Tras el atentado que dejó 37 muertos y decenas de heridos en Ankara el gobierno turco redobló su ofensiva contra el pueblo kurdo y la oposición.
Martes 15 de marzo de 2016
Foto: EFE/EPA/STR
El atentado del domingo en el centro comercial de la capital turca dejó un saldo de 37 personas muertas y otras 48 heridas. Un coche bomba estalló en la céntrica plaza de Kizilay al lado de un ómnibus con pasajeros, generando una situación caótica en el centro de Ankara. Se trata del tercer brutal atentado que se produce en Turquía en los últimos seis meses.
Al día siguiente del atentado, las autoridades turcas apuntaron a responsabilizar al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), pero sin presentar ninguna prueba que lo confirme.
El portavoz del Gobierno, Numan Kurtulmus, aseguró que el gobierno ha identificado a una mujer como responsable de la detonación de la bomba, y la acusó de estar vinculada con el PKK, pero no ha podido demostrarlo. Durante el día lunes se ha detenido a una decena de personas.
Según varios analistas, sin embargo, el tipo de atentado dirigido contra civiles hace pensar en la autoría de grupos relacionados con el Estado Islámico. Este grupo asumió la responsabilidad de un atentado en octubre pasado en Ankara que dejó 102 muertos, otro contra turistas en Estambul en enero, con doce muertos, y un ataque contra una concentración de izquierda en julio, con 32 fallecidos.
Erdogan salió rápidamente a instrumentalizar el repudio al atentado para redoblar su ofensiva contra el pueblo kurdo y contra las libertades democráticas en general, intentando generar un estado de “unidad nacional contra el terrorismo”.
"Hay que estar o de nuestro lado o del lado de los terroristas. No puede haber posición intermedia", dijo. "Un puede ser diputado, académico, escritor, periodista, dirigente de una ONG, pero eso no cambia la realidad si esa persona es esencialmente un terrorista", señaló.
Quienes sobrepasan sus límites tendrán que vérselas conmigo", advirtió Erdogan. El mismo lunes el ejército turco retomó los bombarderos sobre posiciones kurdas en el norte de Irak.
Turquía atraviesa grandes tensiones tanto a nivel interno como en su política exterior, donde las tensiones con Rusia se han acelerado desde el derribo de un avión ruso por el ejército turco.
A nivel interno, el gobierno ha intensificado la ofensiva militar contra el pueblo kurdo, decretando toque de queda permanente en varias ciudades y asesinando a numerosos activistas. A esto se suma la persecución a la prensa y la oposición política, de diferentes signos políticos.
En medio de estos graves ataques a las libertades democráticas y el aumento exorbitante de la represión interna, el gobierno turco ha logrado un “acuerdo de intenciones” con la Unión Europea para recibir 6.000 millones de euros a cambio de contener la oleada de refugiados en su territorio. Un aliado “estratégico” clave para la UE que arrastra enormes contradicciones que no se pueden ocultar.