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Cine.Estreno. Esquirlas, de Natalia Garayalde: “No había una división entre lo personal y lo político”

Se estrena en salas de Córdoba y Caba el documental "Esquirlas" de Natalia Garayalde, sobre las explosiones en Río Tercero

Violeta Bruck

Violeta Bruck @Violeta_Bk

Jueves 2 de septiembre de 2021 17:29

Luego de un destacado reconocimiento en Festivales Internacionales y tras haber recibido uno de los principales premios en el último Festival de Mar del Plata, se estrena en salas el documental Esquirlas .
La película es la opera prima de la directora cordobesa Natalia Garayalde y trabaja con material de archivo familiar grabado por ella misma y su hermano, cuando jugaban de niños con la cámara hogareña y registraban los días previos y las explosiones de la fábrica militar en su ciudad natal Río Tercero, durante noviembre de 1995.
Por esos días en que Natalia jugaba con su hermano a ser periodista de TV, su casa era atravesada por proyectiles, los vecinos corrían por las calles y la tranquila ciudad parecía convertirse en un escenario de guerra. Sin darse cuenta empezaba un rodaje que, más de veinte años después, terminaría en una película.
El registro íntimo y familiar se combina con recortes de medios y materiales aportados por vecinas y vecinos. El archivo da cuenta de la primer operación que busca instalar la idea de un accidente, como siempre culpando a un operario, y que muy pocos años después ya será rebatida por los testigos dando cuenta de lo que fueron, verdaderos atentados para encubrir la venta ilegal de armas. El montaje pone al descubierto la trama de corrupción e impunidad de la década menemista.
El relato de Esquirlas une la dimensión personal y política , porque la historia trágica de la ciudad dejó huellas de dolor en cada familia. Natalia Garayalde construye una mirada desde adentro, sensible y profunda que aporta un valioso documento de memoria. Conversamos con ella acerca de la película:

ESQUIRLAS _TRAILER_2 from Eva Cáceres on Vimeo.

Se puede decir que el rodaje de esta película comenzó casi de manera inconsciente a mediados de los 90, con el material de archivo familiar que rescatás. Pero ¿Cuándo fue y cómo surgió el puntapié inicial de la película?

Yo decidí hacer una película que se iba a llamar Esquirlas cuando se cumplían 20 años de las explosiones, porque me encontré rodeada de un montón de material que había recolectado durante muchos años. A partir de entrevistas que había hecho a personas involucradas en el tema como el operario Omar Gaviglio, la querellante de la causa Ana Gritti, abogados, algunas personas que estaban en una organización llamada Cauce Común, uno de ellos Guilermo Viglieca que registró durante muchos años todo lo que tenía que ver con el tema, las pericias químicas, las pericias del juez Martínez y de los sucesivos jueces que pasaron por la causa.
Yo tenía mucho material, fotografías, registros de vecinos, vecinas que habían filmado algo, como el caso de mi familia. No se recordaba tanto por fuera de la ciudad, entonces me parecía importante dejar un documento de memoria y empecé a montar ese material.
Los cassettes familiares los encontré mucho tiempo después, cuando ya tenía casi la película hecha. Fue a partir de que Omar, el protagonista de esa historia enferma, entonces yo hago una pausa en el rodaje y en el montaje, y ahí es cuando encuentro los casettes y se modifica totalmente la película.
Omar Gaviglio era el jefe de la planta de carga, pero era un operario, que fue acusado por supuesta negligencia, que llevó a un supuesto accidente. Estuvo cinco años imputado, y el 31 de diciembre del 96 lo despiden también de la fábrica. Y él empieza a mostrar pruebas, primero de que él siempre había solicitado que se hicieran controles, que no se acumulara tanto proyectil sin ningún tipo de precaución. Y después el empieza a contar cómo se maquillaban armas, se maquillaba el escudo argentino con pintura infrarroja para exportar, principalmente a Croacia, y mucho menos a Ecuador.

Hay una búsqueda por unir la historia personal y la política, un proceso íntimo con uno social. La película utiliza archivo familiar pero se aleja de un cine autorreferencial. ¿Cómo fuiste construyendo esta relación?

El encuentro con el material familiar es un cambio en todo sentido. Estaba en Río Tercero y me pongo a ver fotos y encuentro los videos también, para buscar recuerdos de la familia, y ahí es que veo toda la cantidad de material que tenía, que habíamos filmado principalmente con mi hermano, y que yo apenas recordaba.
Estuve en realidad mucho tiempo para incorporar ese material, me resistí bastante, porque tenía temor de hacer una película “autoreferencial” de un hecho que había afectado a toda una comunidad, y también tenía temor a exponerme.
Tuve el consentimiento de mi familia, y también entendí un poco que era una forma más sincera de hablar del tema, porque yo había estado inmersa en el asunto. Quizás es más difícil hablar de una misma que de otra persona, pero entendí que mi pequeña historia podía hablar de lo que había sucedido en la ciudad, estaba atravesada por lo que estaba pasando afuera. Y que de alguna forma el estallido, la imagen de un proyectil entrando a la casa y que ese pequeño universo estallara, también era una metáfora, no había una división tan clara entre lo público y lo privado, lo personal y lo político, el adentro y el afuera.

¿Cómo fue encontrarte luego de veinte años con tu mirada de niña?

Me sorprendió mucho como se iba modificando la forma de filmar, mi forma de filmar de niña y de mi hermano. Es un poco también lo que va generando la estructura narrativa de la película, que al principio es muy lúdica y usa la cámara como un juguete y entonces experimenta, crea espacios, y después a partir de las explosiones de hecho cambia el juego y empezamos a imitar a los periodistas que se acercaban por primera vez, o una de la las pocas veces que aparecían en esa ciudad, que es muy chiquita, que es del interior del interior. Era también un hecho extraordinario la cantidad de personas que de golpe estaban mirando Río Tercero, y yo ví eso, de hecho también lo puse en la película, un poco pegado las instancias de entrevistas en la TV y como con mi hermano estábamos intentando imitar ese lenguaje también para preguntar al mundo adulto y tratar de entender qué había pasado. Pero siempre también con una mirada o un tono de humor, que no dejaba de ser ingenuo. Creo que el desencanto termina de suceder con las segundas explosiones, yo ví que a partir de ese momento, las segundas explosiones marcaban que había una amenaza constante ahí, en ese polo industrial.

Trabajaste con material de archivo de distinta procedencia, archivo familiar, periodístico, de vecinos. Hay una búsqueda de unir distintos puntos de vista con muchos detalles que apuntan a transportar al espectador a esos años 90 ¿Como fue el trabajo de montaje con este material?

El trabajo de montaje fue el más arduo, el que nos llevó más tiempo. Por eso también participaron tantas personas en montaje, tantas miradas, principalmente trabajé con Julieta Seco, pero también Martín Sapia, tuvimos asesorías. Era difícil, sobre todo unir pequeños clips, por eso también el nombre de la película que quedó finalmente Esquirlas, hacía referencia no solo a los fragmentos de hierro que aparecen cuando explota un proyectil, sino también como a esos recuerdos efímeros de un hecho que pasó hace más de veinte años, y por eso más efímero entonces el recuerdo. El material era así, no tenía muchas escenas largas, tenía como pequeñas imágenes de corta duración y eso dificultaba bastante el montaje. El trabajo fue ensamblar o intentar crear un relato a partir de esas pequeñas piezas, unir esas piezas que habían sido diseminadas.

La película rescata un hecho que quedó en el olvido, rodeado de impunidad. Está el archivo de Menem, el mismo día de la explosión que le “ordena” a los medios decir que fue un accidente. Por otro lado este año quedó firme la sentencia a algunos militares dejando claro que la explosión fue provocada para encubrir el contrabando de armas y Menem murió impune ¿Cómo opera la película para mantener viva esta memoria de los años 90 en el presente?

Un poco la intención de la película era justamente dejar un documento de lo que había pasado porque se estaba olvidando y era un hecho impune, esa fue la gran motivación para hacerla.
Menem murió impune, él tenía que declarar en la segunda parte del juicio por las explosiones, diez días después de que murió. Creo que en parte -esto ya es una especulación- estaban esperando que se muriera Menem para cerrar la causa. También creo que en un momento el Poder Judicial estaba un poco en la mira por esto de la reforma, entonces necesitaba mostrar a la sociedad de que se estaba haciendo algo. Desempolvaron un par de causas viejas que ya no molestaban, porque ya no estaba, en este caso, el principal responsable del atentado, entonces presentaron ante la sociedad que se hizo justicia.
Sí creo que fue un reconocimiento, un acto de justicia, el hecho de que se marcara a ocho años de las explosiones, de que había sido un hecho intencional. Las pericias demostraron eso, y que después también quedó en el expediente de que el móvil de este atentado había sido encubrir la venta ilegal de armas. O sea no es que lo digo yo, o lo dice una víctima, está incluso ahí planteado en el expediente. Pero sí los responsables que quedaron finalmente fueron cuatro militares, dos de Buenos Aires y dos de Río Tercero, y Menem también zafó de la causa de armas, en el 2018 la habían cerrado porque supuestamente se había pasado el plazo razonable, o sea el letargo, la demora en la justicia fue paradógicamente el argumento que permitió dejar impune a Menem.

Otra dimensión importante tiene que ver con el caso de las industrias químicas y la contaminación que generan, los problemas para la salud. La película va poniendo al descubierto el tema, como otra trama trágica que acecha a Río Tercero hasta el día de hoy. ¿Que diálogo establece el documental con los tiempos actuales?

La incursión de ese tema fue algo que apareció, no lo busqué. Un poco fue porque mientras yo estaba en Río Tercero trabajando en la película, también visitando a mi familia, cada vez que entraba sentía ese olor a la fábrica. Cuando estas ahí te acostumbrás, pero cuando salís y volvés a entrar es impresionante, es como un muro de fosgeno, de amoníaco, que te choca cuando entrás. Sobre todo a la noche se siente, porque tiran más gases. Mientras estaba filmando ví varios simulacros que se hacían por posibles escapes de gases de las fábricas. Esto que cuento en la película de que los jueves a las 11 de la mañana suena la alarma, eso pasa todavía, se alarma la ciudad. También hablé con un subdirector de la parte química de la fábrica militar,y me pasó algunos informes, pocos, no hay mucho, de impacto ambiental. No pude ingresar a la fábrica Atanor, yo quería entrar y no me permitieron.
Muchas industrias que son importantes a nivel laboral, y eso es innegable, funcionan a puertas cerradas herméticamente, sin ninguna intervención de la gente que está viviendo ahí, sin ningún conocimiento de lo que está sucediendo adentro. Menos que menos hay informes de impacto socioambiental, el que me pasaron era del año 86, viejísimo. Hay como una especie de acostumbramiento de las sociedades a que eso suceda así. Creo que salvo algunos grupos que reclaman, que están con el grito el cielo para que los modos de producción sean mas amables con nuestras vidas, en general hay una convivencia y una aceptación de esta forma de producción. Sobre todo en Córdoba. con los campos de soja y con las zonas industriales que son como zonas de sacrificio o sociedades de riesgo, que se acostumbran a vivir así.

La película tiene un recorrido muy importante por festivales internacionales. ¿Qué pensás de esta repercusión? ¿Cómo está siendo la recepción en Río Tercero?

En Río Tercero principalmente lo que yo recibí como mensaje es un agradecimiento porque se difundiera el tema de las explosiones en otros lugares. Porque allí sí hay actos de memoria, hay monumentos, se organizan algunos eventos, pero no salía mucho de la ciudad. Recibí mucho cariño por ese lado.
Todo el circuito de Festivales es algo que vino después, no estaba ni siquiera en mi mente. La verdad que estoy muy sorprendida por la repercusión, nunca busqué esto ni me lo imaginé, no sabía qué resonancia podía tener la película. Además yo no vengo del cine, yo estudié Comunicación Social, lo que quería hacer era hablar de las explosiones.
Me parece super interesante que este tema haya trascendido las fronteras, y que se conozca en otros lugares. Muchas personas no sabían que había sucedido esto en el 95, incluso en Argentina. Nuevas generaciones están conociendo lo que pasó en los 90, porque en la película no solamente hablo de las explosiones, trato de retratar una década, la década menemista, que estaba llena de contrastes. Por un lado era todo farándula y parece que la vida iba progresando para algunos sectores, y por otro lado había despidos, ajuste estatal, una política neoliberal.
Para mí la explosión de Río Tercero es una manifestación de los estallidos que se estaban viviendo en ese momento, había estado el atentado de la Amia, la Embajada de Israel, pero también había otros, estallidos sociales, de mucha gente que se estaba quedando en la calle. Entonces más allá de las fronteras también me parece importante que muchos chiques conozcan lo que pasaba en los 90, y se vuelva a hablar de esa década, para no volver ahí.

Estreno en salas:

Viernes 3/9 - Malba (Buenos Aires) disponible todos los viernes de septiembre
Jueves 9/9 - Cineclub Municipal Hugo del Carril (Córdoba)
Viernes 10/9 - Cinema Strike (Río Tercero)
Jueves 16/9 - Centro Cultural Leonardo Favio (Río Cuarto)


Violeta Bruck

Nació en La Plata en abril de 1975. Prof en Comunicación Audiovisual (egresada UNLP). Miembro de Contraimagen, realizadora de los documentales Memoria para reincidentes y La internacional del fin del mundo

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