El FMI y los sectores concentrados del agro no confían en la tesis del gobierno sobre que “la crisis ya tocó fondo”. El primero exige más ajuste del gasto para asegurarse el cobro de la deuda, los segundos especulan con el dólar y buscan conseguir una rebaja de retenciones. Los trabajadores, los convidados de piedra.
Lucía Ortega @OrtegaLu_
Martes 19 de marzo de 2019 00:00
No hay que hacer un gran esfuerzo para ver entre líneas que el comunicado del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre las tratativas con el gobierno argentino son sólo un recordatorio más de que las riendas de la política económica en el país está en manos del organismo.
Lo que aparece como elogios al gobierno por "la firme determinación de abordar los desequilibrios macroeconómicos y promover su plan de estabilización económica" no son más que una felicitación formal por seguir a rajatabla las indicaciones del organismo, seguida de más exigencias y condicionalidades. En particular, la advertencia de que deberá acelerar el ajuste del gasto público para cumplir con las expectativas del Fondo.
Si bien en el primer bimestre el gobierno pudo "ahorrar" $ 23.384 millones de superávit primario, (mientras se agranda el resultado financiero por el pago de intereses de deuda), este resultado no convence del todo a los técnicos del FMI, quienes aprovechan el hundimiento de la economía (que es un resultado de las propias políticas de ajuste por él mismo recetadas), para avanzar con sus planes de hacer aplicar profundas reformas estructurales (laboral y previsional).
La actividad económica efectivamente está en recesión. Durante 2018 se contrajo un 2,6 % (según el dato provisorio del EMAE que elabora Indec) y en diciembre la comparación contra el mismo mes del año anterior arrojó una baja del 7 %. Los analistas revisan a la baja las perspectivas hacia el 2019 y se calcula en principio una nueva caída de 1,3 %.
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El comunicado del FMI intenta dotar de cierto contrapeso estos augurios, aunque sin arriesgar demasiado: "La actividad económica ha sido débil, pero hay buenas perspectivas para una recuperación gradual", afirmó Roberto Cardarelli, el titular de la misión que realizó el organismo a la Argentina el mes pasado para monitorear las cuentas del país.
Es que, el Fondo está metido en el baile, y ahora tiene que bailar. Necesita que la experiencia de su intervención en Argentina no derive en una nueva situación tan traumática como las experiencias recientes de "rescates" del organismo en otros países como en Grecia. Aunque sí requiere de una crisis importante que permita hacer pasar ataques más profundos a las condiciones de vida y aumentar los grados de explotación.
Si el Directorio Ejecutivo del FMI lo aprueba, Argentina tendría acceso a aproximadamente US$ 10.870 millones en las próximas semanas, pero aún sin fecha definida del último desembolso fuerte acordado en el préstamo stand by.
Dudas por los "agrodólares"
Lo cierto es que el Fondo no está dispuesto a resignar ni un dólar más si no se asegura el cobro de los intereses de deuda y garantiza también el de los acreedores rescatados. Es por ello que volvió a resurgir la disputa, indirecta, con las patronales agrarias. Éstas buscan convencer al gobierno de una rebaja impositiva en el débil esquema de retenciones a las exportaciones implementadas con el régimen de $ 4 por dólar, pero esto complicaría las metas de "déficit primario cero" por achicar la recaudación.
Así, plantean que si el gobierno no les habla al bolsillo (con medidas concretas), no sólo peligra el apoyo en los comicios por uno de los principales apoyos del oficialismo como lo es el agro ligado a la exportación de commodities, sino que éste amenaza con no liquidar prontamente los dólares obtenidos por las exportaciones de la cosecha actual.
El gobierno necesita a gritos esta entrada de dólares para otorgar mayor estabilidad a la cotización de la divisa y respirar con más tranquilidad hasta agosto. Pero aún así, tampoco es suficiente para contener eventuales corridas cambiarias en el marco de la aguda exposición externa del país y una balanza comercial que alcanzó un cierto superávit en los últimos cinco meses gracias al hundimiento de la economía (que desplomó las importaciones) pero que tampoco es tan elevado.
Las dudas y las opiniones son encontradas. De acuerdo a Pablo Adreani, analista agroeconómico en Clarín, el ingreso de divisas proyectado entre enero y octubre de 2019 será menor que el registrado en el mismo período de 2018, aún si el año pasado fue el de la peor sequía de la historia. Esta aseveración podría ser un tanto exagerada para insertar terrorismo al asunto y presionar por una rebaja de retenciones. Otros analistas son totalmente positivos y consideran que "el campo rescatará a Mauricio".
En principio, los fríos números indican que la megacosecha de soja, maíz y trigo aportará U$S 25 mil millones entre marzo y agosto (según lo difundido oficialmente). Contrastado con 2018, los complejos exportadores de esos tres granos aportaron U$S 22 mil millones. Las diferencias no son tan elevadas como muchos esperaban, viniendo de un año malo.
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No obstante, es precisamente este factor el que puede presionar a muchos empresarios del agro a liquidar sus dólares no sin tanta espera para balancear la posible descapitalización del año anterior. El problema es que la incertidumbre económica y la especulación con un dólar más alto luego de octubre son una tentación importante para aguantar lo más posible.
¿Lo peor ya pasó?
Otra de las incertezas refiere al resultado de la negociación paritaria. Por el momento, el único que habla del tema es, paradójicamente, el gobierno y no las direcciones sindicales. El ministro de Producción y Trabajo, Dante Sica, adelantó que espera que haya paritarias con revisión semestral.
Pero más en detalle, indicó que su interés es que las negociaciones sean "particulares" de acuerdo a la "capacidad que tenga cada sector" como el nivel de actividad y de empleo. La amenaza fue para los trabajadores, a quienes si bien se les asegura que "lo peor ya pasó" (versión renovada de sus fracasadas promesas del "segundo semestre" en 2016), también dejó entrever una cierta dicotomía entre elegir salarios o mantener sus puestos de trabajo.
"Del lado de los gremios dependerá de cuáles serán sus prioridades: el empleo o la negociación salarial", aseguró el ministro. Lo que se llama, una extorsión. ¿Qué harán las cúpulas sindicales frente a tamaña provocación? Por el momento no hay a la vista ningún plan de lucha serio para disputar el salario, mucho menos para tirar abajo el plan de ajuste y el acuerdo con el FMI.
Es importante recordar que, aún si las y los trabajadores consiguen arrancar paritarias que empaten con la inflación, eso no significa recuperar el poder de compra, puesto que en el año 2018 en promedio los salarios perdieron 12 puntos frente a la inflación (con diferenciaciones entre registrados, no registrados, sector público, y entre ramas de actividad).
Por ello. cobra tanta relevancia la experiencia de las y los docentes salteños, quienes tras una fuerte organizacion desde abajo y tras 8 dias de paro lograron torcerle el brazo a Urtubey y conquistar un aumento de 38 % y un bono de 5 mil pesos junto a otras demandas, a pesar de que las direcciones sindicales quisieron cerrar el acuerdo con paritarias a la baja.
Lucía Ortega
Economista UBA. Coeditora de la sección de Economía de La Izquierda Diario.