Este último domingo, el partido ultraderechista -Alternativa para Alemania- ganó las elecciones en el estado federado de Turingia, en Alemania del Este. No fue una sorpresa: fue el resultado de que el gobierno de centroizquierda adoptó en gran medida su programa.
Miércoles 4 de septiembre 23:32
El domingo 1 de septiembre, Alternativa para Alemania (AfD por sus siglas en alemán. NdT.) ganó las elecciones en el estado de Turingia, en Alemania del Este, con el 32,8% de los votos, la primera victoria electoral de un partido de extrema derecha en Alemania desde 1933. En el estado vecino de Sajonia, la AfD quedó en segundo lugar con el 30,6%, solo un punto por detrás de la conservadora Unión Demócrata Cristiana (CDU por sus siglas en alemán. NdT.)
Los tres partidos de centroizquierda que forman el gobierno alemán (Socialdemocracia -SPD-, Verdes y Partido Democrático Libre -FDP-) sufrieron terribles pérdidas: juntos obtuvieron apenas el 10,4% de los votos en Turingia y el 13,3% en Sajonia. Die Linke fue el mayor perdedor. El reformista Partido de Izquierda, que en su día fue el "partido del pueblo" de la antigua Alemania del Este, está ahora al borde de la desaparición. En Turingia, Die Linke pasó de ser el partido más importante al cuarto puesto, perdiendo más de la mitad de sus votos, mientras que en Sajonia cayó por debajo del umbral del 5%. El gran ganador, además de la AfD, fue la Alianza encabezada por Sahra Wagenknecht, (BSW), que se presentaba por primera vez desde que Wagenknecht se separó de Die Linke, y obtuvo el 15,8% en Turingia y el 11,8% en Sajonia.
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En Turingia, en particular, la AfD, tiene estrechos vínculos con los nazis violentos. A principios de este año, millones de personas salieron a las calles de Alemania para protestar contra los planes secretos de la AfD de deportaciones masivas. Ahora, la AfD está poniendo ese mismo lema en carteles y obtuvo casi un tercio de los votos. Es inquietante que en Sajonia, los votantes de entre 18 y 24 años eligieron a la extrema derecha en una proporción similar a la de la población en general. Esto ha llevado a una creciente confianza entre los grupos nazis como Sajones Libres (Freie Sachsen) o La Tercera Vía (Der III. Weg), que en las últimas semanas se han movilizado contra las manifestaciones del Orgullo gay.
Todos los demás partidos han descartado la posibilidad de formar un gobierno de coalición con la AfD (una política llamada “Brandmauer” o cortafuegos), pero esto hará que la formación de un gobierno mayoritario sea extremadamente difícil en ambos estados. Turingia necesitará una coalición de cuatro partidos o un gobierno minoritario, dos modelos casi inéditos en la República Federal. También a nivel nacional, la coalición gobernante se volverá aún más inestable, aunque en este momento parece poco probable que haya elecciones anticipadas.
La funcionalidad de Alternativa para Alemania
En una mesa redonda transmitida por la televisión pública la noche de las elecciones, el secretario parlamentario de la AfD, Bernd Baumann, declaró que “la AfD funciona”, es decir, que la AfD es eficaz, porque “la BSW y la CDU han adoptado nuestras reivindicaciones centrales en materia de inmigración”. Esto es cierto: todos los partidos han adoptado el programa de la AfD. No sólo la conservadora CDU y el “izquierdista conservadora” BSW se han sumado a la AfD en su demanda de más deportaciones, sino que el gobierno nacional, la autodenominada “coalición progresista” del SPD, los Verdes y el FDP, también quiere deportar gente.
El año pasado, Alemania vivió un frenesí racista, y el canciller socialdemócrata Olaf Scholz declaró en la portada de una revista: “Tenemos que deportar a la gente con más frecuencia y más rápido”. La agitación antiinmigrante alcanzó su punto álgido apenas una semana antes de las elecciones del 26 de agosto, cuando un refugiado sirio en la ciudad de Solingen, en Alemania Occidental, mató a tres personas con un cuchillo en un festival público, después de declarar su lealtad al Estado Islámico.
En los días siguientes se produjeron otros dos ataques con cuchillos en otras ciudades, pero como ambos fueron obra de alemanes blancos, no atrajeron prácticamente ninguna atención de los medios. De hecho, un ministro del Interior del estado aseguró a la gente que los últimos ataques eran diferentes, ya que habían sido provocados por una "enfermedad mental", como si el refugiado sirio hubiera actuado de forma perfectamente racional al cometer el asesinato.
Ahora todos los partidos reclaman cambios en la ley de asilo e incluso en la Constitución. En un servicio conmemorativo en memoria de las víctimas del atentado de Solingen, el presidente federal alemán afirmó que la reducción de la migración “debe ser una prioridad en los próximos años”.
El gobierno pretende suspender todos los pagos a los solicitantes de asilo que entren en Alemania a través de otros países del espacio Schengen (área de libre circulación entre casi una treintena de países con fronteras comunes o "fronteras internas". NdT.), y no ofrecerles nada más que “ropa de cama y jabón”. El Tribunal Constitucional alemán ya ha dicho que esto violaría el artículo I de la Ley alemana sobre la inviolabilidad de la dignidad humana. Sin embargo, se están sacrificando esas sutilezas constitucionales y humanitarias en aras de la crueldad performativa. Para no quedarse atrás, Friedrich Merz, de la CDU, quiere rechazar a todos los solicitantes de asilo de Siria y Afganistán, mientras que Markus Söder, de la CSU, quiere eliminar por completo el derecho de asilo de la constitución.
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Hace apenas diez años, los llamamientos a la deportación de “extranjeros criminales” se limitaban al partido neonazi NPD, al margen de la política alemana. Hoy, incluso el Partido Verde quiere gastar miles de millones de euros adicionales para reforzar la maquinaria de deportaciones.
Los interminables llamamientos a votar por los “partidos democráticos” y a oponerse al “extremismo” resultaron ineficaces porque todos los que se autodenominaban demócratas asumieron todas las propuestas extremistas de la AfD. ¿Hasta qué punto puede ser mala la AfD -se habrán preguntado muchos votantes- si los demás partidos han adoptado todas sus propuestas racistas?
Pocos días antes de que la gente acudiera a las urnas, el gobierno de Scholz consiguió deportar a Afganistán a 28 personas. Afirmaron que todos eran delincuentes violentos, pero al menos uno parece haber sido condenado únicamente por posesión de drogas. Dado que la República Federal de Alemania no reconoce al gobierno talibán, el vuelo fue mediado a través de Qatar; no está claro si Berlín pagó dinero a Kabul. Esto supone una violación directa de una ley alemana que prohíbe las deportaciones a países donde puedan producirse torturas, ejecuciones u otras formas de trato inhumano.
Sin embargo, a medida que continúa la competición racista, las leyes se vuelven irrelevantes. El Ministerio del Interior, dirigido por socialdemócratas, trabajó duro para completar las deportaciones antes de las elecciones. ¡Esto no era más que campaña electoral para la AfD!
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Esto no es resultado de la incompetencia política, ni una respuesta a un giro hacia la derecha en la opinión pública. Todos los partidos en Alemania están de acuerdo en lo básico sobre la necesidad del rearme, y esto sólo se puede financiar empobreciendo a la clase obrera. El racismo constante, la interminable campaña racista, tiene como objetivo distraer a la población de la creciente guerra de clases desde arriba. La AfD se está beneficiando porque hizo del racismo su competencia central hace mucho tiempo.
Dos izquierdas terribles
El partido de Sahra Wagenknecht, el BSW, tiene ahora vía libre para unirse a uno o incluso dos gobiernos estatales. La prensa internacional todavía tiene la costumbre de llamar a Wagenknecht “extrema izquierda”, pero sostiene desde 2017, que la izquierda debe oponerse a la inmigración, mientras que el movimiento socialista siempre ha luchado por fronteras abiertas.
Su hipótesis era que las posiciones antiinmigrantes ayudarían a la izquierda a recuperar votantes de la AfD. Sin embargo, las estadísticas muestran que la mayoría de los votantes de BSW provienen del SPD, Die Linke o la CDU , y solo una pequeña parte proviene de la AfD. Wagenknecht se dirige principalmente a los votantes que parecen centristas, pero quieren permiso para expresar posiciones de derecha sobre inmigración, derechos trans, vacunas y otros temas de la guerra cultural de la derecha.
El BSW no es un partido de izquierdas. Tiene menos de 1.000 miembros y está centrado en una sola personalidad. Aunque Wagenknecht no se presentó a las elecciones, su rostro aparecía en todos los carteles, mientras que los candidatos reales son casi completamente desconocidos. La dirección del BSW está formada por capitalistas millonarios y políticos de carrera del SPD y Die Linke. Su programa habla muy poco de los derechos de los trabajadores y se centra en el fortalecimiento de las pequeñas y medianas empresas. No es de extrañar que el BSW esté abierto a una coalición con la CDU, que en principio rechaza las coaliciones con partidos de izquierda.
Para los votantes de BSW, el tema número uno era la guerra en Ucrania. La campaña para la guerra contra Rusia, liderada por Estados Unidos y apoyada por el imperialismo alemán, ha sido una catástrofe para la clase trabajadora y los pobres de Alemania. El boicot de la UE al gas natural ruso, seguido del ataque terrorista contra el gasoducto Nord Stream II (presumiblemente orquestado por la CIA y llevado a cabo por fuerzas ucranianas), provocó un aumento de los precios de la energía. La proclamación de Scholz de un “Zeitenwende” (cambio de época) con 100.000 millones de euros de financiación adicional para el ejército ha llevado a la austeridad, con recortes del gasto generalizados. Es muy progresista que mucha gente en el Este de Alemania, que sufre económicamente, no tenga interés en apretarse el cinturón para pagar una tercera guerra imperialista contra Rusia. El Este tiene una serie de empresas medianas con un consumo intensivo de energía, lo que es una de las razones por las que esta región ha visto una oposición particular a la guerra. La historia del sentimiento antiinmigrante en una región con pocos inmigrantes se remonta a la devastadora reintroducción del capitalismo en la década de 1990.
Wagenknecht ha estado pidiendo “paz” en Ucrania mediante una solución diplomática. Esto le ha valido acusaciones extrañas de ser agente del Kremlin, a pesar de sus constantes críticas al gobierno derechista de Putin. Sin apoyar de ningún modo estas denuncias burguesas, es importante enfatizar que Wagenknecht no es ni pacifista ni socialista, ni opositora de la guerra imperialista. En cambio, aboga por la militarización en el país o en el extranjero, simplemente quiere que el imperialismo alemán actúe independientemente de los Estados Unidos. Es una nacionalista alemana que aspira a liberar a la burguesía alemana de varias generaciones de sumisión al imperialismo estadounidense, lo que requeriría buenas relaciones con el capitalismo ruso. Esto no es nada que los izquierdistas puedan apoyar.
En este caso, queda Die Linke, para quien estas elecciones representan otro gran paso hacia el colapso. Los dos copresidentes del partido habían anunciado de antemano su intención de dimitir. Una de ellas, Janine Wissler (renegada del trotskismo ), intentó consolar a sus seguidores la noche de las elecciones diciendo que no lamentaba la ruptura con Wagenknecht: a pesar de los catastróficos resultados, "el partido se mantuvo fiel a sus principios".
¡Ojalá fuera así! En el papel, Die Linke puede defender las “fronteras abiertas”, pero en la práctica sigue liderando el gobierno de Turingia donde Bodo Ramelow, el primer ministro del estado y la figura más popular de Die Linke, deporta gente todos los días. El partido ha formado parte de numerosos gobiernos estatales que han llevado a cabo políticas neoliberales y racistas. Durante el último año, Die Linke también ha abandonado lentamente sus posiciones formales contra la guerra. Ha guardado un silencio casi total sobre el genocidio palestino en curso, mientras que algunos políticos destacados de Die Linke han apoyado abiertamente a Israel y han pedido la represión estatal contra la solidaridad pro palestina. El partido también se ha alineado en gran medida con el gobierno alemán y la OTAN en la cuestión de Ucrania.
Por eso, Die Linke no es percibido en ningún lado como una oposición fundamental al establishment político, sino más bien como su ala izquierda. Los votantes hartos de este movimiento se inclinan con mayor frecuencia por la AfD o el BSW.
Al mirar a Die Linke y al BSW, no puedo evitar citar a Lenin : “en nuestra opinión, ambos son peores”.
Una alternativa
No hay manera de detener a la derecha apoyando al “centro democrático” –mientras que ese mismo centro está llevando a cabo las políticas de la extrema derecha-. Lo que se necesita son movilizaciones masivas: en las calles, y particularmente en los lugares de trabajo, las escuelas y las universidades. La extrema derecha alemana, a pesar de su enorme representación parlamentaria, tiene poco poder de movilización, y a menudo atrae a menos de 10.000 personas a lo que se anuncian como manifestaciones nacionales. Los opositores a la AfD, en cambio, pueden llevar a millones a las calles. El problema con las manifestaciones de principios de este año, sin embargo, fue que sólo se oponían a la AfD, y no tenían respuesta para un gobierno que estaba introduciendo nuevas leyes racistas. Los antifascistas necesitan crear una alternativa política de izquierda.
El grupo Marx21, una red post-trotskista dentro de Die Linke, que recientemente sufrió una escisión en tres partidos , obtuvo una victoria muy pequeña en la jornada electoral. Al concentrar todas sus energías en un distrito de la ciudad sajona de Leipzig, lograron que uno de sus miembros, Nam Duy Nguyen, fuera elegido diputado al parlamento sajón.
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En el mejor de los casos, se trata de una victoria pírrica. Nguyen será una voz única en un grupo parlamentario de Die Linke, pequeño, diezmado y muy derechista. Durante la campaña electoral, Nguyen evitó en general toda mención de Ucrania o Gaza para no antagonizar a su partido, centrándose en cambio en cuestiones sociales básicas. Sin embargo, para un amplio sector de votantes, la guerra en Ucrania era una cuestión decisiva. Marx21 ganó un escaño, pero no podrá usarlo como tribuna de oposición fundamental, en cambio, se ha unido aún más al barco naufragado de los "socialistas" del gobierno.
Por eso los socialistas en Alemania necesitan luchar por construir una fuerza política independiente: un frente revolucionario-socialista basado en la independencia política de la clase obrera. Esto es por lo que ha estado haciendo campaña Klasse Gegen Klasse , el grupo hermano de Left Voice en Alemania (ambos integran la Red de Diarios Internacional La Izquierda Diario). Está claro que no basta con “oponerse a la extrema derecha” cuando una amplia franja de la población la percibe como la principal alternativa a un gobierno neoliberal despreciado. Los socialistas en Alemania deben asegurarse de que la izquierda revolucionaria se haga visible como una voz de oposición irreconciliable tanto al gobierno de Scholz como a sus críticos de extrema derecha.
Nathaniel Flakin
Periodista freelance e historiador. Escribe en Left Voice, EE. UU. y Klasse gegen Klasse, Alemania. También ha escrito bajo el seudónimo de Wladek.