Entrevistamos a Ariel Aloi, escritor y autor teatral que en próximos días estrena esta nueva obra y reestrena otra. La inspiración surgida con la partida de su mamá y el tiempo repartido entre su arte y su labor como trabajador de la salud fueron parte de una interesante charla con La Izquierda Diario.
Augusto Dorado @AugustoDorado
Viernes 22 de marzo de 2019 09:19
Ariel Aloi no es un autor convencional: su dedicación a diversas esferas del arte (lleva escritas novelas y obras de teatro en las que también se anima a encarar el rol de dirigir a sus actores) se combina con el trabajo cotidiano en un hospital público, ámbito del que también parece absorber emociones que alimentan su imaginación para escribir. Seguramente por eso es pasión lo que más transmite cuando nos cuenta su actualidad y sus proyectos.
La Izquierda Diario conversó con él de cara al comienzo de un año que promete ser muy prolífico: estrena este sábado En cualquier esquina hay una mujer habitando la luna y vuelve a poner en cartel su obra anterior, En esta Vida. Es parte importante de lo que fluye de esta vida, la de un trabajador apasionado por la literatura y el teatro.
LID - Estás por estrenar En cualquier esquina hay una mujer habitando la luna. ¿Nos podés adelantar de qué se trata?
AA – En cualquier esquina hay una mujer habitando la luna nos cuenta la historia de un joven que pierde a su madre, pero que no acepta lo sucedido. Joaquín (Catriel Marmó), el protagonista, decide buscar la forma de encontrarla y realiza un viaje, un poco surrealista, sobre esta posibilidad. El desarrollo argumentativo se basa centralmente en las teorías de los viajes en el tiempo y en la esperanza de poder concretar la misión que se plantea. Sin embargo, el trasfondo devela que la nave de este viaje es profundamente emocional. El estreno es este sábado 23 de marzo en el Teatro Artebrin de La Boca, pero ya hemos agotado localidades, y preparamos una nueva función para el sábado 30.
Tenemos entendido de que es una obra que está dedicada a tu mamá. ¿Cómo surgió esta dedicatoria? ¿Influyó en alguna medida en tu inspiración a la hora de escribir?
La obra la empecé a escribir al día siguiente de la partida de mi mamá, el 19 de diciembre del año pasado, y decidí mantenerla así, sin la mínima corrección, respetando lo que me estaba sucediendo en esos días. Para el 24 de diciembre ya tenía el guion terminado y parte del elenco. Necesitaba hacer algo con todo lo que me estaba pasando por dentro y un gran amigo y actor, Catriel Marmó, me dijo: “Refugiáte en el teatro”. Eso hice, también con la ayuda de otra querida amiga, Yanina Soulé (que produce y actúa en la obra como Lucía o como la esperanza) y parte de mi familia. En cualquier esquina..., entonces, se convirtió en una especie de ruta hacia algún lado, donde se mezclan las ilusiones, la memoria, el homenaje y las angustias más profundas.
Esta obra incluye una novedad que es una orquesta en vivo. ¿Cómo surgió la idea y qué repertorio eligieron para musicalizar En cualquier esquina...?
La orquesta en vivo se me ocurrió por dos razones. La primera, como una dedicatoria a mi mamá: ella amaba la música. La segunda, en cambio, tiene que ver con mi propia imaginación. Los músicos representan de alguna manera la imagen confusa de los viajeros del tiempo y también a los estados emocionales que me fueron abordando en esos días. Estas dos razones definieron el repertorio: Bach, Astor Piazzolla y Pachelbel. Sin embargo, en el “Canon en re mayor” de Pachelbel se sintetiza toda la elección: muchísimas veces de niño, antes de dormir, mi mamá me hacía descubrir y escuchar música. Siempre recuerdo con gran emoción el cassette de Música del cosmos y, específicamente, esta gran obra del compositor alemán. Ahí es precisamente donde se produce el nexo espacio-tiempo que guía el desarrollo de la historia.
Compartís la dirección de la obra con el actor Gabriel Lenn. ¿Qué nos podés contar sobre él y cómo se dio esta sociedad para este rol tan importante?
Gabriel Lenn es un gran artista y, ante todo, un gran ser humano. Trabajó en cine, en películas como Gracias por el fuego, con la dirección de Sergio Renán, en Pasajeros de una pesadilla, con Alicia Bruzzo y Federico Luppi, y en Sobredosis, entre otras. También realizó innumerables trabajos en la televisión argentina y en el teatro, como actor y como director. Su llegada a nuestro equipo tiene que ver con el azar y no tanto. Por invitación de Catriel Marmó, Gabriel participó en uno de los ensayos de la obra. Inmediatamente congeniamos y esa misma noche le propuse integrarse en la dirección de actores. Cabe destacar que es mi primer trabajo de dirección, y la llegada de Lenn aportó extraordinariamente al salto cualitativo en lo que respecta a lo actoral. Pero no solo eso, también estamos proyectando otros trabajos, entre los que se destacan la miniserie Tres fantasmas y la obra teatral La puta que inventaba luciérnagas, ambos de mi autoría.
También reestrenás otra obra, En esta vida. ¿Hay alguna variación en la puesta en escena o la idea es llegar a un público que todavía no tuvo oportunidad de verla? ¿Qué balance personal tenés sobre las funciones de En esta vida el año pasado?
Vuelve En esta vida, pero esta vez en la calle Corrientes, en el Teatro Porteño, el domingo 7 de abril. Tiene variaciones, porque en gran medida ha madurado, gracias al trabajo actoral y a la visión y acción del director, Catriel Marmó. A su vez, la integración al elenco de la actriz María de los Ángeles Rodríguez permitió transitar otros caminos en el modo de mostrar la historia. Cada día se ve más intensa y emocional.
En cuanto a las dos funciones del año pasado en el Abasto, mi balance es positivo, no solo por lo logrado arriba del escenario, sino también por la recepción que tuvo en el público, que pudo navegar por innumerables sensaciones que pude percibir directamente siendo parte del público.
¿Cómo llevás el hecho de ser un trabajador de la salud -con todo el tiempo y esfuerzo que eso demanda- y a la vez dedicar tanta pasión (y también tiempo) a la literatura y al teatro?
Creo que está absolutamente relacionado. Mi trabajo en el hospital Isidoro Iriarte de Quilmes está en la guardia. Abro las puertas en los momentos de calma y en los otros, los de urgencias, manejo camillas y en todo lo que puedo ayudo. Es un trabajo bastante rudo, pero se hace más liviano por el enorme equipo que tenemos, tanto en lo profesional como en lo humano, principalmente en el área de enfermería, admisión de pacientes, limpieza y también el médico. Existen personas que piensan que es contradictorio y habitualmente me preguntan: “¿Qué hacés trabajando en un hospital?”, pero, para mí, el hospital, con el tiempo, se transformó en una segunda casa.