Reconocernos como sujetos históricos es importante porque es reconocer nuestro papel para transformar nuestra realidad, así como la de las nuevas generaciones que educamos.
Miércoles 21 de noviembre de 2018
Es muy interesante la historia, la verdadera historia. Sin embargo, al intentar saber lo que realmente sucedió resulta complicado por las distintas políticas educativas que buscan ocultar la lucha de clases que hubo en la historia, así como el reconocimiento de que somos sujetos históricos y podemos cambiarlo todo.
A los maestros de educación básica se nos obliga a reproducir las mentiras históricas, a enaltecer a villanos y a hacer que nuestros alumnos memoricen fechas sin sentido. Por eso, como maestra de primaria decidí investigar un poco sobre el impresionante papel de los maestros en la revolución mexicana.
A lo largo de la historia la educación ha jugado un papel interesante: “La escuela se encuentra estrechamente vinculada a la vida política y social de un grupo humano o de todo un país” (Guadalupe, 1975). Y la revolución mexicana no fue el periodo de excepción. La educación retoma un nuevo rumbo en dicho proceso.
Sin embargo, es impensable la educación sin un actor que ha influido a grandes sectores de la población, el maestro, contribuyendo a los procesos de enseñanza e instruyendo. Además, en la mayoría de los diversos momentos políticos, los maestros se han mostrado contrarios a los regímenes que imponen los gobiernos.
Durante el porfiriato se crearon varias escuelas normales. Con la creación, en 1885, de la primera Normal en la capital, le siguieron prácticamente todos los estados y ninguna profesión fue más popular ni más aplaudida que la de maestro.
Gómez, en su libro expresa que este grupo profesional tomó el trabajo como misión, y gracias a ello sobrevivió varios años. Sin embargo, debido a su baja retribución y a las deplorables condiciones laborales, empezaron a legitimar sus intereses y hacia fines del régimen formaron un grupo homogéneo de protesta. (Gomez Nava Leonardo & Fernando, 1967, p. 22)
La revolución mexicana interrumpe el proyecto educativo porfiriano, principalmente en lo que se refiere a la centralización de la enseñanza primaria y a los esfuerzos de homogeneizar al magisterio mediante la unificación de los planes de estudio en las escuelas normales.
Arnaut, en su texto expresa que, durante el periodo armado de la Revolución, los maestros fueron víctimas de intensos conflictos políticos, cerrando o clausurando escuelas primarias o normales durante varios meses y años. La revolución provocó una mayor inestabilidad laboral: suspensiones, ceses, despidos, el irregular pago de los sueldos, etc.
El autor expresa que las escuelas normales fueron, al mismo tiempo, nidos conservadores y cuna de revolucionarios. El normalismo y los maestros fueron transformados por la Revolución.
Algunos factores se conjugaron para que hubiera una participación activa del magisterio en la revolución, acentuando su politización con cuatro objetivos: a) una mayor participación del profesorado para designar a sus autoridades en los diferentes estados, b) una mayor participación en la creación de políticas educativas, c) el aumento de la participación del magisterio en la vida política y, d) una penetración visible y directa de la política y los políticos en el ramo de la instrucción pública.
La revolución mexicana se caracterizó por una gran participación social de distintos sectores además del campesinado, como empleados, médicos, abogados, ingenieros, estudiantes y maestros. Arnaut expresa en sus testimonios recabados que: “No hubo estado o grupo revolucionario que no contara en sus filas con más de un maestro, e incluso los contaron por decenas”. Incluso muchos de los caudillos revolucionarios sólo recibieron educación primaria, o mejor dicho influencia de los maestros de primaria (pág 36).
Los maestros fueron muy bien recibidos en los distintos grupos revolucionarios, por sus orígenes sociodemográficos de las clases medias y de las provincias rurales, además de tener una cercanía hacia los “iletrados, salvajes, e ignorantes” jefes revolucionarios. Esto no pasaba con los otros sectores como los universitarios o abogados que eran despreciados. En el magisterio resaltaba su papel revolucionario y de compromiso con las causas del pueblo.
Otro factor muy importante que empujó la participación del magisterio a dicha revolución fue su composición, ya que se trataba de un grupo numeroso de profesionistas, con la más extensa distribución geográfica en el país, con heterogeneidad social, profesional y económica, teniendo así una amplia participación política y militar de 1910 a 1917. Además de tener una notable colaboración como docentes, militares, escribanos, propagandistas, asesores, publicistas, etc.
Un ejemplo claro de lo anterior es el del maestro rural Otilio Montaño, autor intelectual y redactor del Plan de Ayala, enarbolado por los zapatistas del Ejército Libertador del Sur.
El enrolamiento masivo de los maestros se intensificó cuando empieza la lucha armada contra el gobierno de Huerta. Es entonces cuando deciden de manera personal enlistarse en los grupos revolucionarios de la región donde trabajaban.
Arnaut expresa que a mediados del periodo se funda el primer sindicato de maestros en el D.F., los congresos pedagógicos recogen demandas laborales y se inician las primeras huelgas magisteriales en Monterrey en 1915, en el D.F. en 1915 y 1919, y en Veracruz en 1919 (pág 54).
Algunas veces las sociedades de maestros contaron con la simpatía de jefes revolucionarios que buscaban ensanchar sus bases sociales de apoyo a otros grupos sociales. Para los caudillos el maestro no solo era un agente educador, sino que también observaban el potencial político individual y colectivo.
La Revolución estimuló directa e indirectamente la formación de asociaciones magisteriales, ya no solo de carácter pedagógico y mutualista, sino también con fines sindicales y políticos más o menos explícitos.
Estas formas de asociación fueron motivadas por la política económica, administrativa y laboral, así como la difusión del sindicalismo y el laborismo de otros sectores de trabajadores.
Aunque los maestros se sumaron a la Revolución en los estados y ayuntamientos que se fueron a la oposición desde el principio, o en los que dominaron los primeros grupos opositores al gobierno de Díaz, también muchos maestros siguieron trabajando y colaborando con los gobiernos y ayuntamientos oposicionistas, igual que lo que hacían antes de que se convirtieran en opositores al régimen, y en algunas partes las autoridades siguieron siendo las mismas.
Conclusión:
Junto a las masas campesinas y otros sectores sociales, los maestros jugaron un papel muy importante en el proceso revolucionario mexicano, tanto levantando sus propias demandas como enarbolando las demandas populares.
Me parece apasionante la historia, y más el identificar el verdadero papel que jugaron los distintos actores, que muchas veces es nublado u olvidado, o sin el verdadero reconocimiento. El sector educativo es un factor significativo en la política y la historia del país, que no se puede concebir sin los maestros.
Es interesante el papel del magisterio en los distintos momentos de la historia, apareciendo como actor influyente para el desarrollo de la lucha de clases en México.
Reconocernos como sujetos históricos es importante porque es reconocer nuestro papel para transformar nuestra realidad, así como la de las nuevas generaciones que educamos.
Bibliografía
Arnaut, Alberto (1996). Historia de una profesión: los maestros de educación primaria en México 1887-1994. México. Centro de investigación de investigación y docencia económica.
Guadalupe, M. H. (1975). Politica Educativa de la Revolución . Distrito Federal : SEPTENTAS.
Gomez Nava Leonardo, M. G., & Fernando, C. (1967). La Educación historia, obtaculos, perspectivas. Distrito Federal: Nuestro Tiempo.
Tags: Historia, Revolución Mexicana, Magisteri