugar a nuevos debates, no solo alrededor de los reclamos sino también de los métodos de organización. La injerencia de la Iglesia católica se hizo evidente en 1997, cuando la institución abandona su indiferencia inicial y decide intervenir (con diferentes grados de violencia). La masificación que llegó con el 2001 convulsionado instaló debates sobre la autoorganización y las formas de decidir (votar o consensuar), llegaron las trabajadoras de las fábricas recuperadas, las mujeres de los movimientos de desocupados, la agenda del movimiento empezó a confluir en la calle con otras luchas.

El encuentro de 2003 en Rosario instaló el derecho al aborto legal como reclamo fundamental. Por primera vez se realizaba una asamblea por el derecho al aborto, una de las imprescindibles en esa historia fue Dora Coledesky, que se puso al hombro la organización de este “evento” en paralelo a las actividades oficiales del Encuentro. Ese encuentro en esa ciudad marcó, también, el punto de partida de la agrupación Pan y Rosas.

Esa no fue la única vez que hubo que desobedecer. Lohana Berkins estuvo entre las travestis y trans que pelearon para que se reconozca su derecho a participar y organizar talleres. La Comisión Organizadora rechazaba su participación y había forcejeos con activistas lesbianas, militantes de izquierda y algunas feministas para travestis y trans participaran y organizaran sus talleres. Recién en 2013, la Comisión Organizadora reconoció su derecho a formar parte de los Encuentros con sus propios talleres.

Si vuelven a ver los reclamos de ese 1986, muchos siguen vigentes. Los cambios, nunca a tiempo ni suficientes, son mérito de nuestra lucha, de un movimiento que se fortalece cuando sale a la calle, cuando no baja la voz, cuando debate y no silencia sus disputas. Algunas pancartas son las mismas, otras se transformaron pero todas llevan las marcas de una lucha que a lo largo de los años conquistó derechos, que nunca nos regalaron y siempre ganamos desde el lugar donde nuestra voz es más fuerte: la calle.

En 2020 no hubo Encuentro y no sabemos qué pasará en 2021, pero eso no impide preguntarnos ¿qué reclamos siguen provocando encuentros? ¿Cuáles son las demandas que organizan nuestra pelea? ¿Cuánto valen los discursos cuando las agendas se organizan alrededor de otras prioridades? No son preguntas abstractas, un sector del movimiento de mujeres se integró a las instituciones estatales. Y esa integración no resultó en cambios significativos en la vida de las mujeres y, hasta ahora, no potenció ninguna de las demandas del movimiento social y político que protagonizó los debates y las movilizaciones más importantes de los últimos años (más bien, lo contrario).

Nuestras pancartas hoy tienen el color de las que siguen peleando por su derecho a la tierra y a la vivienda, de las trabajadoras de la Salud, de las repartidoras, y de todas las que siguen viviendo donde se cruzan las desigualdades de clase y de género, donde no llega el “feminismo de ministerios”.


Celeste Murillo

Columnista de cultura y géneros en el programa de radio El Círculo Rojo.

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