Jueves 19 de octubre de 2023
¿Qué está pasando en la industria?
En estos últimos meses las empresas automotrices de todo el mundo han sufrido varias alteraciones, que incluyen la apertura de nuevas super fábricas, reajuste salariales y de contrato de los trabajadores de esta industria. Entre huelgas y despidos, este sector de la producción mundial experimenta importantes reajustes como respuesta a las crisis y problemáticas mundiales.
En Estados Unidos el sindicato de trabajadores de la industria automotriz, UAW (sindicato de trabajadores automotrices por sus siglas en inglés), realizó la huelga más importante en décadas exigiendo mejores condiciones de trabajo, aumento salarial, integración de trabajadores de medio tiempo y una semana laboral de 32 horas. En contraste, la fábrica de Ford Cuautitlán de México es un ejemplo de recortes salariales y precarización por parte de la patronal, ya que en los últimos meses ha despedido a trabajadores de forma masiva argumentando problemas de suministro y de ventas. Así los trabajadores estadounidenses de UAW enfrentan con organización los ataques que sufren los obreros de Ford Cuautitlán. Estos fenómenos de explotación y de organización sindical responden a un reacomodo internacional de la industria.
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Las transnacionales más importantes dedicadas a la fabricación de automóviles han comenzado a invertir millones en la esperada transición energética. De la mano con los avances más importantes en tecnología, los nuevos automóviles no sólo reemplazan los combustibles fósiles con baterías de litio, también integran las tecnologías más avanzadas, tales como la Inteligencia Artificial, la cual permite la conducción automática de los automóviles.
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Sin embargo, frente a estas apuestas por construir automóviles inteligentes, con aparentementemente ninguna emisión de gases de efecto invernadero, existe una serie de problemáticas y crisis a nivel global que alteran los planes de los grandes empresarios. La guerra en Ucrania, la disputa entre China y Estados Unidos por la hegemonía económica, entre otros hechos como la ola de bancos en quiebra, o la tendencia anticolonial de algunos países de África, golpean directamente la producción y distribución de autos en el mercado internacional, siendo los trabajadores y el medio ambiente los principales afectados.
Industrias pesadas como la automotriz funcionan por medio de complejas cadenas de producción. La construcción de un auto comienza con la extracción de materias primas de lugares ricos en recursos como lo es el continente africano, las cuales después sirven para la construcción de los componentes eléctricos y autopartes que se construyen en China, Alemania o Japón, hasta llegar a las ensambladoras de México (como la Ford Cuautitlán) o de Estados Unidos, para posteriormente ser distribuidos en todo el mundo.
Estas cadenas hoy en día sufren un importante reajuste global. Por un lado, casi todas las empresas comienzan a voltear hacia la sustentabilidad de los autos eléctricos, no como una alternativa a las energías fósiles, sino como una oportunidad de mercado y de ganancia para los bolsillos de los empresarios. Como consecuencia inicia una apertura de fábricas y ensambladoras con la capacidad de construir estos nuevos automóviles. Sin embargo, las cadenas de producción sufrieron un fuerte golpe tras la guerra de Ucrania y las tensiones entre potencias centrales, como es la disputa de Estados Unidos y China por Taiwán (principal fabricante de microchips a nivel mundial).
La guerra en Ucrania cortó el suministro de gas proveniente de Rusia, provocando el desabasto energético en las principales fábricas de occidente, como es el caso de Alemania. Además, la misma guerra en Ucrania representa el inicio de una ola de disputas y cuestionamientos a nivel mundial, como es el caso del reciente movimiento anticolonial de áfrica (Níger, Burkina Faso, Guinea, etcétera) que ha impedido la llegada de Uranio a Francia, elemento clave para alimentar las plantas nucleares en Europa. Así, la guerra y los conflictos geopolíticos contribuyen directamente a la crisis energética, la cual provoca una alza en los costes de producción.
Dentro del capitalismo el mercado responde a las ganancias de los grandes empresarios. Así la crisis energética se resuelve ya sea regresando a los combustibles más contaminantes como el carbón o el gas licuado, o reubicando los medios de producción y fuerzas productivas, es decir, llevando las fábricas a los países con las energías más baratas y con los impuestos más bajos, como es el caso de México.
A los dueños de esta industria no les interesa el medio ambiente en lo más mínimo. Los nuevos autos eléctricos, más que responder a una emergencia climática, son la gran apuesta por crear mercados que generen fuertes ganancias. Y, a pesar de las tensiones geopolíticas, los empresarios se mantienen aferrados a continuar con este proyecto abriendo super fábricas, como es el caso de Tesla en Nuevo León, México.
Sin importar las consecuencias ambientales, los capitalistas no dudarán ni un momento en acrecentar sus ganancias. Y esto se logra solamente abaratando los costes de producción, regresando a los combustibles más contaminantes, y arrebatándole derechos a la clase trabajadora al disminuir salarios, aumentando las horas laborales y quitando seguridad social y prestaciones.
Los despidos masivos de Ford Cuautitlán y la huelga del UAW son ejemplos de la reorganización de la producción global de autos eléctricos. Los contratos y despidos masivos de la planta de Ford Cuautitlán ejemplifican los nuevos modelos de precarización que los empresarios buscan imponer para acrecentar sus fortunas, en donde la inestabilidad laboral y los despidos injustificados están a la orden del día. Otro ejemplo es la planta de Tesla en Nuevo León, que representa el reacomodo de fábricas en países con salarios más bajos y energías baratas.
Es por ello que, ante la amenaza latente de los empresarios y su apuesta por perpetuar la explotación tanto laboral como del medio ambiente, es necesaria la organización de los trabajadores. La huelga de UAW es un ejemplo de que es posible combatir a la burguesía, arrebatándole sus ganancias por medio de la lucha. Si bien las demandas son principalmente económicas y laborales, es un primer paso para golpear este modelo de producción capitalista, que privilegia la ganancia y la acumulación por encima de todo. Ante la crisis climática y la precarización laboral, la única salida es por medio de la organización de la clase obrera, para que ella tome el control de la producción y, así, buscar soluciones colectivas a los problemas que aquejan al planeta y al proletariado.