Con JxSí actuando “de oficio” en defensa de la Corona, mientras salen nuevas sentencias del TC y el juicio a Forcadell ¿Qué resultados ha dado la estrategia de la CUP?
Pere Ametller @pereametller
Jueves 15 de diciembre de 2016
El llamado “procés” catalán atraviesa nuevamente por un periodo de impasse e incertidumbre. Las promesas de “diálogo” del nuevo gobierno de Rajoy se desnudan como meros fuegos artificiales, nada cambia respecto a la negativa total a cualquier posibilidad de ejercicio del derecho a decidir en el Régimen del 78. Por si quedara alguna duda la ofenisva españolista promete dar un nuevo salto con la amenaza abierta de procesamiento y posible inhabilitación a la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, y la reciente, y enésima, sentencia del TC contra la resolución de dicha institución a cerca del referéndum.
Por otro lado, en el bloque soberanista, la crisis abierta entre la CUP y JxSí por la detención de los cinco militantes de la izquierda independentista por la quema de fotos del Rey, deja en evidencia que los representantes políticos de la burguesía catalana siguen lejos de cualquier atisbo serio de desafío al Estado español.
Queda entonces preguntarse, a más de cuatro años del inicio del “procés”, cual es el balance de la estrategia definida por la izquierda independentista desde entonces. ¿Ha acercado la posibilidad de ejercicio del derecho de autodeterminación? ¿Ha dado oxígeno a quienes se porponen llevarlo a un nuevo callejón sin salida o un “día de la marmota” sin fin? ¿Es posible todavía levantar una alternativa al “procesisme” que se prepare para la lucha por el derecho de autodeterminación que el régimen negará por todos los medios a su alcance?
La idea de que la liberación nacional de los Països Catalans solo se puede dar ligada a la emancipación social, es (o era) un principio, si se quiere histórico, de la izquierda independentista catalana. Entiende que no hay soberanía por mucho que se constituya un Estado independiente si los trabajadores no tienen el poder para organizar democráticamente la economía en base a una expropiación previa a los capitalistas. A la vez se consideraba a la derecha catalana como un garante de la Catalunya autonómica y de la unidad de España.
Sin embargo, desde 2012 estos principios han venido mudandose en otros más adaptados al llamado “procés”. Al llegar al Parlament la CUP planteó que estarían al lado de la antigua CiU y de ERC en aquello que hiciera avanzar a Catalunya hacía la independencia, pero se posicionarían en contra en los ataques sociales que el gobierno de CiU quisiera aplicar. Así, solo empezar su andadura parlamentaria, David Fernández formuló esta idea en su discurso durante la investidura de Mas. El “puño cerrado” contra los recortes y la “mano extendida” en lo nacional abrían la puerta para que la izquierda independentista pasara de defender que lo social y lo nacional iban indisolublemente ligados, a abrir dos vías separadas para cada lucha.
CiU pasaba de ser un enemigo para lograr la independencia a ser un aliado con el que colaborar. Así, cuando Mas, ante los ataques del gobierno español mediante el Tribunal Constitucional, se echó para atrás respecto a los planes iniciales de la consulta del 9N y rebajo el nivel de implicación del Govern en la misma, la CUP decidió seguir dándole apoyo incondicional. Quedaba incluso a la derecha de la misma ERC, socio de CiU en todo momento, que dio por rota la unidad independentista. Anecdótico o no, el día de la consulta finalizó con un abrazo de Mas y David Fernández.
A medida que el “procés” iba avanzando, aunque fuese en espiral, las contradicciones de la CUP se fueron agrandando. Así, en la campaña electoral de las últimas elecciones autonómicas, las “plebiscitarias”, la CUP repitió innumerables veces que no investiría a Mas como presidente de la Generalitat. Pero cuando sus votos fueron decisivos para investirle la decisión ya no era tan firme y llegaron a empatar a 1515 votos en una asamblea nacional sobre la decisión de si Mas sí o no. Finalmente en el Consejo Político, representante de las asambleas territoriales que lo habían vuelto a discutir, decidió no investirlo. Pero en el último segundo Mas se retiró y propuso a un delfín, Puigdemont, al cual la CUP hizo presidente con los votos de sus diputados.
La estrategia de la CUP de dar por bueno el “procés” con Convèrgencia al frente y como principal actor, les ha llevado a aceptar la lógica de que la independencia estaba cerca, sin apenas lucha en las calles más allá de las masivas Diadas, y que por lo tanto no importaban pequeños sacrificios como investir a un presidente de Convergència. Es decir, se estaba ya aceptando la idea de “primero la independencia y después ya haremos lo que podamos en lo social”.
Se ha aceptado que con Convergència a la cabeza se puede hacer efectivo el derecho a la autodeterminación de Catalunya. A raíz de esto, a la hora de la verdad, las demandas sociales quedan en segundo plano. Solo así se explica que la CUP se plantease aprobar los presupuestos de 2016 y ahora se esté planteando negociar y hasta dar luz verde a los de 2017.
Una lógica que ya se evidencio durante las mismas negociaciones previas a la investidura, la CUP negoció y se mostró dispuesta a ceder en multitud de aspectos. Especialmente explicativa de esta política de mano abierta en los social son estas declaraciones de Anna Gabriel: “Iniciamos las negociaciones siendo muy conscientes de lo que encontraremos y no hay momentos en que nos planteamos levantarnos. Hay momentos en que hablamos de Mossos, de torturas, de las encausadas ... incluso les expresamos que duro es para nosotros hablar de según qué cosas y tener la sensación de que estamos negociando sobre compañeros que se juegan la prisión o que han sido maltratados en comisaría ... y los alertamos que preferimos que esto no sea motivo de mercadeo. Si se quieren retirar de las acusaciones, que lo hagan; si no quieren, que no lo hagan. Pero empezar a hablar sobre si es verdad o no que se tortura en las comisarías, si es verdad que hay abusos policiales o no ... preferíamos no generar este tipo de debate porque sabíamos que no nos pondríamos de acuerdo y que sería muy desagradable para nosotros."
Es cierto que no hay que negociar ni mercadear sobre las penas que pueden sufrir compañeros por luchar. Pero en vez de plantearlo como una exigencia innegociable, decidieron ceder totalmente en este aspecto y dejarlo en manos del Govern.
Ahora la situación se recrudece y cinco militantes de la izquierda independentista han sido detenidos y llevados a declarar a la Audiencia Nacional por no haberse presentado cuando estaban citados. Cabe resaltar que estaban citados a declarar por quemar fotos del Rey y que la investigación la iniciaron de oficio los Mossos d’Esquadra.
Tanto el PDC (la antigua Convergencia) y ERC han criticado la actuación de la Audiencia Nacional como un ataque a la libertad de expresión, pero han defendido en todo momento la actuación de los Mossos d’Esquadra. El PDC defiende que los Mossos han de acatar la legalidad. Por un lado obvian la actuación de oficio de los Mossos, por otro se muestran una vez más obedientes a la ley. Haciendo evidente que si por cuestiones menores son incapaces de desobedecer y enfrentarse a las leyes del Estado, menos lo harán por un reto mucho mayor como es ejercer el derecho de autodeterminación.
Ante esta situación la CUP ha exigido la dimisión del consejero de interior, Jordi Jané. Pero de momento no han planteado romper las negociaciones de los presupuestos. ¿Cuál es el límite entonces? ¿Cuanto están dispuestos a ceder en lo social para que el “procés” continue? Tenemos entonces a una formación anticapitalista cediendo en importantes cuestiones sociales ante la derecha en vez de plantar cara. Mientras además, se hace cada día más claro que PDC no piensa en ningún caso romper con la legalidad española y ejercer el derecho de autodeterminación.
Con 4 años de día de la marmota y un govern de JxSí que nos tiene acostumbrado a mucha declaración, cumbre por el derecho a decidir y fechas clave, que quedan en nada a la hora de llevar adelante actos de desobediencia reales ante el Estado español, podemos decir que esta apuesta estratégica se está demostrando falsa también en su primera premisa, en lo de “primero la independencia...”.
Se hace evidente entonces, que solo con la movilización social que rompa con los márgenes de la legalidad del Estado Español se podrá conquistar no solo la demanda democrática del derecho a la autodeterminación, sino también todas las demandas sociales que urgen a la clase trabajadora y los sectores populares. La derecha catalana nunca romperá con el candado del régimen del 78, entre otras cosas porque ha sido uno de los garantes de dicho régimen. Por otro lado, PDC como representantes de la burguesía temen cualquier posible desestabilización del panorama político.
Sin olvidar que hay sectores del PDC que siguen apostando por no romper con el Estado español y su régimen, los que son sinceramente independentistas antes que eso son burgueses que quieren la independencia solo si se produce de forma ordenada y sin sobresaltos, “de la ley a la ley”, algo que el Estado – con el TC, el Rey y hasta el Ejército a su lado – ya han anunciado que no van a aceptar.