En las elecciones parlamentarias en Turquía el 7 de junio, no sólo se juega el poder del presidente Recep Tayyip Erdoğan. También está planteada la cuestión de cómo la izquierda se puede organizar en contra de ese gobierno autoritario.
Miércoles 3 de junio de 2015
Fotografía: EFE-EPA-ULAS YUNUS TOSUN
El 7 de junio 2015 tendrán lugar las elecciones parlamentarias en Turquía. El régimen se encuentra en un período crítico marcado por tensiones económicas acompañadas por una oleada masiva de huelgas. El partido gobernante AKP (Partido por Justicia y Crecimiento) avanza en su rumbo autoritario. Mientras vivimos un ascenso del partido de izquierda HDP (Partido Democrático de los Pueblos).
La crisis turca
Cuando el AKP asumió el gobierno en el 2002, Turquía estaba en una plena crisis económica. La política del gobierno de 13 años del AKP bajo Recep Tayyip Erdoğan consiste en privatizaciones y precarización para resolver la crisis en el interés de la burguesía. A eso se suma la corrupción y ataques contra el pueblo kurdo, la juventud, las mujeres, los alevíes y otras minorías étnicas y religiosas, como también la restricción de la libertad de prensa.
En el marco de la crisis económica mundial el capital turco se vio beneficiado, pero esa tendencia ahora se vuelve a su contrario: baja el crecimiento económico, la fortaleza del dólar golpea fuerte al país, y un tercio de la juventud de menos de 24 años está sin empleo. En la estadística de las muertes laborales por accidentes evitables, Turquía está en la cabeza de Europa: Desde que gobierna el AKP murieron 16.000 trabajadores.
En junio 2013 empezaron las protestas Gezi como expresión de descontento contra el régimen autoritario del AKP, movilizando millones de personas a las calles y sacudiendo todo el país. Ya que el movimiento nunca integró activamente al movimiento obrero y no contó con una dirección revolucionaria, no pudo realmente poner en peligro al gobierno y terminó en una derrota. Sin embargo, el AKP solo pudo superar esa situación de crisis de manera provisoria ya que se puso de evidencia que su modelo neoliberal y autoritario en una semicolonia ya no puede garantizar la “estabilidad”, por lo cual pone en peligro a los propios intereses de largo plazo de la gran burguesía turca.
Las aspiraciones de poder regional de Erdoğan –que ahora dirige al gobierno que lideraba como primer ministro en su nueva posición de presidente de Estado – se vieron frustradas. Como miembro de la OTAN y aliado estratégico de Estados Unidos, Turquía aspiraba con el inicio de la “primavera árabe”, extender su “modelo turco” de democracia parlamentaria bajo la dirección de un partido islámico moderado a Egipto u otros países de la región. Pero ese proyecto fracasó, y Turquía ahora solo cuenta con relaciones de hostilidad con Siria, Egipto, Iraq y Libia.
Si bien la clase obrera solo participó en las protestas de Gezi de manera esporádica, hoy entra cada vez más en el escenario contra las consecuencias de la crisis económica. El gobierno AKPista había suspendido el derecho a la huelga en los sectores de aeronáutica, minería, metalúrgica, construcción, logística, tránsito y educación invocando peligros para la seguridad nacional. Aquellos sindicatos que se rebelaron contra esa prohibición de huelgas tuvieron que contar con dura represión mientras que se beneficiaron los sindicatos oficialistas.
Sin embargo, en la actualidad se está desarrollando una nueva coyuntura de huelgas en Turquía, sobre todo en el sector metalúrgico. En las últimas semanas, docenas de fábricas entraron en huelga por mejores salariales, levantándose también explícitamente contra el sabotaje de sus intereses por parte de los sindicatos oficialistas. El sector metalúrgica turco estaba parado, las fábricas tomadas contra la patronal, la burocracia sindical y el AKP durante días.
Un salto en la bonapartización
A pesar de todas las tensiones, el AKP logró salir de las elecciones municipales y las presidenciales del año pasado como vencedor, con pérdidas marginales. La actual campaña electoral del AKP en las próximas elecciones parlamentarias anuncia aún más en el proceso de bonapartización que está siguiendo Erdoğan ya por mucho tiempo. Para lograr eso, el AKP propone un cambio de la constitución que implicaría la sumisión legal de la justicia, las fuerzas armadas y la burocracia estatal al presidente – sin su aprobación la mayoría parlamentaria no podrá hacer pasar ninguna ley.
Durante su mandato, Erdoğan purgó sistemáticamente el aparato militar – que había tomado el poder con golpes de estado en varias ocasiones del siglo pasado al servicio de las burguesías turca e imperialistas – y lo puso en los hechos bajo su control directo. En el pasado la burguesía turca a menudo necesitaba una dictadura militar para mantener su poder – pero ese aparato estatal omnipotente se volvió un obstáculo para la estabilidad política y económica del país. En vez de guerra contra el movimiento kurdo y la izquierda turca, la clase dominante comenzó a apostar más a privatizaciones neoliberales y el “proceso de paz” con el movimiento kurdo. No obstante Turquía sigue siendo gobernada por la constitución golpista del 1980.
Es bajo esas condiciones que el AKP ahora presenta la solución de un sistema presidencial, con el cual Erdoğan pretende avanzar a un régimen bonapartista en un país semicolonial. Como presidente de Estado, Erdoğan mismo hace campaña electoral para el AKP. En sus discursos habla de disminuir el poder del parlamento que sería bajo su concepto un peligro por la estabilidad del país. Para llamar a un referéndum por un sistema presidencial, el AKP necesitaría por lo menos 330 asientos de los 550 en el parlamento. El AKP se apoya para ello también en el piso proscriptivo de 10 por ciento, producto del régimen golpista del 1980.
Con el debate sobre el sistema presidencial, Turquía se encuentra ante un salto cualitativo en la bonapartización de su régimen. El foco de muchos activistas de izquierda a las luchas democráticas contra ese régimen autoritario hace a que gran parte de ellos apoya a las candidaturas del HDP.
¿Un “partido de los oprimidos”?
Sin duda, el HDP es el fenómeno más interesante en ese período electoral. Los sondeos del mayo 2015 muestran que el HDP está muy cerca para entrar al parlamento. El lema de su co-dirigente Selahattin Demirtaş que en verano de 2014 ganó el 9,76 por ciento de los votos en las elecciones presidenciales, apunta contra Erdoğan “No serás presidente.”
El HDP es una formación nueva: El partido kurdo BDP (Partido de la paz y la democracia) había formado un frente electoral para las elecciones parlamentarias de 2011 junto a varias organizaciones obreras y de izquierda (Frente del Trabajo, la Democracia y la Paz) ya que buscó extender su programa democrático-radical a todo el país. De ese frente electoral surgió primero el HDK (Congreso Democrático de los Pueblos) y después el HDP que se fundó oficialmente como partido en 2012. Consiste de 32 organizaciones, entre ellas grupos e individuos kurdos, turcos, alevíes, armenios, además de sindicatos, grupos LGBTI, feministas, ecologistas y democrático-islámicos. Su programa se concentra en los derechos culturales y democráticos bajo un proyecto de “autonomía democrática”, que se basa en la autodeterminación pero no toca la propiedad privada.
El HDP también postula a candidatos para las parlamentarias a personas de la burguesía kurda. Esa táctica electoral tiene dos niveles: En Kurdistán del Norte se presentan candidatos religiosos, liberales y burgueses para disputarle la base al AKP. En el resto del Estado turco el HDP postula a candidatos de izquierda, feministas y seculares para ganar el apoyo de las bases del kemalismo y otros sectores de izquierda. Esa táctica pragmática no conoce principios – solo se trata de ganar escaños parlamentarios en la esperanza de reformas dentro del régimen, en vez de desarrollar una posición independiente de los trabajadores y los oprimidos. Eso muestra claramente los límites de las demandas progresivas del HDP.
El rol del HDP en la lucha de clases
Su programa electoral sí discute la situación de la clase trabajadora y contiene demandas como un derecho generalizado a la huelga y la construcción de estructuras de democracia de base dentro de los sindicatos con sueldos de un trabajador mediano para los funcionarios y su revocabilidad. Pero esas demandas quedan solo en el papel ya que el HDP no interviene en las luchas obreras radicalizadas y no moviliza a su base. En su programa electoral demanda el freno a las privatizaciones – pero sin un concepto que podría impedir o anular las privatizaciones. Y en la fase actual de los ataques fuertes contra la clase obrera el HDP no llama a la huelga general. Mientras los obreros metalúrgicos de varias fábricas llevan una lucha heroica, el HDP se contenta con declaraciones de solidaridad simbólicas.
En relación a la cuestión nacional, el HDP vive la línea del movimiento kurdo bajo dirección del PKK desde principios del siglo XXI: el avance de un “proceso de paz” en base a una autonomía democrática. Ahí se apoyan en una alianza con la burguesía kurda y partes “progresivas” de la burguesía turca. Es también por ello que el HDP ve un problema político en priorizar una política hacia la clase obrera. Lo que no ve el HDP, sin embargo, es que el “proceso de paz” es una paz dictada que no cumple ninguna de las demandas centrales de la población kurda y que además se ve constantemente atacada militar y unilateralmente por el Estado turco. De una “paz” así, solo una elite pequeña de la población kurda se beneficiará mientras que las masas seguirán padeciendo la pobreza y la represión.
El HDP no tiene un programa antiimperialista: Si bien no llama a la intervención imperialista en la región pero tampoco se opone a ella. El movimiento kurdo busca reconocimiento internacional por su lucha democrática. Pero ignora el carácter sangriento del imperialismo: En el Medio Oriente el imperialismo es el principal responsable por miseria de la que pudo surgir la organización barbárica del Estado Islámico (EI) que por ejemplo en Rojava quiere eliminar a los kurdos. El anhelo del HDP de “reconocimiento” por los poderes imperialistas es por lo tanto contradictorio a la liberación de la guerra – e incluso se vuelve criminal donde lleva a la desmovilización de las masas, como en el ataque a Kobanê donde el HDP se opuso a la movilización de las masas kurdas contra el Estado turco.
Si bien la orientación estratégica del HDP es fundamentalmente parlamentaria y con un rumbo reformista, se diferencia por su posición en el Estado y por la cuestión nacional de organizaciones como Syriza o el partido Die Linke: El HDP por ahora no tiene ninguna perspectiva de gobernar. Con su posible entrada al parlamento se ubica contra el rumbo autoritario de Erdoğan y por la representación de la nación kurda. Se autodefine – todavía – como un partido de las minorías oprimidas mientras que Syriza con la toma de poder del estado capitalista, con su coalición con los populistas de derecha del ANEL y con su reconocimiento de los dictados alemanes de austeridad está en un camino cualitativamente distinto. El HDP es un partido reformista de una minoría oprimida en un país semicolonial, mientras que el partido Die Linke apoya a los dictados de austeridad y a las intervenciones militares para llegar a la representación de la burguesía imperialista, es decir una posición abiertamente socialchauvinista.
¿Cómo luchar contra la bonapartización?
Es necesario conseguir el derecho de representación parlamentaria de la nación kurda y otros sectores oprimidos de la sociedad. Hay que abolir el antidemocrático piso proscriptivo del 10 por ciento. Además veremos un masivo fraude electoral para conseguir los escaños parlamentarios para el AKP y su rumbo autoritario. Contra ello es necesario una campaña democrática amplia por la abolición del piso proscriptivo y contra el fraude electoral, en la perspectiva de una huelga general política. La entrada del HDP al parlamento puede ser un obstáculo para la antiobrera AKP, incluso quizá arrancarle su mayoría absoluta para la constitución de un gobierno sin coalición. Bajo esas condiciones, muchos activistas de izquierda y muchos trabajadores votarán al HDP.
Muchas de las demandas del HDP son progresivas: contra los ataques a los trabajadores, contra la opresión de la mujer y de personas LGBTI, y contra la opresión de los kurdos y otras minorías. Pero esas demandas progresivas no tienen ninguna perspectiva de lograrse en el parlamento. Como proyecto de conciliación de clase el HDP sacrificará a su base en la izquierda, en los kurdos y en los trabajadores a la diplomacia con Erdoğan como ya lo hizo en las protestas en Gezi, como lo está haciendo actualmente en las huelgas. Tampoco el HDP podría impedir con una entrada al parlamento que Erdoğan se apoye para su rumbo bonapartista en el MHP (Partido del Movimiento Nacionalista) que limpie su camino con otros ataques a los trabajadores y los kurdos.
Si bien la entrada al parlamento del HDP podría dificultar el proyecto de un modelo presidencial, el foco de la lucha contra el régimen autoritario tiene que estar en los lugares de trabajo y en las calles. Para ello no necesitamos un partido “democrático” que concilie los explotados con sus explotadores “progresivos”, sino necesitamos un partido revolucionario obrero. No existe hoy tal partido en Turquía. Lo necesitamos concretamente para luchar por el derecho a la huelga, para parar las masacres contra los trabajadores, para echar la burocracia sindical de los sindicatos, para terminar con la precarización laboral y para renacionalizar las empresas privatizadas bajo control obrero. Solo si la clase obrera gana confianza en sus propios métodos de lucha – como huelgas y ocupaciones –, se abolirá el sistema de Erdoğan. El apoyo a las huelgas metalúrgicas, su extensión y su politización así como la construcción de una corriente sindical antiburocrática son los próximos pasos necesarios.
Partido obrero revolucionario
La liberación de la nación kurda de la opresión y explotación no es posible con el proceso de paz, sino solo con un partido obrero revolucionario en Turquía y Kurdistán. Tiene que adoptar el derecho incondicional de la autodeterminación nacional – es decir también el derecho a la independencia nacional, y no solo de la “autonomía” en el marco del Estado turco. Los revolucionarios tenemos que levantar todas las demandas democráticas de los oprimidos y volverlas en contra de todos los capitalistas – en el Estado turco, en los países imperialistas así como en Kurdistán. Los trabajadores necesitamos una perspectiva política independiente. Los imperialismos en el Medio Oriente juegan un rol especialmente criminal: contra la expoliación de la región de muchos siglos levantamos nuestra perspectiva de una Federación de Estados Socialistas en el Medio Oriente.
Necesitamos una respuesta a la crisis omnipresente en Turquía que el sistema electoral burgués no nos puede dar. Por eso nosotros no solo decimos “no serás presidente” sino “Derrocaremos a tu sistema!” En vez de un referéndum sobre el sistema presidencial, exigimos una asamblea constituyente, elegida por toda la población en el Estado turco con representación proporcional de las minorías, que decida no solo las cuestiones democráticas, sino sobre todo las demandas sociales urgentes de la clase trabajadora y la situación de la nación kurda.