El 11 de abril de 2007 moría en New York Kurt Vonnegut, el escritor norteamericano que dejó en la ciencia ficción bien marcada la huella de la sátira, el humor negro y la crítica de la sociedad contemporánea. Tenía por entonces 84 años según los contamos habitualmente, pero habría que ver cuántos representarían en la vida de alguien que ideaba viajes en el tiempo y que con apenas 22 fue testigo de algunos de los episodios más oscuros del siglo XX.

Es que como soldado en la Segunda Guerra Mundial, Vonnegut quedó aislado después de la batalla de Ardenas, una de las últimas del conflicto, vagando solo tras las líneas enemigas, siendo finalmente capturado. Fue precisamente como prisionero de los alemanes que presenció desde el sótano de un matadero el bombardeo a la población civil de los Aliados sobre la ciudad de Dresde, que la dejó apenas en sus cimientos –y cuyos “objetivos militares” son aún discutidos hoy, porque lo cierto es que el Eje ya estaba prácticamente derrotado–. Al prisionero Vonnegut lo obligaron a enterrar en fosas a los muertos, pero eran tantos que, como relató, finalmente los alemanes decidieron quemarlos con lanzallamas. En Matadero 5 o La Cruzada de los niños, una de sus novelas más conocidas, entre viajes en el tiempo y seres con percepción en 4D, se entretejen estos episodios autobiográficos y la sátira antibélica.

Vonnegut fue uno de los únicos 7 prisioneros de guerra que sobrevivieron en Dresde, y desde entonces fue crítico de todas las guerras, defensor de las libertades civiles y de la destrucción del medio ambiente. Pero también fue periodista, RRPP de General Electric, estudiante de Antropología y prolífico escritor. De hecho, inicialmente la Universidad de Chicago rechazó su tesis para recibirse de antropólogo, según el autor “por ser demasiado simple y por parecer muy divertida”, aunque años más tarde le dio el título tomando como habilitante su novela Cuna de gato, que para entonces ya era un best seller.

Muchos años después, en una breve clase especial en la Universidad Case Western Reserve, explica en diagramas cuáles eran las líneas generales de esa tesis sobre las formas que dibujan todas las narraciones, “legibles por cualquier computadora”, desde los cuentos infantiles a Hamlet o los relatos de Kafka. Aunque, concluye, quizás sea sobrepasar o contradecir esas formas lo que hace de algunas de esas historias obras maestras, que despiertan la misma perplejidad que habitualmente experimentamos frente a la vida.

Aquí el video.