Las elecciones del Land más poblado, Renania del Norte-Westfalia, asestan una derrota histórica para la socialdemocracia y consolidan la reelección de Merkel.
Jueves 18 de mayo de 2017
Los conservadores de Merkel salen fortalecidos de los comicios que se consideran como un “ensayo general” de las elecciones para el gobierno central. La socialdemocracia sale derrotada en su bastión tradicional.
Los resultados regionales de Renania del Norte-Westfalia significan una dura derrota para la socialdemocracia que junto a los verdes había gobernado la provincia los últimos siete años. Perdieron un 7,9 %, alcanzando su peor resultado en la historia de su bastión tradicional – el SPD gobernó durante los últimos 50 años con solo un pequeño paréntesis de cinco años entre 2005 a 2010 – con un 31,2 %. Los cristianodemócratas de la CDU ganan un 6,7 % y superan al SPD con el 33 %, algo que no se esperaba.
Estos resultados fortalecen al partido de Merkel en la carrera electoral hacia septiembre y son un golpe a las aspiraciones socialdemócratas de competir con su candidato Martin Schulz, que en sus pocos meses como líder del SPD y candidato a canciller ha perdido ya tres comicios regionales en serie, tras la derrota en Sarre en marzo y en Schleswig-Holstein la semana pasada, donde el CDU también le ganó a un gobierno regional socialdemócrata.
Su aliado de coalición, los verdes, también pierden casi la mitad de los votos y llegan al 6,4 %. El partido Die Linke (La izquierda) duplicó la cantidad de votos, pero no alcanza para su entrada en el parlamento por la barrera antidemocrática del 5 %, faltándole apenas 8 mil votos o el 0,1 %.
Las elecciones marcan un claro giro a derecha en el clima político: además de los conservadores, gana el partido neoliberal FDP que podría ser el futuro aliado del CDU en el gobierno regional, aunque juntos tienen una mayoría muy endeble de un diputado. Con el 12,6% crecen las expectativas de los neoliberales de volver al parlamento nacional después de perder la representación parlamentaria en las elecciones de 2013.
Además, el xenófobo y racista Alternativa por Alemania (AfD) entra por primera vez al parlamento regional con un buen resultado del 7,4 % que, si bien no alcanza los altos resultados del año pasado, donde en algunas regiones hasta superó a la socialdemocracia con casi el 25 %, muestra que esta variante de extrema derecha se consolidó a nivel nacional y seguramente podrá ingresar al parlamento en las elecciones de septiembre.
Los cristianodemócratas tienen ahora la posibilidad de formar un gobierno regional con el FDP o con el SPD lo que significaría para éstos la renuncia total de cualquier intento de ganar las elecciones en septiembre. La misma noche del domingo, la jefa regional y gobernadora Hannelore Kraft renunció a todos sus cargos, lo que indica la gravedad de la derrota socialdemócrata.
Faltando solo cuatro meses para las elecciones parlamentarias de septiembre, los comicios regionales en Renania son de gran importancia para la campaña electoral nacional. Además, las elecciones en el Land más poblado de Alemania con 18 millones de habitantes y bastión socialdemócrata por excelencia, históricamente han tenido una importancia para la política nacional: en 2005, el canciller socialdemócrata Gerhard Schröder se vio obligado a convocar a elecciones anticipadas tras la derrota en los comicios del Land.
Por eso, los resultados del domingo pasado son un baño de realidad para la socialdemocracia (SPD), que vivió meses de euforia tras nombrar a Martin Schulz, expresidente del parlamento europeo, como candidato a canciller con el 100 % de los votos, causando una ola de casi 20.000 nuevos afiliados y una alza en los sondeos que por un breve tiempo incluso superaba a los cristianodemócratas de Merkel. Encarnó la posibilidad de volver a dirigir un gobierno, sea nuevamente una “gran coalición” entre SPD y CDU, una alianza con los verdes y el FDP o, menos posible, una especie de “gobierno de izquierda” junto a los verdes y Die Linke -a lo cual aspiraba este último aunque la cúpula del SPD se esforzó en distanciarse del partido reformista de izquierda-.
Schulz pretende aparecer como ajeno a la “casta política” (siendo probablemente uno de los políticos más ricos de Alemania por su tiempo como presidente del parlamento europeo, y vinculado con miles de lazos con la cúpula más antiobrera del SPD) y usa una retórica más cercana a la socialdemocracia tradicional, con eje en la “justicia social” y proponiendo entre otras cosas el fin de los contratos limitados y más subsidios de desempleo para los trabajadores con más antigüedad.
Sin embargo, sus propuestas son poco concretas y no ofrecen ninguna mejora sustancial para los trabajadores que sufren de la precarización laboral, los jóvenes que tienen que aceptar cualquier trabajo para llegar a fin de mes o las mujeres que sufren una de las mayores brechas salariales – todas consecuencias de las reformas neoliberales y antiobreras del último gobierno dirigido por la socialdemocracia de Gerhard Schröder, la conocida Agenda 2010, que Schulz promete no cambiar-. Además, por ser parte del actual gobierno de Merkel, la socialdemocracia no puede luchar seriamente por las demandas que plantea Schulz – por más limitadas que éstas sean – movilizando a su base en los sindicatos. Si bien en tiempos de Trump y el avance de la extrema derecha Schulz aparece como una alternativa “europeísta”, esto no despierta ningún entusiasmo en la población. Además, nadie olvida que fue uno de los impulsores de las políticas de austeridad hacia Europa del sur.
Los comicios regionales muestran la estabilidad del régimen político. Aunque se trata del peor resultado del SPD en la historia de la provincia y el segundo peor resultado del CDU en Renania, los partidos tradicionales mantienen gran capacidad de regenerarse lo que se expresa por ejemplo en que gran parte de los nuevos votantes de CDU no habían ido a votar las elecciones pasadas. El gobierno nacional sale fortalecido y Merkel tendrá más probabilidades de ganar nuevamente las elecciones en septiembre para iniciar su cuarta temporada como canciller.
Incluso los altibajos de la política internacional como el Brexit o la llegada de Trump a la casa blanca parecen tener menor efecto de lo esperado – aunque Trump aún no puede imponer su programa y la victoria de Emmanuel Macron en las elecciones francesas tiene un efecto estabilizador para la UE. Está claro que la “tranquilidad” actual no seguirá por siempre y la próxima crisis llegará más temprano que tarde. Pero hay que constatar que Alemania vive una era de hielo política.
El partido de extrema derecha AfD llegó a sus límites porque el gobierno de la gran coalición ya impuso gran parte de su programa antirefugiados, xenófobo y securitario. A la izquierda aún no se desarrolla ninguna dinámica progresiva ya que ni los grandes partidos reformistas – el SPD y Die Linke – ni la burocracia sindical, salen de la política de conciliación de clases y movilizan. Die Linke no tiene ninguna oferta más que subordinarse al SPD y en las regiones donde gobiernan juntos, como en Berlín donde es parte de una coalición con el SPD y los verdes, aceptan la política de ajuste y precarización laboral. Existen algunas excepciones heroicas de luchas laborales contra la tercerización y por la remunicipalización o luchas antiracistas y antifascistas de la juventud secundaria, pero no logran generalizarse y expandirse a sectores más amplios de la clase trabajadora y la juventud. A estos factores subjetivos se suma la coyuntura económica bastante buena de Alemania que se basa sobre todo en el récord de exportaciones de bienes y capitales a costa de los países semicoloniales y periféricos de Europa.
A cuatro meses de las elecciones generales se vuelve urgente la organización independiente de los trabajadores, los jóvenes, las mujeres y los inmigrantes en la lucha por un programa anti-imperialista y para que los capitalistas paguen su crisis, para aguantar los golpes que prepara la “dama de hierro” y prepararse para generalizar la resistencia.