Editorial. El sistema narco

• El domingo que viene en Los Ángeles (EEUU) se llevará a cabo la ceremonia de entrega de los premios Oscar. Como es sabido, la película Argentina, 1985 dirigida por Santiago Mitre está nominada para el rubro Mejor Película Internacional. “Quiero ganar la tercera” cantan quienes están entusiasmados con el premio, parafraseando el cantito “Muchachos” del mundial. La Argentina obtuvo el premio en dos oportunidades: en 1986 con La historia oficial, de Luis Puenzo, y en 2010 con El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella.

• Más allá del mérito, las cualidades narrativas o estéticas que cada película tiene (muy buenas), no es casualidad que todas refieran a un mismo tema: la dictadura, la represión ilegal inaugurada en los momentos previos al Golpe de 1976 o el Juicio a las Juntas donde se conocieron masivamente las atrocidades del genocidio perpetrado por las Fuerzas Armadas contra una parte de la población de su propio país.

• Este impacto internacional que tiene nuestra última gran tragedia no se debe esencialmente a la gravedad de lo acontecido entre los años 1976-1982, sino especialmente a la lucha del pueblo argentino y de los organismos de derechos humanos por la memoria, la verdad y la justicia. Una lucha que hizo un aporte fundamental a la crisis del “partido militar”, es decir de los militares como árbitros que intervenían en política ante eventuales crisis por lo menos desde 1930. Además, puso un límite a su participación en tareas de represión interna que todos los gobiernos más o menos debieron respetar, no tanto por convicción como por la relación de fuerzas que en ese terreno marcó la sociedad argentina.

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• Los punitivitas de las distintas coaliciones intentaron de diversas maneras romper ese límite: desde aquel Sergio Massa que en 2013 dijo que “había que sacar el Ejército a la calle para combatir la inseguridad”, hasta las distintas variantes pro-militares de Cambiemos. No tuvieron mucho éxito.

• Bueno, el presidente Alberto Fernández, con la medida efectista de enviar más gendarmes y también a integrantes de las Fuerzas Armadas a Rosario por la crisis con las bandas narcos —presuntamente para tareas de “urbanización”— dio un paso en este sentido y deja un precedente pésimo. La Dirección de Ingenieros del Ejército es la que va a participar de la “urbanización” y no sólo el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) cuestionó la medida, sino hasta la misma Estela de Carlotto de Abuelas de Plaza de Mayo primero había apoyado y luego se autocriticó y dijo que los militares debían estar en los cuarteles.

• Ese es un aspecto de la cuestión: la habilitación al Ejército para una tarea interna, por lo menos, difusa. La otra cara es que la militarización ya existe y no tuvo ningún resultado, sino todo lo contrario (al margen, esto está demostrado en experiencias internacionales como México y Colombia). Desde 2014 la presencia de gendarmes en el Gran Rosario siempre rondó los mil efectivos: Sergio Berni en aquel momento anunció la llegada de tres mil hombres, después redujo la cifra a seiscientos; Patricia Bullrich también dijo a tres mil para bajar a menos de mil y Aníbal Fernández lleva ahora cerca de seiscientos para llegar a una presencia de mil cuatrocientos.

• Con la presencia de estas fuerzas federales en el terreno, los homicidios en Rosario oscilaron desde 2014 entre 165 y 254, y pasaron a 288 en 2022.

• Hay fuertes indicios y pruebas de que las fuerzas de seguridad no son la solución, sino parte del problema: desde que gobierna Omar Perotti –agradezco estos datos a Octavio Crivaro, referente del Frente de Izquierda en Santa Fe que vive en Rosario— ya cambiaron diez veces la jefatura de policía de Rosario, pero desde los tiempos del Frente Progresista, con el jefe de la policía Hugo Tognoli, que directamente fue preso, se conocen permanentemente agentes vinculados con los narcos.

• Otro aspecto a tener en cuenta es el de los financistas de los narcos: empresarios que abastecen de dólares para el lavado o el narconegocio. Por ejemplo, a Gustavo Shanahan (ex titular del puerto de Rosario) lo engancharon con 34 millones de pesos en bolsos o Patricio Carey, el “cuevero” de Rosario que le vendía dólares a los narcos y viajó al Mundial de Qatar, dueño de una financiera del centro de la ciudad, ambos. Todos importantes jugadores en la Bolsa de Comercio de Rosario. Por otra parte, está agujero negro de los puertos del Paraná, al igual que la Hidrovía, que están privatizados. Supuestamente, deberían controlarlo los municipios, en su momento con Vicentin nos enteramos de algunas de las maniobras de sobre o sub-facturación y también hubo casos en los que se encontró droga con destino de exportación.

• Si esto pasa “por arriba”, para decirlo de alguna manera, después está el escenario social por abajo. Hay un ejemplo que se pone recurrentemente, pero que es ilustrativo: un pibe que hace una “changa” para alguna banda narco gana más en un día que en una semana en un trabajo precario. Y esto habla de las condiciones en las que sobrevive la juventud. Se deja a los jóvenes a “libre disponibilidad” de los narcos y después se preguntan ¿cómo puede ser que se expanda tanto el narcotráfico? Porque los narcos no actúan en el vacío o quizá sí: en el vacío de derechos, de protección social, de trabajo etc. Ese eslabón, el último de la cadena, es al que en general se reprime con espectáculos televisados etc.

• Sin el desmantelamiento de todo el otro entramado empresarial, político, judicial, policial; esta enésima movilización de fuerzas de seguridad con el peligroso precedente de las FFAA tiene un solo nombre: humo o falopa para consumo electoral.