Dos décadas separan la masacre del presente. Son suficientes para que una nueva generación se pueda preguntar con más inquietudes que certezas: ¿Qué pasó esa noche en Cromañón? ¿Qué le sucedió a esos chicos que tenían mi edad cuando yo no había nacido?
Aquella noche del 30 de diciembre de 2004 se transformó en una bisagra que marcó para siempre la vida de una generación. Hoy es una historia (en realidad son muchas) que debe ser urgentemente contada a la juventud del presente. Quizás sea ese el aspecto que destacan familiares y sobrevivientes cuando les preguntan sobre las sensaciones que les generó la serie publicada por Amazon Prime. Después de mencionar el dolor, las críticas y el sinsabor de no verse reflejados ni a ellos ni a sus seres queridos, muchos coinciden en destacar una utilidad: la serie sirve como una puerta de entrada para que muchas pibas y pibes de hoy se encuentren con esas historias, indaguen e investiguen.
“Cromañón, la noche de un incendio” es una serie de 8 capítulos, dirigida por Fabiana Tiscornia y Marialy Rivas. El relato se centra en la vida de un grupo de chicos y chicas de Villa Celina, La Matanza, que pasan las fiestas palpitando las tres fechas con las que Callejeros (oriunda del mismo barrio) cerrará el año en República Cromañón. La actriz Olivia Nuss y los actores Toto Rovito y José Giménez Zapiola, interpretan la vida de dos sobrevivientes y una víctima fatal aquella noche. Meterse en un hecho tan sensible, por más que sea a 20 años (o justamente porque se trata de este aniversario) no deja de ser un hecho controversial. No es la intención de esta nota hacer una reseña exhaustiva sobre la serie, sino destacar algunos elementos que sirven como disparadores para pensar qué reflexiones colectivas nos quedaron de aquella masacre.
En las fronteras de la juventud analógica. Análisis del sujeto
La serie va y viene en dos momentos de la vida de Malena (Olvia Nuss) entre 2008 y 2004. El primero es un viaje de vuelta a Buenos Aires, tras su partida a Rosario, donde la protagonista se reencuentra con la lucha de familiares y sobrevivientes y toma valor para declarar en el juicio. El segundo relata los días previos a la noche de aquel 30 de diciembre. Acá la serie no logra su mejor versión, por lo menos para quienes vivieron y vivimos de cerca la previa de los recitales de esa tribu urbana en franco crecimiento. Centrada en el conurbano, pero filmada en Uruguay, el hilo conductor busca reflejar a una juventud donde la música ocupaba un rol central. Desde las pequeñas bandas que se formaban en los grupos de la secundaria, hasta la previa de los recitales y los micros que partían de los barrios hacia el lugar del show. El diciembre de 2004 estaba muy cerca de aquel otro, del 2001, que grabaría en la memoria el “que se vayan todos”. La juventud de ese entonces estaba atravesada por una realidad donde el sujeto de la calle y la crisis de representación eran de masas. “Ir a ver bandas, por más que no me gustara tanto el tumulto, era también una confirmación de pertenencia a una época, un estilo de vida, una elección política” dice Camila Fabbri en una novela de no ficción “El día que apagaron la luz” que también aborda los daños de Cromañón. Y completa: “Este himno que hablaba de la calle y de la gente defendía a capa y espada la necesidad de escoltar al artista. Manuel, mis amigos y yo, éramos esa calle y esa gente. Había alguien poniendo su garganta para la protesta social de un modo que nos representaba ¿Y a nosotros que nos quedaba? Estar presentes armando banderas”. Fabbri condensa esa mezcla de militancia y futbolización del rock.
La serie intenta aproximarse a través de la historia del personaje de Lucas Blinder (José Giménez Zapiola) quien además de pertenecer a la tribu urbana del rock, se dedica a la militancia barrial. En este punto, la literatura refleja de forma más fidedigna los sentires de la época, aunque la serie apunta algunos elementos importantes como la precarización de la vida y los trabajos para la juventud, sobre todo en el caso de las mujeres, como se puede ver en personajes como el de Lucila, que es despedida tras llegar tarde por una situación de acoso en el transporte público. O en el de Julia, empleada y precarizada por Chabán.
En todos los casos (tanto la serie como diversos libros de literatura) se refleja una característica muy particular del momento: la relación entre la juventud y la tecnología. Aquel 2004, año de expansión del internet en los hogares, se puede pensar como un año frontera entre la juventud analógica y la juventud digital. Los teléfonos celulares, eran los Nokia 1100 o parecidos y no todos lo tenían o llevaban encima. Aquella noche fueron el canal de comunicación del alivio o de la peor de las noticias. La red social del momento era fotolog, el chat era messenger y las conexiones, lentas, telefónicas y solo por unas horas al dia. Nadie filmaba ni tuiteaba al momento de salir la banda. Estos elementos configuraron el contexto en el que se dió cromañón.
La peor de las pesadillas. Un punto de inflexión y la solidaridad como protagonista.
Ver la serie es complicado porque duele y remueve recuerdos y sentimientos. Las revelaciones y los datos de impunidad del largo proceso judicial permiten reflejar de forma visual para muchas personas y con un relativo nivel de detalle qué fue lo que sucedió esa noche. Desde el entramado de corrupción previo, que involucra a los dueños de lugar con los funcionarios del Estado, hasta las medidas de seguridad que no se cumplieron y que se confabularon para detonar la peor de las tragedias. Una interrupción en la vida de un colectivo que conmovió y paralizó el fin de año de todo un país. El dolor de la noticia, la búsqueda desesperada de familiares y amigos, llamadas perdidas, hospitales colapsados y medios de comunicación que daban cuenta del horror en tiempo real.
La investigación pudo revelar que una importante cantidad de las víctimas fatales fue protagonista a la hora de volver a entrar al lugar para sacar a más amigos, familiares o gente desconocida. En la oscuridad más penetrante, apareció la solidaridad entre las víctimas. Ni policías ni bomberos; la página heroica de esa noche deplorable, la escribían sus protagonistas.
El Estado, el mercado y la historia contada por una plataforma
La cultura rock, que emergió como contestación a la dictadura y que sobrevivió a la marginación y la represión del neoliberalismo, llegó a ese diciembre del 2004 con todas sus contradicciones a cuestas. El proceso de asimilación por parte del mercado estaba ya más que avanzado. El rock barrial ganó masividad y con ella, surgió un jugoso negocio. Chabán y el salto de Cemento a Cromañón vienen a representar esa transición del “under” a lo masivo. En 2004 Callejeros había llegado a tocar en el estadio de Excursionistas. La triple fecha con la que cerrarían el año en Cromañón era esa que nadie se quería perder. Por eso el suplemento SI de Clarín, publicaría el 31 de Diciembre el resultado de una encuesta que daba a la banda como la revelación del año. Pero Cromañón, aunque era más grande que Cemento, no era un lugar para lo masivo y sus condiciones de seguridad se asemejaban a las del histórico antro. Chabán, que era reconocido entre las bandas por haberlas bancado, por haberles dado un lugar (y también por repartir una parte mayor de las entradas vendidas, aspecto clave de esa noche donde Callejeros organizó la seguridad y la emisión de las entradas), ahora era el socio de Rafael Levy, dueño de un complejo inmobiliario en el barrio de Once, donde se desarrollaban espurios negocios. Así como el gran negocio del mercado no se regula solo, tampoco lo hizo el Estado. Ahí aparecieron las coimas, el encubrimiento y la criminalización mediática de la juventud para salvar las penas de funcionarios como Anibal Ibarra y Fabiana Fiszbin (en “Cromañón, el documental” que contiene imágenes del proceso judicial, se profundiza con mayor detalle este aspecto).
El proceso de asimilación del Estado y el mercado debe ser pensado más allá de Cromañón y de la música. En la actualidad, el esfuerzo de actrices, actores, productores y guionistas para contar una masacre de tamaña dimensión, debe pasar por los filtros de una plataforma multinacional como Amazon. La lógica del entretenimiento masivo “on demand” también es una expresión de esa asimilación. Por ello deben tomarse los aportes de la serie solo como un disparador.
La lucha como forma de supervivencia. Lecciones para el presente
Hay un elemento progresivo de la historia que transcurre en los 8 capítulos. Al dolor profundo de la tragedia colectiva le sucede una lucha que la serie refleja en la incansable organización de las agrupaciones de familiares, amigos y sobrevivientes. En un muy buen documental llamado “La lluvia también es no verte” un familiar relata con indignación que la Justicia no es un servicio que el Estado te da, sino algo que uno tiene que conseguir con la lucha. Tal vez esa sea una buena reflexión después de tantos años. El tiempo no tardó en demostrar que Cromañón estaba en todas partes. Volvió a Once con el accidente en la estación de trenes. Allí estuvieron los familiares y sobrevivientes llevando la solidaridad con las nuevas víctimas. La serie muestra cómo se reconstruyeron muchas vidas a través de esas reuniones colectivas que organizaron marchas, actos y conmemoraciones en cada momento, en cada aniversario. Hoy, a 20 años, la historia de Cromañón los vuelve a encontrar sobreviviendo, dando la pelea para que no vuelva a suceder. Ayudando a sacar conclusiones y transitar el dolor peleando por una vida donde la diversión, el arte y el esparcimiento no sean el alimento del lucro y la corrupción capitalista.
Ahondar en una reflexión colectiva es importante en un presente donde se vuelven a mezclar distintas generaciones, aunque el algoritmo las quiera separar y segmentar. Las bandas de rock siguieron su curso de masificación y asimilación. Otras expresiones musicales, que vinieron a suceder su rol contestatario, ganaron las plazas, los patios de las escuelas y hoy caminan los mismos senderos en un mundo hiper mercantilizado. Atravesando los filtros del algoritmo y las plataformas, la lucha abrirá paso para que las nuevas generaciones no arranquen desde cero.
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