El sindicato automotriz (UAW) llamó a la AFL-CIO a romper su afiliación con el Sindicato Internacional de Asociaciones Policiales (IUPA) ya que “los sindicatos policiales no cumplen con los criterios sindicales del movimiento obrero".
Lunes 18 de julio de 2016
Los asesinatos de Alton Sterling en Baton Rouge, La. y Philando Castile en Minnesota han puesto en escena nuevamente los crímenes de odio y la brutalidad policial racista en los Estados Unidos. Desde el 8 de julio, luego del tiroteo en Dallas, las movilizaciones están en ascenso en varias ciudades de Estados Unidos, cuyo principal actor ha sido la juventud que se levanta contra la policía racista.
A continuación reproducimos un artículo que fue originalmente publicado en Left Voice y que en los últimos días fue compartido ampliamente a propósito del debate dentro del movimiento antirracista y las manifestaciones contra la violencia policial
El año pasado, la organización local 2865 del Sindicato de los Obreros Automotrices (UAU), aprobó una resolución que llamaba a la AFL-CIO a romper su afiliación con el Sindicato Internacional de Asociaciones Policiales (IUPA). La Organización Local 2865 representa alrededor de 13.000 estudiantes, graduados y empleados de la Universidad de California, que se desempeñan en su mayoría como tutores, profesores adjuntos y ayudantes. En su declaración, "Denuncia a los Sindicatos Policiales", el Sindicato de los Obreros Automotrices argumenta que la inclusión de la policía en los sindicatos por parte de AFL-CIO contradice su "objetivo oficial" y que "los sindicatos policiales no cumplen con los criterios sindicales ni con los de ningún sector real del movimiento obrero".
Si bien ha habido algunos ejemplos de trabajadores organizados tomando una posición en contra de la brutalidad policial, como el primero de mayo, cuando los estibadores bloquearon el puerto de Oakland para protestar contra la brutalidad policial; la convocatoria a desafiliar al sindicato de la policía es un movimiento sin precedentes por parte de un sindicato, sin duda motivado por la bronca contra la policía racista y la violencia racial. Sistemáticamente, el racismo de la policía se ha convertido en el foco de atención nacional, con movilizaciones y rebeliones en todo Estados Unidos, que comenzaron con el asesinato de Trayvon Martin en febrero de 2012, aumentando cuando la policía mató a tiros a Michael Brown en agosto de 2014. Más recientemente, en 2015, con la muerte de Freddie Gray a manos de la policía, los jóvenes de Baltimore tomaron las calles, tal como lo volvieron a hacer en las últimas semanas, con los asesinatos de Alton Sterling en Baton Rouge y Philando Castilla en Minnesota.
Con el creciente clima de concientización de que estos asesinatos de afroamericanos son responsabilidad del Estado, se ha desarrollado un encendido debate con algunos "izquierdistas" y "progresistas" que piensan que la policía, colectivamente, forma parte de la clase obrera. Afirman que la policía puede un día dejar su habitual papel de rompehuelgas, represores y asesinos racistas y unirse a la clase obrera para luchar contra los capitalistas. Algunos toman como ejemplo las revueltas de los soldados durante la guerra de Vietnam, cuando las tropas de la clase trabajadora desertaban, desoían órdenes, organizaban grandes motines, y realizaban innumerables actos de insubordinación. Se distorsionan estos ejemplos históricos para argumentar que una revuelta similar puede ocurrir hoy dentro de las filas de la policía. La perspectiva de la policía abandonando su rol de sostén del capitalismo, sólo puede ser concebida en un contexto revolucionario, en el cual el Estado y sus leyes son desoídos y desacreditados, cuando la lucha de clases ha tomado la forma de una guerra civil, y los ataques mutuos son abiertos y sin restricciones. Sin embargo, cuando esa situación se considera fuera de un contexto revolucionario, es una idea equivocada e irreal.
Actualmente, el Estado posee el monopolio legal y “legítimo” del uso de la fuerza. Existe un consenso general acerca de que el movimiento de trabajadores y las organizaciones revolucionarias han retrocedido en las últimas décadas. En ausencia de condiciones revolucionarias, en las que la clase capitalista enfrenta una crisis política real, las fuerzas represivas del Estado continúan siendo protectoras reaccionarias del sistema. “La fuerza policial”, afirma la organización Local 2865, “existe exclusivamente para mantener el status quo”.
No te dejes engañar: los sindicatos policiales organizan policías, no trabajadores
El debate se torna aún más absurdo al considerar a los “sindicatos de policías”, que pretenden proteger los derechos y las condiciones de la policía, como los gremios de los trabajadores asalariados, como si fuera posible separar su rol de enemigos de la clase trabajadora. Desde la profesionalización de la policía hacia 1820, su principal tarea ha sido el control de las “clases peligrosas”: reprimir protestas y paros de trabajadores, arrestar “desviados” políticos y sociales, etc. Radicales, negros, miembros de la comunidad LGTBI, pobres, personas sin hogar, y personas con capacidades diferentes son sus objetivos constantes. En la actualidad en Estados Unidos, los “sindicatos de policías”, particularmente luego de las protestas organizadas contra la represión policial durante el movimiento por los derechos civiles y del Black Power, sistemáticamente se han opuesto a las juntas cívicas de revisión y a los mecanismos de responsabilidad policial. Lo mismo sucede con la policía penitenciaria y la Patrulla Fronteriza.
Luego de la decisión del jurado de no procesar a Daniel Pantale, el oficial de la policía del departamento de Nueva York que estranguló y asesinó a Eric Garner, el presidente del “sindicato de policías” de esa ciudad, culpó a las víctimas de la violencia policial y advirtió que “no se pueden resistir a los arrestos”. Durante el movimiento Occupy en 2011, funcionarios del gobierno hicieron un esfuerzo de coordinación para destruir a los acampantes y suprimir las protestas. La guardia nacional y la policía reprimieron brutalmente con gases lacrimógenos, arrestos violentos, bastonazos, asaltos sexuales, multas exorbitantes y delitos penales. Si había alguna duda acerca de la obediente subordinación de la policía al Estado para exterminar la más mínima resistencia, esta debería haberse disipado.
Finalmente, la policía y las fuerzas represivas no han enfrentado los mismos planes de ajuste como otros sectores de empleados estatales. A pesar de los recortes en servicios sociales, los despidos del gobierno, y la privatización del sector y bienes públicos, el gobierno ha protegido a la policía y a otras fuerzas represivas de los planes de ajuste.
Al contrario, estamos siendo testigos de una expansión de centros de detención a nivel federal, estatal y local mientras que la educación pública enfrenta un enorme déficit.
Los trabajadores deben apropiarse de la lucha contra el racismo.
La resolución de la organización local 2865 es un paso adelante y correcto al establecer que la sindicalización policial “permite a la policía enmascararse como miembros de la clase trabajadora y disimular su rol en la imposición del racismo, el capitalismo, el colonialismo, (y) la opresión.” El llamado a la desafiliación abre un camino en el cual los trabajadores pueden hacer propia la lucha contra la violencia policial en sus trabajos, y presionar a sus gremios para ser parte de esta demanda.
Los trabajadores no sólo tienen que exigir a sus sindicatos la expulsión de la policía, sino también unirse y movilizarse contra la violencia racista de ésta. Más allá de cualquier táctica individual, hacer declaraciones o muestras de apoyo, es fundamental para los sindicatos y las organizaciones de la clase trabajadora construir las fuerzas para luchar contra el racismo y terminar con la opresión.
Traducción: Redusa