Organizadas y en las calles, mostramos el camino para enfrentar la violencia patriarcal y conquistar todos nuestros derechos.
Viernes 23 de octubre de 2020 12:11
El grito ¡NI UNA MENOS! volvió a las calles de Jujuy, en decenas de miles de gargantas tras los femicidios de Iara Rueda y Gabriela Cruz, en Palpalá, Roxana Mazala en Perico, y antes el de Cesia Reinaga en Abra Pampa. Todos en el mes de septiembre, 3 en una semana, a los que se suman otras seis mujeres durante la primera parte de 2020 y el más reciente femicidio de la joven Alejandra Nahir Alvarez. Sumando nuestra provincia 11 femicidios en lo que va del año, quedando primera en cuanto a la tasa de femicidios cada 100mil habitantes del país.
El 24 de marzo pasado, el Consejo Provincial de la Mujer e Igualdad de Género, a cargo de Alejandra Martínez, reconocía a través de su página en Facebook que “El aislamiento social puede generar mayor tensión y agravamiento de la violencia” de género.
Efectivamente, el aislamiento obligatorio y las medidas tomadas ante la pandemia agravaron la situación de las mujeres: más tareas en la casa por el cierre de escuelas y jardines maternales; más trabajo (si se consigue) fuera del hogar y peor aún para aquellas que sostienen solas a su familia; más brecha salarial en desmedro de las mujeres; más impacto de la desocupación, precarización y pobreza.
Además, el aumento del embarazo adolescente, la imposibilidad de acceder a métodos anticonceptivos; las mayores dificultades para acceder a una interrupción del embarazo, incluso en los casos en que es legal. Condiciones que resultan un caldo de cultivo para el aumento de la violencia de género y los femicidios que crecieron en un 30%.
Tras siete meses de pandemia, 10 meses de un nuevo gobierno nacional y del segundo mandato de Gerardo Morales, nos preguntamos ¿Qué medidas tomó el Estado y el gobierno provincial a partir de ese reconocimiento del Consejo de la Mujer? Ninguna.
Fueron las históricas movilizaciones que protagonizamos, junto a las familias trabajadoras y pobres, que hicieron temblar cada rincón de Jujuy, las que obligaron a este régimen a poner en agenda algo tan elemental y negado durante años como el Plan de medidas de emergencia ante la violencia de género, que se debate en la Legislatura.
Las mujeres y disidencias que integramos la agrupación Pan y Rosas en Jujuy, nos dirigimos con este manifiesto a nuestras hermanas que en la puna dicen “Amuki nunca más”; a las mujeres que pelean por tierra para vivir; a las compañeras vendedoras ambulantes que se organizan, pelean y denuncian que el desempleo y la precarización son violencia; a las miles que nos levantamos contra la violencia machista; a las trabajadoras organizadas sindicalmente y las que no tienen derechos sindicales; a las madres y hermanas de personas torturadas y asesinadas por la policía; a las madres que siguen buscando a sus hijas que nunca aparecieron; a las jóvenes estudiantes, activistas lesbianas y transgénero.
El Estado es responsable
El Estado es responsable; la policía no me cuida, me cuidan mis amigas; resuenan en cánticos y carteles en nuestras movilizaciones. Pero, ¿Por qué decimos que el Estado y sus instituciones son responsables?
Lo decimos porque durante todo el 2020, y a pesar de la creación del Ministerio de Mujer, Género y Diversidad, el presupuesto nacional para atender la violencia de género fue de 11 pesos por mujer. Y en Jujuy, el oficialismo y la “oposición” del PJ acordaron destinar menos de 6 pesos por mujer. Ese es el valor que le dan a nuestras vidas!
Porque mientras el ministro Ekel Meyer revictimiza a las mujeres asegurando que Roxana Mazala volvió “voluntariamente” con su femicida, en Jujuy hay sólo 3 refugios provinciales, y en la capital se inauguró recientemente un refugio con capacidad para 5 personas ¡que ni siquiera funciona!
Pero esa no es la única responsabilidad que tiene el Estado sobre la violencia que sufrimos. Es responsable de la muerte de cientas de mujeres al año por las consecuencias de la clandestinidad del aborto, mientras mantiene la injerencia de la Iglesia en la legislación. Porque, mientras sigue sin aplicarse la ESI, 10 jóvenes menores de 19 años se convierten en madres cada una hora en el país.
Que las redes de trata y prostitución, que mantienen desaparecidas a cientas de mujeres y niñas, sigan operando es responsabilidad del Estado porque es imposible que funcionen sin la complicidad y participación de las fuerzas represivas, funcionarios políticos y judiciales.
El Estado y sus gobiernos también son responsables de los accidentes, enfermedades y muertes provocadas por la precarización laboral que afecta a más de la mitad de las mujeres que trabajan; de la brecha salarial que ha alcanzado en nuestro país un 27,7% en desmedro de las mujeres, en el caso del trabajo registrado, y que en el caso del trabajo no registrado asciende al 36,8%.
Esta realidad alarmante que vivimos, a pesar de que la lucha de nuestro movimiento conquistó derechos impensados hasta hace unas décadas, demuestra que la responsabilidad del Estado no comienza, ni termina, con la sanción de una Ley.
Y es que los femicidios son sólo el último eslabón de una cadena de opresiones contra las mujeres y disidencias, que se origina en las sociedades de clases y se legitima y reproduce permanentemente desde el Estado, la jerarquía de las Iglesias, los partidos políticos tradicionales y los medios masivos de comunicación, que perpetúan los mandatos sociales de subordinación de las mujeres y mantienen un régimen social que se alimenta, también, de esta opresión.
Por eso, no confiamos y no esperamos nada de este Estado capitalista que no es neutral, y nos privó durante siglos nuestros derechos. Las mujeres y disidencias de Pan y Rosas no aceptamos ser las víctimas impotentes que este sistema quiere que seamos. Elegimos, por el contrario, convertir ese odio que nos provoca sabernos víctimas -como millones de seres humanos en el mundo- en convicciones para luchar contra un orden social que nos asquea. A fines del siglo XIX, dijo la comunera Louise Michel: “Cuidado con las mujeres cuando se sienten asqueadas de todo lo que las rodea y se sublevan contra el viejo mundo. Ese día nacerá el nuevo mundo”. Desde Pan y Rosas peleamos por ese mundo nuevo, liberado de las cadenas que hoy aprietan los músculos de la Humanidad, pero pesan doblemente sobre las mujeres.
#NiUnaMenos: Queremos respuestas YA! De palabras ¡estamos hartas!
No queremos tener que escuchar un nombre más y gritar ¡Presente!, no queremos ¡Ni una mujer menos!
Por eso gritamos: ¡Basta de violencia machista! ¡Vivas nos queremos! Exigimos la implementación de un Plan que contemple las medidas necesarias para paliar las consecuencias de la violencia de género y prevenir los femicidios: refugios para las víctimas; licencias laborales manteniendo el salario, pases educativos; subsidios que cubran la canasta familiar; plan de viviendas y créditos con tasa cero; equipos interdisciplinarios para la prevención, atención y asistencia a las víctimas de violencia. Como plantea el Proyecto presentado por nuestras y nuestros diputados del PTS-Frente de Izquierda, Natalia Morales, Alejandro Vilca y Eduardo Hernández, en la Legislatura durante tres años consecutivos.
Si tocan a una, nos organizamos miles y respondemos todas. Por eso impulsamos la creación de comisiones de mujeres y géneros en los lugares de trabajo, de estudio y en los barrios. Porque la única opción que nos queda a las mujeres para enfrentar y pararle la mano a la violencia machista es mantener de pie nuestro movimiento de lucha, independientes del Estado y los partidos políticos del régimen capitalista.
Aborto libre y legal ¡YA! Separación de la Iglesia del Estado
A 10 meses de gobierno de Alberto Fernández que asumió prometiendo su “compromiso” con el derecho al aborto, y a más de dos años de que nuestra enorme marea verde cope las calles exigiendo ¡Que sea Ley!; habiendo presentado por novena vez el Proyecto de la Campaña en el Congreso, en Argentina se siguen realizando aproximadamente medio millón de abortos al año en la clandestinidad.
La prohibición del aborto no evita que estos se produzcan, sólo obliga a realizarlos con métodos inseguros, provocando la muerte de las más pobres. Y con secuelas irreparables para la salud de miles. Mientras el acceso a los anticonceptivos también sigue siendo dificultoso. Peor aún, ni siquiera se garantiza el acceso a la Interrupción Legal del Embarazo, establecido en el Art. 86 del Código Penal desde 1921, como vimos con la niña sanpedreña de 12 años, y más recientemente en Humahuaca.
Mientras a través de la familia, el Estado, la Iglesia y la educación nos dicen que no somos "verdaderas mujeres" si no somos madres, lo cierto es que nuestros hijos son un "estorbo" para los patrones que no garantizan jardines maternales en los lugares de trabajo, reniegan de pagar las cargas sociales o despiden a las mujeres embarazadas.
Por eso exigimos jardines maternales gratuitos a cargo de las empresas y el Estado en todos los establecimientos laborales, durante las 24 horas. Plenos derechos para las mujeres trabajadoras embarazadas y madres. Peleamos por educación sexual para decidir, anticonceptivos gratuitos para no abortar y aborto legal, seguro y gratuito para no morir. Exigimos la separación total y efectiva de la Iglesia del Estado.
Tierra para vivir ¡Ni una menos sin vivienda!
Miles de familias perdieron su fuente de sustento en marco de la pandemia, ya sea porque las medidas de aislamiento obligatorio les impidieron salir a ganarse el día, o porque fueron suspendidxs sin paga o directamente despedidos y despedidas.
Son esas familias, donde las mujeres, en su mayoría jóvenes trabajadoras precarias, madres solteras, muchas que huyeron de la violencia en sus casas en medio de la cuarentena, sin ninguna respuesta estatal, las que protagonizan una gran lucha por tierra para vivir: en la toma de Guernica en la Provincia de Buenos Aires donde más de 2500 familias resisten ante las amenazas, estigmatización y represión. También aquí, en Jujuy, en el nuevo asentamiento de Libertador, en las mujeres que se unieron por la necesidad de un techo y fueron reprimidas brutalmente en Alto Comedero, en las que fueron reprimidas y encarceladas en Palpalá.
Porque sin vivienda, sin trabajo, sin pan para nuestrxs hijxs tampoco hay ni una menos, decimos ¡Tierra para vivir! La vivienda es un derecho ¡No a los desalojos y la represión! y nos sumamos a apoyar la lucha de estas mujeres y sus familias, impulsando colectas solidarias de alimentos y ropa.
Nuestros cuerpos, nuestros territorios
Sobre los pueblos originarios y las mujeres indígenas pesan siglos de sometimiento y opresión. Porque violencia de género es también negar la lengua del pueblo Guaraní, transmitida por las mujeres, o el avasallamiento de los cuerpos - territorios saqueados por las multinacionales mineras y por el agronegocio que es política de Estado.
Quienes más han sufrido con lo viejo, luchan con más persistencia por lo nuevo
Estamos en los inicios de una enorme crisis económica, social y sanitaria que sólo va a profundizar las penurias de las mayorías trabajadoras y pobres. Con políticas que se anticipan todavía más dañinas como el recorte del Ingreso Familiar de Emergencia a 9 millones de personas de las cuales el 57% son mujeres; con el ajuste que supone el Presupuesto 2021, por más “perspectiva de género” que anuncien algunas desde sus cómodos escritorios.
Ante esta realidad, como tantas veces en la historia, las primeras respuestas a esta crisis tienen rostro de mujer: los de las trabajadoras de la Salud que no dejaron de poner el cuerpo en la primera línea de la pandemia pero también ganaron las calles para denunciar la profunda crisis del sistema sanitario producto de años de vaciamiento; los rostros de las docentes que ganaron las calles en Mendoza en rechazo a la reforma antieducativa del gobernador Suárez, de las mujeres que pelean por tierra para vivir; las vendedoras ambulantes; las que pelean contra la violencia policial; las que se levantan por #NiUnaMenos. Todas ellas están dando un ejemplo enorme.
Las feministas socialistas estamos con esas mujeres. No queremos un feminismo de oficina, de funcionarias con sueldos muy por encima de lo que cobran nuestras hermanas, ese feminismo que no se sonroja en avalar las políticas que hunden a las mayorías en la miseria. Sólo un feminismo que busque transformarse en un movimiento político de masas, donde la lucha por mayores derechos y libertades democráticas esté ligada a la denuncia de este régimen social de explotación y miseria para las enormes mayorías, con el objetivo de derrocarlo, puede ser verdaderamente emancipatorio.
Por eso decimos ¡La deuda es con nosotras, no con el FMI! Basta de ajuste, que la crisis la paguen los grandes empresarios. Y luchamos por acabar con el trabajo precario. Por el pase a planta permanente y la efectivización de todas las trabajadoras y trabajadores. A igual trabajo, iguales condiciones, derechos y salario. Igualdad de oportunidades en la capacitación y el empleo. Exigimos la creación de comisiones de mujeres en todos los lugares de trabajo y organizaciones sindicales. ¡Basta de discriminación!
Nuestra lucha de mujeres es por la humanidad. Organizate con Pan y Rosas
Pan y Rosas es una agrupación internacionalista de mujeres y disidencias de Alemania, Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Estado Español, Estados Unidos, Francia, Italia, México, Uruguay, Perú, Costa Rica y Venezuela. Somos militantes del Partido de las y los Trabajadores Socialistas que, junto a compañeras trabajadoras y estudiantes independientes, compartimos la idea planteada sintéticamente por la socialista Louise Kneeland, en 1914, que dijo que “quien es socialista y no es feminista, carece de amplitud; pero quien es feminista y no es socialista, carece de estrategia”. Es decir, consideramos que sólo la revolución social, que acabe con este sistema de explotación, puede sentar las bases para la emancipación de las mujeres y terminar con el patriarcado.