A 99 años de su nacimiento, y a partir de la polémica abierta con el uso de terapias de electroshock (TEC), investigamos el uso (y crítica) que le diera quien fuera uno de sus precursores en la Argentina.
Miércoles 13 de julio de 2016
Imagen:fuente/Diario Enfermero
Enrique Pichon Rivière nació en Suiza un 25 de junio de 1907 y se radicó desde muy pequeño en Argentina. Siendo hijo de una pareja progresista con ideas socialistas, transcurrió su infancia entre Chaco y Corrientes, donde desarrolló una gran sensibilidad hacia las problemáticas sociales que lo rodeaban. Al terminar la escuela media en 1924 funda en la localidad de Goya el primer Partido Socialista de la región.
Luego de pasar por Rosario, donde comienza a estudiar medicina, viaja a Buenos Aires para culminar dichos estudios. Allí, se muda a una pensión donde conocerá a quien sería su gran amigo y “maestro de vida”, Roberto Arlt.
Posteriormente se casa con la psicoanalista Arminda Aberastury y comienza su formación como psiquiatra y psicoanalista. Es uno de los introductores del psicoanálisis en la Argentina, fundador de la Asociación Psicoanalítica Argentina y luego de la Escuela de Psicología Social.
Todos sus aportes teóricos y sus reflexiones políticas lo ubican como una de las mentes más ávidas y progresivas que dio el ámbito psi, reconocido por psicólogos, psiquiatras e intelectuales a nivel nacional e internacional.
Pero, además, fue uno de los precursores en el uso de las terapias electroconvulsivas (TEC, o de "electroshock"), lo cual sirve muchas veces para justificar el uso de una práctica que a pesar de las múltiples críticas y repudios por los daños colaterales que causa, se sigue utilizando en muchos hospitales psiquiátricos alrededor del mundo.
Pero, ¿cuál era la verdadera postura de Pichon respecto a las TEC?
En 1975, Vicente Zito Lema entrevista a Pichón Riviere para luego publicar el libro Conversaciones con Enrique Pichon- Rivière sobre el arte y la locura. (Ediciones Cinco, Tercera Edición, 1985)
Allí se puede leer declaraciones acerca de su postura respecto del uso de la TEC.
Cuenta que por sorpresa recibe el primer “aparato” para dicha terapia por parte del neurocientífico italiano Ugo Cerletti, que había descubierto el uso de la misma en tratamientos de la esquizofrenia.
Al recibir dicho instrumento, comienza a entrenarse en su manejo y a pensar en como serviría en el tratamiento de las depresiones, tomando como base su idea de que “la depresión es el núcleo de la enfermedad única”.(pág. 119)
Así es como le pareció que podía ser útil en las así llamadas “depresiones involutivas”: “Bien aplicado, por alguien que sabe, con todos los cuidados necesarios, con el paciente debidamente anestesiado, y en las circunstancias precisas, puede ser de utilidad” (pág.120)
Eso dice al respecto en la entrevista, no sin antes aclarar que ya no las utilizaba ni indicaba. Más adelante, y ante las preguntas sobre el uso indiscriminado que se daba en los hospicios, hace una distinción entre la utilidad de un instrumento y el uso incorrecto del mismo: “Es muy difícil, si, que el electroshock sea utilizado con los debidos recaudos (…) la aplicación del electroshock en forma indiscriminada y como castigo en los hospicios es tan descarnada y desesperante que cuesta admitirlo. Por eso se la silencia o se la niega. Pero existe. Sin embargo no podemos confundir ni negar la eficacia médica que tiene un instrumento, con en manejo arbitrario e incorrecto, desde todo punto de vista, que se hace de él”. (pág. 121)
Y más adelante reconoce que a partir de su experiencia, resulta: “Una experiencia traumática, no solo para quien la recibe, que esta inconsciente, sino también para el que la aplica, aun correctamente”.(pag. 122)
Es decir que el entusiasmo que pudo haber tenido Pichon-Rivière –y que algunos utilizan para justificar el uso de las TEC en la actualidad– lejos de progresar, se fue agotando al ver las consecuencias psíquicas y sociales que el mismo acarreaba al ser utilizado con intereses contrarios a los que en su momento motivaron su interés. En la entrevista citada se llega a comparar el tratamiento con un “instrumento de tortura”.(pág. 122).
Sin ir mas lejos, en los años 40 y 50 la CIA lo utilizaba según la investigación de Ewen Cameron para “hacer tábula rasa en la mente del paciente para reconstruirla a gusto, algo que a los ojos de la agencia estadounidense resultaba ideal para aplicar a opositores y a prisioneros con información vital”.
Pero esto excede al contenido de esta nota y lo abordaremos más adelante en esta en esta misma sección.
Julián Rodriguez
Trabajador judicial en La Marrón Clasista @JuYu666julianyu