Durante estos días, las relaciones entre Chile y Bolivia se mantienen tensas, producto del diferendo que se encuentra en su fase de alegatos en la CIJ. Pero ¿qué significado tienen los constantes llamados a la solidaridad latinoamericana en un ambiente dominado por los intereses empresariales de uno y otro país?
Miércoles 21 de marzo de 2018
Un amplio debate se ha generado tanto en Chile como en Bolivia a raíz de la demanda que interpuso Bolivia en la Corte Internacional de Justicia de la Haya. Estos debates han estado marcados principalmente por la defensa de lo que sería el “derecho histórico a una salida al mar” para Bolivia o en el caso chileno la defensa de la soberanía territorial del país.
Mientras en Europa se ventilan todo tipo de argumentos jurídicos para defender las posiciones de unos y otros, en redes sociales comienzan a primar grandes campañas para alentar las tendencias nacionalistas y de enemistad con nuestros países vecinos.
Desde figuras públicas hasta organismos estatales se han sumado a esta campaña que no hace más que aumentar los problemas de xenofobia que ya venían creciendo a propósito del debate de la migración.
Evo la muerte de nuestros compatriotas en la Guerra del Pacífico no se transa con discursos en la haya y argumentos inválidos.
— Cristian (@figueroarojasca) 21 de marzo de 2018
Arica embanderada: Concejo Municipal aprueba medida en apoyo a defensa chilena en La Haya https://t.co/1HrbQcwLNU pic.twitter.com/Ne6yLGQLqG
— BioBioChile (@biobio) 20 de marzo de 2018
Aun así, no todos los sectores se han plegado a esta ola de nacionalismo. Varias organizaciones de izquierda han hecho llamados a la unidad de los países latinoamericanos y a favor de la hermandad entre los pueblos. Pero estos llamados a la “unidad” ocultan los reales intereses que se esconden tras las banderas nacionales.
¿Quién gobierna bajo las banderas nacionales?
Esta discusión es clara en Chile. La defensa del territorio beneficia y seguirá beneficiando a un puñado de empresarios que pertenecen a ese 1% más rico del país, que además de ser las dueñas de los recursos productivos, poseen grandes inversiones en los países vecinos. Grupos como Cencosud, Saieh o Luksic han desarrollado en Chile y otros países gestiones para conseguir mejores condiciones para desarrollar sus negocios, explotando por igual a chilenos, peruanos, bolivianos, colombianos o ecuatorianos. Porque cuando de negocios se trata, la nacionalidad es lo que menos importa.
Pero esto no es una situación que afecta exclusivamente a Chile, mientras en Brasil se consumaba el golpe institucional de Temer, Bolivia no tenia ningún problema con recibir al presidente golpista con ocasión de la firma de un acuerdo económico que beneficiará a los empresarios bolivianos.
Honrado de visitar Brasil, fui recibido por el hermano presidente Michel Temer. Nuestro respeto a Brasil por su desarrollo industrial. Bolivia, después de la recuperación de sus RRNN y sus empresas estratégicas está ingresando a la etapa de industrialización. pic.twitter.com/pJ8TK3IhV5
— Evo Morales Ayma (@evoespueblo) 5 de diciembre de 2017
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Y no se trata de un saludo protocolar o diplomático. Para Evo Morales, Temer sería un hermano para Bolivia, a pesar de toda la política de ajuste que está aplicando contra el pueblo trabajador brasileño, el mismo que fortalece a la policía que asesinó a Marielle Franco, el mismo que hoy impulsa una reforma previsional que afecta a millones.
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Como decíamos acá los gobiernos con impronta latinoamericanista y “populista” que surgieron a comienzos del siglo XXI en Venezuela, Brasil, Bolivia o Argentina fueron producto de un desvío de los agudos procesos de crisis de los gobiernos neoliberales de la última década del siglo XX en el continente. Es decir “Gobiernos como el de Chávez en Venezuela, el de Lula en Brasil, Evo Morales en Bolivia o el Kirchnerismo en la Argentina [sostuvieron] la idea de que los cambios solo pueden realizarse desde la gestión del Estado capitalista, por Gobiernos que se presentan como “amigos del pueblo”.
Pero con la promesa de que los cambios vendrían desde la institucionalidad diferentes movimientos, incluidos partidos y organizaciones de la izquierda que se reivindica revolucionaria, fueron cooptados por gobiernos que lo único que hicieron fue garantizar el orden “para que se sigan favoreciendo y el poder real no vuelva a ser cuestionado.”
Ninguno de estos gobiernos fue capaz de llevar hasta el final un programa que cuestionara las ganancias empresariales o el orden capitalista.
Unidad de los pueblos o de los explotados y oprimidos
El problema estratégico que debela el debate sobre el conflicto entre Bolivia y Chile es que un sector de la izquierda que correctamente solidariza con el pueblo boliviano no hace ningún tipo de distinción de clase al momento de entrar al debate y al prestar una suerte de apoyo incondicional a la contraparte de Chile, no hacen más que subordinarse a los intereses de los sectores capitalistas que esperan ansiosos poder cortar un mayor pedazo de la torta.
Desde Chile tampoco se trata bajo esta idea responder negativamente ante la posibilidad de entregar una salida al mar soberano a Bolivia, el problema surge de la mano de quien podrá realizar dicho acuerdo.
Por esto hemos dicho que tanto el nacionalismo como el latinoamericanismo en general representan dos posiciones que llevan, por uno y otro lado, a subordinarse a los intereses de los empresarios, sean estos nacionales o extranjeros.
Por eso la única salida posible a este tipo de situaciones es la lucha por la total independencia política de las y los trabajadores, de los pueblos explotados y oprimidos por el capital nacional o extranjero en Chile o en Bolivia.
Hace falta volver a plantear la necesidad de la unidad latinoamericana pero no de la mano de la burguesía, sino retomando las banderas del movimiento revolucionario de los 30 y su pelea por una Confederación de Repúblicas Obreras del Pacífico (CROP) en el camino de la Unidad Socialista de Latinoamérica contra las clases dominantes locales que cultivan el chauvinismo y patriotismo mientras entregan la economía y los recursos naturales a la voracidad del capital extranjero y del imperialismo.