Un breve relato en primera persona nos muestra parte de las muchas historias de precariedad que se multiplican hoy por todo el país. La crisis que arrastramos hace años, y más aún la cuarentena, afectan con particular dramatismo a los sectores populares.
Lunes 20 de abril de 2020
De unos 2 años a la fecha el gas doméstico (bombonas de gas) es sumamente difícil de conseguir, por lo que los habitantes de las zonas populares de La Guairita estaban acostumbrados a pagar desde 5 $ hasta 15 $ por bombona, no solo una exageración para el ingreso promedio, sino que además es un precio exorbitante con relación al precio que, en teoría, es el legal establecido.
Sin embargo, desde que se inició la cuarentena por el COVID-19 el acceso al gas es nulo, en primer lugar, por la escasez y en segundo lugar por el costo del mismo, ya que cobran hasta 30 $ por bombona. La mayoría de los habitantes de las barriadas de La Guairita son familias de inmigrantes ecuatorianos, colombianos y peruanos que trabajan en economía informal y por lo general para “casas de familia” de la zona de El Hatillo. Por la imposibilidad de trabajar en cuarentena y por la devaluación de la moneda muchas familias no cuentan con ahorros o algún ingreso que les permita tener algo tan básico como el gas doméstico para cocinar sus alimentos. Un alto porcentaje que tiene algún terreno a disposición se las arregla cocinando a leña.
Este fin de semana la situación fue muy dramática, ya que muchas personas carecían de gas y cuando llegó al fin el camión, la ingrata sorpresa fue el desmesurado costo del mismo. Todos en la fila con sus respectivas bombonas suponiendo que el costo sería el habitual, pero la noticia cayó como balde de agua fría. La frustración y la impotencia se combinaron, se trataba nada más y nada menos que de poder tener cómo cocinar la comida de la familia y los hijos. Del “shock” inicial y la tristeza se pasó al momento de ver cómo se podía juntar el dinero.
Varias familias haciendo una “vaca” para ver si lograban reunir los 30 $ para comprar una bombona y luego compartirla. Hasta 6 familias se ponían de acuerdo y solo así lograban adquirir una bombona de gas para poder cocinar sus alimentos por turno. Otras simplemente no tenían para aportar y se quedaron sin poder comprar.
Si ya de por sí en muchas zonas populares las familias viven en condiciones de hacinamiento, sin casas grandes con amplios espacios, en este caso se trata de varias familias turnándose en una misma casa para cocinar. Dificultades adicionales para cumplir con el “distanciamiento social”.
Quizás lo otro más destacado de la situación, fue que ante lo dramático del cuadro la solidaridad se abrió paso. Algún vecino con algo más de posibilidades ayudó a otros a completar para comprar la bombona. Otros habitantes de la comunidad se ofrecieron a cocinar los alimentos de quienes ni como familia ni en conjunto con otras pudieron comprar la bendita bombona de gas. Así fue como unas familias dedicaron algunas horas a cocinar decenas de arepas y varios kilos de arroz y pasta para contribuir.
"No tengo ni un dólar, los 300 mil bolívares que me pagaron el miércoles ya no existen, tengo dos niñas y uno en camino", comentaba una de las vecinas. Son varias familias compuestas por niños, adultos mayores y mujeres en gestación, que lamentablemente no tienen acceso a divisas para cubrir esa necesidad tan elemental.