Carlos Pampillón, reconocido neonazi de Mar del Plata, fue obligado a cursar Derecho Constitucional, como pena por pintadas xenófobas. No lo queremos ni en la calle ni en la facultad.
Libertad Martinez @laprofeliber
Miércoles 31 de agosto de 2016
Miércoles 24 de agosto: una de esas mañanas típicas del invierno marplatense. El viento helado sopla fuerte, los banderines se agitan y varios pares de ojos se entrecierran cuando vuela algo de tierra. Son apenas las ocho, y en la puerta del Tribunal Oral Federal se apiñan quienes esperan el inicio de la audiencia en que se decidirá si Carlos Pampillón va a juicio.
Fundador y cara visible del Foro Nacional Patriótico, a Pampillón los marplatenses lo llamamos por lo que es: un facho. Lo conocimos hace varios años, cuando reclamaba la restitución del cuadro de un milico golpista que había sido descolgado de la Municipalidad. En los últimos años alcanzó suficiente fama como para aparecer en medios nacionales, por los ataques contra militantes LGBT el verano pasado y por coordinar con la policía la represióna la marcha del último Encuentro Nacional de Mujeres.
No es para responder por estas últimas proezas, sin embargo, que el neonazi llega al juzgado hacia las nueve. Está acusado de “daño agravado” por las pintadas xenófobas que realizó hace dos años junto a otros miembros de su patota en el centro de residentes bolivianos. También es responsable del ataque al monumento Memoria, Verdad y Justicia que está ubicado en la entrada de la Base Naval, donde funcionó un centro clandestino de detención durante la dictadura. Sobre el cartel que señala el lugar, los fachos escribieron “aquí se defendió la patria”.
La audiencia arranca antes de las diez y a los pocos minutos, un rumor empieza a correr entre quienes esperamos: la defensa pide la suspensión del juicio y parece que el fiscal Juan Manuel Pettigiani está de acuerdo. Menos de una hora después las sospechas se confirman cuando Pampillón sale caminando del tribunal y va a tomarse un taxi. Insultos y algún escupitajo lo siguen hasta que se sube al auto, y la sorpresa se transforma en bronca. El facho consiguió eludir el juicio a cambio de pagar los gastos de pintura, no participar por tres años en el FoNaPa y cursar Derecho Constitucional en la Universidad.
Los jueces Roberto Falcone, Mario Portela y Néstor Parra estuvieron de acuerdo con el argumento de la defensa de que el caso era sólo por “daños materiales”, cuyo arreglo el acusado debía costear. La orden de cursar en la Facultad de Derecho tiene la función de “reparar su ignorancia democrática”: piensan que el origen del racismo, la homofobia y la violencia de que hace gala el dirigente neonazi es, simplemente, un problema de desconocimiento de sus deberes cívicos, que puede remediarse con unas horas de teórico en la facultad. Pero lo que los jueces no parecen recordar es que los fachos ya estuvieron antes en la universidad de Mar del Plata, y dejaron allí su huella.
Entre 1971 y 1976, los miembros de la Concentración Nacional Universitaria sembraron el terror en nuestra ciudad. Con la impunidad de saberse amparados por policías y miembros de la justicia, robaron, persiguieron, secuestraron y asesinaron. Uno de sus lugares de acción privilegiados fue la universidad: Silvia Filler, estudiante de arquitectura en la Universidad Provincial y María del Carmen Maggi, decana de la Facultad de Humanidades de la Universidad Católica fueron dos de sus víctimas.
Actualmente la sala de reuniones de Rectorado y el Aula Magna del complejo universitario llevan los nombres de Silvia Filler y Coca Maggi, respectivamente. Son un recordatorio de las acciones que este grupo paraestatal llevó adelante antes del golpe e incluso ya iniciado el Proceso, cuando varios de sus miembros fueron nombrados con cargos de vigilancia y mantenimiento mientras se dedicaban a espiar, armar listas negras de estudiantes y docentes y palpar a quienes asistían a clases.
Quienes vamos a estudiar hoy leemos todos los días las placas con esos nombres. Si Pampillón se pasea libremente frente a ellos es porque todavía hay quienes pretenden mantener la impunidad. Para que esto no sea sólo un ejercicio de memoria histórica, hay que estar atentos a lo que pasa a nuestro alrededor, y plantarnos firmes en esta consigna: en la Universidad de Mar del Plata, fachos nunca más.