La mayor potencia imperialista del mundo está experimentando una crisis en múltiples frentes. Un panorama político a menos de un mes de las elecciones presidenciales.
Martes 6 de octubre de 2020 00:50
Illustración: Megan Paetzhold. Fotos: Getty Images
Estados Unidos se encuentra en una profunda crisis general que afecta a todos los aspectos de la sociedad. Tenemos la pandemia, una recesión económica, una crisis ecológica, una desconfianza en los partidos políticos y una crisis de legitimidad de esencialmente todas las instituciones. Además de uno de los peores registros de coronavirus de cualquier país del mundo y un levantamiento contra la brutalidad policial. El presidente Trump, que pasó los últimos meses minimizando el covid-19, acaba de ser dado de alta del hospital pero sigue enfermo. Todo esto mientras el mismo Trump socava activamente la legitimidad de las próximas elecciones. Cada día se añade más crisis a la situación política, económica y social.
Trump quiere que creamos que el país está en alza y que la recuperación de la pandemia ya comenzó y será rápida, pero los últimos días han demostrado de la manera más descarnada que esto es falso. El sistema político de Estados Unidos se sumió en el desorden porque Donald Trump, gran parte de su círculo íntimo, y varios miembros republicanos del Congreso se contagiaron de covid-19. Resulta que a pesar de la estrategia de campaña de Trump de fingir que la pandemia quedó atrás y que se avecinan días mejores, pasaremos los próximos 14 días discutiendo el virus y su efecto en la salud del Presidente. Además, el Senado está en receso por dos semanas más como resultado de la gran cantidad de miembros que también están contagiados.
La peligrosa naturaleza de la guerra cultural que Trump lanzó contra el uso de máscaras y la gravedad del virus nunca ha sido más clara. Mientras tanto, transita su enfermedad con un ejército de médicos a su disposición, muy lejos de la experiencia de la clase trabajadora desproporcionadamente negra y latina que ha muerto.
Trump también quiere que creamos que vamos a tener una recuperación económica en forma de V. Los números, sin embargo, dicen algo diferente. Si el país realmente se recupera de la depresión pandémica, entraremos en una recesión con pérdidas masivas y sostenidas de empleos y la amenaza de desalojos masivos. Los altos niveles combinados de deuda corporativa y la baja tasa de ganancia muestran que la caída económica por el covid es sólo la punta del iceberg de un problema mayor para la economía capitalista. Por supuesto, no podemos descartar la posibilidad de otro cierre económico debido a la pandemia, que haría que toda la economía se tambaleara una vez más.
En este contexto de incertidumbre y crisis, hay una polarización a la izquierda y a la derecha entre las masas estadounidenses. Hemos visto el resurgimiento militante del movimiento Black Lives Matter (BLM) y un aumento de las luchas en los lugares de trabajo durante la pandemia. El movimiento BLM es el más grande y más extendido en la historia de los EE.UU., representando - para un país profundamente racista - un giro a izquierda a escala masiva. En la derecha, hemos visto el avance del vigilantes de derecha, supremacistas blancos movilizados y listos para enfrentar a los manifestantes con violencia. De hecho, se convirtió en algo común ver que estos derechistas atropellen gente en las manifestaciones, ocurrió más de 100 veces desde junio. Mientras Trump estuvo en el hospital, miles se movilizaron, sin usar máscaras, para saludar a su líder. Esta extrema derecha no es un movimiento de masas, pero es cada vez más violento y lo hace más abiertamente. Está aliado con la policía, envalentonado por Trump. Es más poderoso porque sectores del capital pueden apoyarse en él para impulsar una agenda de la derecha, como vimos con las manifestaciones armadas que exigían la "reapertura" de los estados a principios de este año.
A lo largo de su presidencia, vimos a Trump intentar deslegitimar instituciones consideradas sagradas por el régimen durante mucho tiempo, desde las elecciones a la Corte Suprema hasta el FBI. Hizo lo mismo en el escenario mundial, retirándose de las instituciones imperialistas globales como las Naciones Unidas, la Organización Mundial del Comercio y la Organización Mundial de la Salud. Sin embargo, el distanciamiento de Trump de las instituciones no representa un cambio en el contenido de clase del dominio o en los objetivos finales del capitalismo; sólo señala una forma más unilateral de gobernar. Algunos sectores del capital rechazan la política exterior descarada de Trump, viendo cómo terminó ayudando a China a abrirse camino durante la crisis de la hegemonía internacional de Estados Unidos. Es por eso que tanto Trump como Biden compiten por ver quién es “más duro” con China. La principal diferencia es que Biden quiere usar los mecanismos imperialistas globales tradicionales para este objetivo.
Los progresistas y algunos izquierdistas se rasgan las vestiduras por el desgaste que impone Trump de las instituciones que apuntalan el sistema capitalista estadounidense, buscando desesperadamente restaurarlas a su antigua posición. Esperan que Biden reconstruya la legitimidad de estas instituciones. Esa es precisamente la razón por la que el capital está favoreciendo enormemente a Biden, cuya campaña tiene significativamente más donaciones de multimillonarios y de Wall Street. La pregunta que se plantea la clase capitalista es: ¿Quién será el mejor para implementar la austeridad en el próximo período? En este contexto, mientras Trump agita a la derecha ascendente y busca apoyarse en ella, el papel de Biden es domar a quienes giran a izquierda.
En este contexto, es esencial que la Izquierda luche contra la derecha y los ataques a los derechos democráticos que la clase obrera ha ganado. Al mismo tiempo, es esencial que destaquemos que las instituciones que Trump ha puesto en la mira - la corte, el FBI, y el propio proceso electoral antidemocrático - son todas herramientas del capital utilizadas contra la clase obrera. El problema no es sólo Trump; es el sistema que lo produjo.
Donald Trump y la derecha
Trump dejó claro que planea sembrar suficientes dudas sobre el voto por correo como para poder impugnar la elección en la Corte Suprema si es necesario; y fue explícito en cuanto a que quiere llenar la vacante de la corte con alguien que se ponga de su lado. También dijo muy claramente en el debate que quiere que su base supremacista blanca y de derecha se "mantenga en alerta" y se movilice para "vigilar las urnas", una medida que recuerda a los esfuerzos de intimidación de los votantes durante la era de las leyes racistas de Jim Crow.
Esta extrema derecha debe ser tomada en serio. Estados Unidos tiene una larga tradición de grupos de derecha armados que intentan socavar los derechos democráticos y aterrorizar a la clase trabajadora y a las minorías raciales, como lo hizo el Ku Klux Klan en la época posterior a la Guerra Civil. Los grupos de derecha proliferaron durante el anterior gobierno de Obama y han encontrado representación en Donald Trump, que impulsa el movimiento y lo apoya, desde su negativa a condenar a al ex líder del Klan, David Duke, en 2016 hasta su comentario de que "buena gente en ambos lados" luego del ataque en Charlottesville. Este apoyo no ha hecho más que aumentar. A medida que el movimiento Black Lives Matter crece en popularidad, Trump apoya más abiertamente a los vigilantes armados como Kyle Rittenhouse e incluso festejó la ejecución extrajudicial del activista anti facista Michael Reinoehl como "retribución".
¿Será Trump, sin embargo, capaz de amañar las elecciones? No por sí mismo. Y la verdad es que aunque su base está armada y es peligrosa, sigue siendo pequeña. ¿Generará violencia en algunos lugares el día de las elecciones? Es muy probable. ¿Será suficiente para robarse las elecciones? No. Trump tendrá que confiar en las instituciones de la democracia burguesa.
La mayoría de los análisis sugieren que muchos más votantes Demócratas que Republicanos votarán por correo, y por lo tanto los resultados inmediatos de la votación bien podrían ser sesgados para Trump en la noche de las elecciones, ya que los votos por correo tardan más en contarse. Esto podría proporcionar la excusa para que Trump reclame la victoria y prepare un proceso judicial para disputar los votos por correo. Con los tribunales federales hasta la Corte Suprema llenos con jueces leales, ese puede ser el camino de Trump hacia la victoria - y todo perfectamente legal.
Como dice un artículo del medio The Atlantic, "Trump es, de alguna manera, un líder autoritario débil. Ha doblado la burocracia y burlado la ley pero no se ha liberado completamente de sus restricciones. Un verdadero déspota no se arriesgaría a perder las elecciones. Arreglaría su victoria por adelantado, evitando la necesidad de anular un resultado incorrecto. Trump no puede hacer eso".
En otras palabras, Trump ha demostrado que ladra pero no muerde, aunque sus ladridos sean muy peligrosos.
En un sentido marxista, Trump es más bonapartista que fascista - y bonapartista débil. El bonapartismo se refiere a un líder autoritario que surge cuando las diferentes clases sociales luchan entre sí y los diferentes sectores del capital no pueden encontrar la manera de imponer un representante hegemónico. En este sentido, Trump es efectivamente reaccionario y bajo otras condiciones podría ser ciertamente un fascista, pero actualmente está utilizando mecanismos institucionales para implementar políticas reaccionarias, no apoyándose en paramilitares armados que atacan a la clase obrera masivamente. Es importante que aún no haya roto la legalidad burguesa. Y es realmente débil, incapaz de impulsar sus políticas, lo que pone un límite a su intento de orquestar un golpe en cualquier cosa menos en un escenario como las elecciones del año 2000 cuando la Corte Suprema declaró ganador a George W. Bush.
Trump como síntoma y causa
Pero no estamos en el año 2000. Hay pandemia, crisis económica, cuatro años de Trump, y una creciente polarización izquierda-derecha. Durante su mandato, Trump jugó un papel central en la deslegitimación de muchas de las instituciones clave del régimen de Estados Unidos. Nada es sagrado para Donald Trump, ni siquiera la Corte Suprema o los resultados de las elecciones (a menos que gane). Los considera instrumentos políticos para su programa. En medio de las disputas entre los capitalistas, corrió el velo para mostrar que las instituciones que antes se consideraban objetivas son en realidad herramientas políticas que utilizan contra la clase obrera y los oprimidos.
El Colegio Electoral significa que quien gane el voto popular no necesariamente gana la presidencia. El voto de los trabajadores es suprimido en general al celebrar las elecciones un martes, día laboral. La supresión más directa de los votantes, especialmente de la comunidad afroamericana, es de larga data e incluye la privación del derecho de voto de los encarcelados y muchos que cumplieron condena en la carcel. Y ya tenemos el precedente de la Corte Suprema interviniendo para detener el conteo de votos y decidir una elección presidencial. Nueve jueces que nadie votó decidieron la elección de 2000. Deciden sobre nuestros derechos civiles básicos y los derechos reproductivos de la mitad de la gente en este país.
Esa es la "democracia" americana.
El problema no es, como los progresistas nos quieren hacer creer, que el fascista Donald Trump haya venido a romper las instituciones americanas. No quiere romperlas. La usa a su favor. El problema es con las propias instituciones. Hay una "crisis de la democracia" porque la democracia de EE.UU., y de hecho el capitalismo en general no es democrático. Trump es tanto un síntoma como una causa de la crisis actual.
El papel de Biden
Para los capitalistas, el objetivo de esta elección es restaurar la legitimidad de las instituciones que sostienen el país capitalista más desigual del mundo, la potencia imperialista más brutal del mundo. La burguesía eligió mayoritariamente a Joe Biden para ese trabajo.
Biden, uno de los políticos menos carismáticos de la historia reciente, lidera en la mayoría de las encuestas por 10 o más puntos a nivel nacional, lo cual es una expresión de cuán profundo es el anti-Trumpismo. Está llevando a cabo una campaña que promete "defender la democracia" y devolver el honor a las instituciones de EE.UU.. Algunas figuras republicanas incluso lo apoyan, al igual que un sector del ejército, porque promete restaurar la "legitimidad" de Estados Unidos en el escenario mundial, lo que significa una incuestionable influencia imperialista. No es de extrañar que Biden sea enormemente favorecido por la clase capitalista, obteniendo más del cuádruple de donaciones de Wall Street que Trump para su campaña.
Es una apuesta segura. Líderes populistas e inestables como Donald Trump no son los mejores para los negocios en este momento. Pero es una terrible apuesta para la clase trabajadora. Biden es el candidato del establishment que nos oprime, y su plataforma es un retorno a la "normalidad" que nos trajo a este punto catastrófico.
Claro, Biden usa una mascarilla - pero representa a la medicina privada y apunta a anular incluso la posibilidad de un seguro de salud universal. Los cientos de miles de muertes debidas a la pandemia no son sólo responsabilidad de Trump, sino también de Biden y su partido, que ha fallado en asegurar que todos tengamos el cuidado de la salud como un derecho. Biden representa la reforma penal de 1994, que expandió el complejo carcelario industrial - y no es menos candidato de la "ley y el orden" que Trump. Biden representa la "normalidad" de rescatar a los bancos mientras la clase obrera pierde sus casas - como lo hizo la administración de Obama - y la promesa de que domesticará a los trabajadores lo suficiente como para instituir medidas similares y peores cuando sea presidente. Y en el escenario mundial, Biden quiere restaurar la legitimidad y la participación de EE.UU. en las Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud, pero está igualmente comprometido con el imperialismo, ya sea en forma de bombas o sanciones.
Biden afirma defender la democracia y ser la antítesis de Trump. Pero en realidad está haciendo campaña para restaurar la "legitimidad" de un sistema cuyos pilares incluyen una Corte Suprema en la que nueve jueces no elegidos dominan a la población de por vida, un Colegio Electoral que niega el voto popular, y la privación sistemática del derecho de voto de las minorías raciales y de la clase trabajadora. Biden se presenta a la "normalidad" cuando la normalidad es el verdadero problema.
Biden aplastó en las primarias a Bernie Sanders. Su campaña de Biden no le habla de ninguna manera al ala más progresista del partido. Biden incluso está de acuerdo con Trump en los ataques al socialismo. El hecho de que Biden haya rechazado incluso la plataforma de debil reformismo basada en el "New Deal" de Sanders, que de ninguna manera era “socialista” destaca que la suya es la candidatura del consenso capitalista, reuniendo a las elites republicanas y demócratas en una coalición anti-Trump.
La izquierda y la clase trabajadora
La situación política había girado a la izquierda luego del asesinato de George Floyd, con millones de personas en las calles, en el mayor levantamiento de la historia de Estados Unidos. Pero en muchos aspectos ahora se mueve hacia la derecha. El presidente pretende robarse las elecciones y está inflamando a su base de derecha para crear el caos. Hay marchas pro-Trump en las calles de Washington, D.C., y hace pocas semanas neo-fascistas armados recorrieron las calles de Portland y Seattle. Parece probable que haya más Kyle Rittenhouses.
Mientras tanto, las protestas del BLM han retrocedido, principalmente por el papel de Biden y las maniobras del Partido Demócrata en su papel histórico de "cementerio de los movimientos sociales". Un gran sector de lo que queda del movimiento BLM se está alineando para votar por Biden, viéndolo incorrectamente como un mal menor que les permitirá seguir protestando. ¿Pero cómo puede ayudar al BLM votar por un racista que apoya la violencia policial y el aumento de su presupuesto?
Algunos manifestantes están desilusionados y se quedan en casa. Otros forman parte de una pequeña vanguardia que es cada vez más criminalizada tanto por los Demócratas como por los Republicanos, pero que sigue saliendo a las calles. El establishment se está aprovechando de la actual debilidad del movimiento. A pesar meses de movilizaciones, documentales y portadas de revistas, los asesinos de Breonna Taylor quedaron libres.
La izquierda tiene una responsabilidad en este momento. No podemos crear o apoyar ninguna ilusión de que Biden es una especie de baluarte contra Trump y la derecha radicalizada. No lo es. Biden es parte de la clase dirigente, junto con Trump. Es un arquitecto del mundo en que vivimos y una punta de lanza contra el levantamiento de BLM.
Fue el fracaso del proyecto neoliberal durante los años de Bush y Obama lo que allanó el camino para Trump. No podemos dejar que todo el poder del movimiento se disuelva. Esas movilizaciones sacudieron a la nación. No todo está perdido. A pesar de la caída en este período electoral, esas protestas sentaron las bases para futuras movilizaciones.
Ahora es el momento de prepararse para las batallas que se avecinan. Independientemente de que gane Trump o Biden, tendremos que luchar contra los capitalistas y su plan para hacer que la clase trabajadora pague por la crisis económica, tal como lo hicieron Obama y el mismo Biden en 2008.
Las protestas callejeras no serán suficientes. Tendremos que organizarnos para golpear a los capitalistas donde más les duele. Tendremos que parar la producción. Y tendremos que unir nuestras luchas - nuestras luchas económicas y políticas, nuestras luchas por las vidas de los negros, contra la violencia policial, contra los desalojos, y contra las reaperturas prematuras y forzadas. Tenemos que parar este país y exigir nuestros derechos. Organizaciones como el Democratic Socialist of America (DSA - la organización socialista más grande del país) deben romper con los demócratas y movilizar a sus miembros para luchar en las calles y en sus lugares de trabajo, en contra de un gobierno y una clase dirigente de EE.UU. liderada por Trump o Biden.
Un voto por Joe Biden no es una solución a la creciente amenaza de la derecha. Para asegurarnos de que Trump no se robe las elecciones, deberíamos organizar movilizaciones masivas y huelgas exigiendo que todos los votos sean contados, no en apoyo a Biden sino en defensa de nuestros derechos democráticos. Estas mismas movilizaciones deberán comenzar a plantear también la lucha por la abolición de las instituciones no democráticas como el Colegio Electoral, y la Corte Suprema. Necesitamos construir la fuerza, la confianza y la estructura para defender nuestros derechos democráticos básicos ahora, sabiendo que tendremos que luchar en el próximo período por los derechos reproductivos y contra los capitalistas que obligan a los trabajadores a pagar por la crisis económica.

Tatiana Cozzarelli
Docente, actualmente estudia Educación Urbana en la CUNY.