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Ecuador. ¿Es realmente Yaku Pérez “la otra izquierda posible”?

Las recientes elecciones en el país andino mostraron un nuevo fenómeno político surgido del rechazo a los aspectos más reaccionarios del correísmo y al desastre social que provoca el neoliberalismo, pero Yaku Pérez viene de apoyar a Lasso en las pasadas elecciones y con el argumento de la corrupción se alegró del golpe de Estado en Bolivia y el golpe institucional en Brasil, por lo que está lejos de ser una alternativa de izquierda.

Martes 16 de febrero de 2021 23:47

Los resultados del domingo 7 de febrero en Ecuador confirmaron el importante apoyo social que conserva el correísmo, que se impuso con el 32,7 % de los votos, y sobre todo su candidato Andrés Arauz, que le sacó casi 13 puntos de ventaja al segundo. Pero lo más destacado de la jornada fueron las sorpresas que reflejan nuevos fenómenos políticos en desarrollo: el ecologista Yaku Pérez del partido indígena Pachakutik y el empresario Xavier Hervas del socialdemócrata Izquierda Democrática.

Aquí analizaremos al primero de ellos que, contra todos los pronósticos, arañó el 20% de los votos y aún pelea con el derechista neoliberal Guillermo Lasso el acceso a la segunda vuelta. Frente a un empate técnico (la diferencia es de 0,36 puntos) y un giro sospechoso en el conteo desde el día miércoles que Pachakutik denunció como fraude, debieron llegar a un acuerdo (en el Consejo Nacional Electoral y ante observadores de la OEA) de recuento de buena parte de las urnas. Acuerdo que luego Lasso rompió.

Aunque se confirme la entrada de este último en segunda vuelta, la elección de Yaku y Pachakutik fue la más alta desde su fundación en 1995 (en 2013 consiguió 3 % y en 2017 el 6 %). Ganó el primer lugar en toda la zona andina y amazónica, a excepción de Carchi (única provincia donde ganó Hervas) donde sacó 20 %, y Pichincha (donde ganó Lasso) con 17 %.

Históricamente, el principal sostén de Pachakutik ha sido la CONAIE y su influencia en la población indígena y mestiza de los Andes y la Amazonía. Pero en esta oportunidad su electorado mostró un importante componente urbano, que según analistas incluye un voto juvenil: 18 % en el sur de Quito y 10 % en el norte; 8,2 % en Guayaquil, segunda ciudad del país y bastión tradicional de la derecha; y por supuesto triunfando en Cuenca con más del 42 % (tercera ciudad del país).

Este panorama, sumado a la muy buena y también inesperada elección de Hervas en cuarto lugar, reconfigura el mapa político de Ecuador. En el Parlamento (Asamblea Nacional) nadie tendrá mayoría (69 diputados), la derecha tradicional retrocede fuertemente de 33 a 12 bancas, el correísmo queda como primera minoría con 47, Pachakutik da el batacazo saltando de 5 a 27 y otro tanto hace Izquierda Democrática que pasa de 4 a 18, sin contar los grupos menores.

Se avizora así, sea quien sea el próximo gobierno, un escenario de arduas negociaciones parlamentarias para garantizar el aval legislativo si no se quiere gobernar a puro decretazo.

El fenómeno político detrás de los resultados electorales

La sorpresiva elección de Pachakutik y Yaku Pérez, es parte de un fenómeno político que responde a dos cuestiones fundamentales. Por un lado, el rechazo a los rasgos más conservadores y reaccionarios de los gobiernos de Rafael Correa (2007-2017), como el autoritarismo del régimen, la política de destrucción ambiental para mantener en crecimiento la economía o la negativa a actuar frente a la opresión a la mujer y las disidencias sexuales. Por el otro, el rechazo a las políticas neoliberales que viene impulsando Lenín Moreno y del que es continuidad Lasso, que provocaron un fuerte aumento de la pobreza, el desempleo y llevaron a miles de muertos por la pandemia, además de un enorme endeudamiento externo.

La rebelión de octubre de 2019 contra el ajuste fiscal de Lenin Moreno fue un parteaguas en la situación política y volvió a poner en el centro de la escena al movimiento indígena que estuvo a la cabeza a través de su organización histórica, la CONAIE y su expresión política Pachakutik. A diferencia de anteriores rebeliones (como en 2000 contra Jamil Mahuad, esencialmente indígena) por primera vez en décadas en este levantamiento confluyó la lucha indígena con una combativa juventud urbana que salió a enfrentar el ajuste y la represión.

Esta unidad que se dio de hecho en las calles hizo tambalear al Gobierno de Moreno. Pero la dirección conciliadora de la CONAIE se negó a profundizar la lucha exigiendo su renuncia y montando una “mesa negociadora” para discutir las medidas económicas. “Jamás pedimos la remoción del presidente Lenín Moreno, por más inútil e incapaz que sea para gobernar” declaró en ese entonces Yaku Pérez permitiendo que Lenín Moreno siguiera y no cayera por la movilización indígena, obrera, juvenil y popular.

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Moreno debió retroceder en el ajuste y pagó un fuerte costo político por el asesinato de decenas de manifestantes, pero logró mantenerse en el gobierno, desarmar la movilización y posteriormente ratificar sus acuerdos con el FMI. Luego, en 2020 sumó a su desprestigio la desastrosa gestión de la pandemia, con lo cual termina su mandato con un 90 % de imagen negativa y su candidata con el 1,6 % de los votos e incluso quedando afuera del Parlamento con el 2,7 %.

En 2020 hubo una importante interna en la CONAIE y Pachakutik por la candidatura electoral. Por un lado, estuvieron los dirigentes más directamente vinculados al levantamiento de octubre, Leónidas Iza (un ala izquierda del movimiento indígena dirigente del Movimiento Indígena y Campesino Cotopaxi) y Jaime Vargas (secretario general de la CONAIE), y por el otro Yaku Pérez del ala más “política” y conciliadora que llama a la “unidad nacional” incluyendo a los neoliberales y promueve la idea liberal de “combatir la pobreza generando riqueza”. Finalmente, este último terminó siendo candidato, representando así el profundo cambio político que significaron la rebelión de 2019 y las consecuencias de la pandemia. Es decir, como una alternativa “progresista”, “desde la izquierda”, a la dicotomía “neoliberalismo o correísmo”.

En menor medida, este fenómeno de desprestigio de la clase política tradicional y de hartazgo con la puja bipolar, se expresó también en el voto a Hervas, un empresario “moderno, emprendedor, democrático”, que viene de “afuera de la política”, y que al menos en el discurso se separa de las políticas neoliberales.

La figura de Yaku Pérez

Carlos Ranulfo Pérez Guartambel, que en agosto de 2017 cambió su nombre por Yaku Sacha (agua y bosque en quechua), se define esencialmente como ecologista, aunque también se hace eco de otras problemáticas sociales como los derechos de las mujeres y de la diversidad sexual o la lucha contra la corrupción. Fue presidente de la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas (CAOI) y de la Confederación de Pueblos Indígenas ECUARUNARI.

Abogado con estudios en justicia indígena y derecho ambiental, estuvo al mando del Gobierno de la provincia de Azuay entre mayo de 2019 y octubre de 2020, aunque su carrera política comenzó mucho antes como concejal del municipio de Cuenca (capital de Azuay) en 1996.

Propuso varias consultas populares contra la megaminería que fueron bloqueadas por la Justicia durante los gobiernos tanto de Correa como de Moreno. Finalmente, este 7 de enero junto a las elecciones generales, se llevó a cabo una consulta popular en Cuenca y un 80 % se pronunció en contra de esa industria.

Con este perfil, muchos lo ubican como una figura de izquierda que viene a romper la polarización “correísmo - derecha tradicional”. Como dijimos, tomado como expresión de la nueva situación política, esto tiene un aspecto cierto. Pero la estrategia, ideología y métodos políticos de Yaku y Pachakutik distan bastante de esa definición. Él mismo se define ideológicamente como “Humanista, defensor de los derechos humanos y de la naturaleza”.

Su orientación de votar por la derecha en el balotaje de 2017 -similar a lo que hubiera sido votar por Macri en Argentina en una segunda vuelta-, cuando dijo que prefería “un banquero a una dictadura”, continuó durante la última campaña electoral y sigue ahora en medio de la pelea por entrar a la segunda vuelta. Al punto que primero denunció una conspiración entre Lasso y el correísmo para dejarlo afuera, pero una vez acordado el reconteo de votos dijo que todos deberían unirse contra el correísmo. Habrá que ver si las bases y el electorado siguen el llamado de Yaku a votar por Lasso, pero lo cierto es que muestra claramente el carácter “light” y acomodaticio de su aura izquierdista.

Esta estrategia de alianzas con neoliberales, “empresarios emprendedores” como Hervas, y en su momento también con el correísmo (entre 2006 y 2009 Pachakutik fue parte de Alianza País), le ha llevado incluso a hacerse eco del golpe institucional contra Dilma Rousseff impulsado en la última década por las derechas tradicionales y el imperialismo en la región.

Luego pasó a alegrase por el golpe de Estado en Bolivia utilizando el argumento de la corrupción y fraudes electorales, tal como lo expresó en un video que se viralizó por las redes, lo que le causó incluso una controversia dentro de la propia Conaie. Con el mayor de los cinismos, el propio correísmo busca sacar partida de estas posiciones, y el propio Correa llegó a afirmar que fue un “invento de la embajada norteamericana”. Poca moral tiene Correa para este tipo de afirmaciones, ya que para él, durante su gobierno y frente a sus políticas, toda protesta indígena, popular y de la juventud era financiada por el imperialismo.

Un “ecologismo” subordinado al capital

Yaku Pérez no cuestiona ninguno de los pilares del capitalismo dependiente ecuatoriano, como la dolarización, el extractivismo (solo plantea que se cumplan los estándares ambientales y tender a cambiar la matriz energética), ni la existencia de grandes capitales concentrados nacionales y extranjeros (a lo sumo plantea algún impuesto a la riqueza).

Pachakutik adoptó en agosto de 2020 el programa político Minga por la Vida, un documento de conciliación de clases que aspira a un capitalismo “humanizado” y “regulado”. Pero Yaku ni siquiera levanta sus aspectos más progresivos como la suspensión y auditoría sobre la deuda externa, y sí los puntos más cercanos a un capitalismo con “redistribución de la riqueza” y “justicia social”, que él lleva aún más a la derecha en sus declaraciones cotidianas proponiendo, por ejemplo, promover a la banca extranjera para reducir la tasa de interés, o eliminar impuestos a la importación de maquinaria agrícola. Durante la campaña, Yaku ni siquiera ha cuestionado los últimos acuerdos entreguistas de Moreno con el FMI que super endeudaron al país, incluso propuso una medida directamente neoliberal como negociar tratados de libre comercio con Estados Unidos.

El propio Lasso llegó a decir durante la campaña, que votaría por Pérez contra Arauz si se daba tal escenario y lo reafirmó tras el acuerdo por el recuento de votos diciendo que “el rival de todos es el correísmo”. Por otro lado, lo más probable es que Yaku, si finalmente pasa a segunda vuelta, modere aún más su discurso en aras de captar un electorado más amplio y “tranquilizar” a la clase dominante y al imperialismo.

En ese contexto, su principal bandera, la lucha por el agua y el medioambiente, tiene muchos límites. La mencionada consulta popular contra las grandes mineras, su mayor logro, impediría a las mineras un negocio valuado en unos 500 millones de dólares, marcando una diferencia importante tanto con neoliberales como correístas que dan carta blanca a las grandes empresas.

Pero esto es en la provincia de Azuay, no altera los negocios de las multinacionales mineras a nivel nacional. Tampoco se mete con otras áreas afectadas por el extractivismo como el petróleo, también altamente contaminante. De hecho, Yaku ya aclaró que no piensa alterar ningún acuerdo firmado nacionalmente con petroleras o mineras, sino solo hacer respetar las cláusulas ambientales.

Aunque Yaku propone una consulta popular a nivel nacional como una de sus primeras medidas de gobierno, tendría las mismas limitaciones que la consulta provincial y también tiene fuertes críticas internas. Lo que Pérez y Pachakutik se proponen es regular el capitalismo para hacerlo un poco menos destructivo a la vez que introducir en el propio sistema, elementos de una economía “autogestionada” o “social”, “cooperativa” u otros términos similares.

Desde su gobernación, ha impulsado el trueque de productos entre diversas comunidades de la provincia, la vuelta a la producción agraria comunaria, el autocultivo y otras formas de “economía popular”. Junto a esto, también se pronuncia a favor de formas de “presupuesto participativo”, donde en base a un presupuesto asignado por el Gobierno, los vecinos deciden entre una variedad de posibilidades, la distribución de una parte de los recursos.

Acorde a estos objetivos de reformar algunos aspectos del sistema, la forma principal de lucha que promueve es en los tribunales, las elecciones y otros canales de la democracia capitalista apelando a la movilización popular pacífica como herramienta de presión.

El mismo carácter reformista tiene su lucha contra la corrupción, reivindicación que comparte con prácticamente todo el arco político, incluyendo sectores de la derecha. Pide el aumento de las penas a los corruptos y que devuelvan lo robado, como si la corrupción no fuera inherente al sistema capitalista. Solo puede resolverse cambiando la estructura económica basada en la producción social de la riqueza material y su apropiación por un puñado de grandes bancos y empresas.

Las elecciones ecuatorianas significaron un duro golpe para el neoliberalismo, pero el desafío que plantea la nueva situación abierta tras el levantamiento de octubre, sigue siendo poner en pie una verdadera alternativa de clase, revolucionaria, obrera y popular.