La semana anterior publicamos en Tribuna abierta de nuestra Red Internacional, un artículo del economista y exsecretario de Trabajo Robert Reich que postula que Estados Unidos se encuentra en medio de una "huelga no oficial" por la cantidad de trabajadores que dejan sus empleos. Debatimos acerca de este concepto y de la necesidad de que la clase trabajadora unifique sus demandas y con sus propios métodos muestre todo su potencial.
Sábado 16 de octubre de 2021 19:14
El artículo de Robert Reich, publicado originalmente en The Guardian, postula que Estados Unidos se encuentra en medio de una "huelga no oficial", en respuesta al pánico de los medios de comunicación burgueses y de los economistas por el informe de empleos de septiembre del Departamento de Trabajo de EE. UU., que mostró la menor cantidad de empleos agregados para todo 2021 y un número creciente de trabajadores que abandonan la fuerza laboral.
Reich explica que los desafíos de contratación que enfrentan muchas industrias se deben al hecho de que cada vez más trabajadores son “reacios a regresar o permanecer en sus antiguos trabajos, principalmente porque están agotados” y están esperando mejores perspectivas.
Mientras los conservadores se retuercen clamando acerca de cómo el gran gasto del Gobierno en beneficios está incentivando a las personas a no regresar al trabajo ahora que los patrones y los políticos decidieron que la pandemia terminó, Reich ofrece otra explicación para la "escasez de mano de obra". Señalando el alto número de trabajadores que renuncian a sus trabajos cada mes y el número de personas "en sus mejores años laborales" que abandonan la fuerza laboral por completo, Reich ve estas tendencias como una señal de que después de un año y medio de cierres pandémicos, despidos, la falta de cuidado infantil y el aumento de la precariedad, los trabajadores están menos dispuestos a aceptar los bajos salarios, los “beneficios” inadecuados o inexistentes y las largas horas que ofrecen sus empleadores.
Esto es particularmente evidente en los sectores del turismo y la logística, como el trabajo en hoteles y el transporte por carretera, los cuales reportan dificultades de contratación y no se están recuperando tan rápido como lo pronosticaron los economistas. Robert Reich plantea que: "La corporación norteamericana quiere enmarcar esto como una "escasez de mano de obra". Es incorrecto. Lo que realmente está sucediendo se describe con mayor precisión como una escasez de salario digno, una escasez de pago por condiciones de vida peligrosas, una escasez de cuidado de niños, una escasez de licencias por enfermedad pagadas y una escasez de atención médica."
Aquí Reich tiene razón. No hay escasez de mano de obra, sino que las condiciones de esa mano de obra se han vuelto, o en muchos casos ya lo eran, insostenibles.
Reich admite que este no es un problema nuevo, ni uno que pueda explicarse únicamente por la pandemia. En respuesta a años de ataques a sus condiciones de vida que fueron exacerbados (o puestos de relieve) por la pandemia, un número cada vez mayor de trabajadores ha decidido que ya no tolerarán las formas en que se les ha exigido, en las últimas décadas, que trabajen para el país. "Muchos simplemente no quieren volver a trabajos horribles de bajos salarios, agotadores o abrumadores", escribe el exsecretario de Trabajo.
Pero los trabajadores no solo están "hartos". La mayoría de la gente no tiene otra opción. Muchos ya no pueden trabajar en las condiciones que enfrentaban antes de la pandemia, especialmente ahora que la respuesta de los capitalistas ha hecho que sea más probable que la pandemia y sus efectos se prolonguen durante los próximos años. Por ejemplo, la falta de acceso al cuidado de los niños ha obligado a cientos de miles de personas, la mayoría de ellas mujeres, a dejar de trabajar en un futuro previsible.
Según el informe de empleo más reciente, más de 300.000 mujeres dejaron la fuerza laboral en el último mes, muchas de ellas citando la falta de cuidado infantil. Entonces, si bien puede haber muchos trabajos requeridos, como en la industria de servicios, muchas personas no pueden pagar el cuidado de los niños con los bajos salarios que se han convertido en estándar en esos sectores.
Pero no es solo el cuidado de niños. Como señaló un informe de julio de la Coalición Nacional de Vivienda de Bajos Ingresos, nadie que trabaje a tiempo completo en un trabajo de salario mínimo puede pagar el alquiler de un apartamento de dos habitaciones en ningún lugar del país.
Millones de personas en los Estados Unidos no pueden pagar sus facturas de servicios públicos y se espera que los precios de la energía aumenten este año. No es que la gente esté simplemente "reconsiderando la forma en que trabaja" después de un año y medio de la pandemia, como muchos columnistas de opinión quisieran que creyéramos. Muchas personas no pueden seguir trabajando en las mismas condiciones previas a la pandemia. Muchos no ven otra opción que abandonar la fuerza laboral para cuidar a sus seres queridos o buscar trabajos menos exigentes y mejor pagados.
Sin embargo, en los cientos de miles de trabajadores que renuncian o no buscan trabajo activamente, Reich ve una especie de resistencia “desorganizada” al statu quo prepandémico. Escribe: " (...) Los trabajadores estadounidenses ahora están ejercitando sus músculos por primera vez en décadas. Se podría decir que los trabajadores han declarado una huelga general nacional hasta que obtengan mejores salarios y mejores condiciones de trabajo”.
Pone esto a la par de las decenas de miles de trabajadores actualmente en huelga, o a punto de hacerlo en todo el país, de los 60.000 trabajadores del principal sindicato de la industria del entretenimiento -la Alianza Internacional de Empleados de Escenarios Teatrales (N.R.:IATSE por sus siglas en inglés)- que acaban de anunciar una fecha tentativa de huelga después de que el 98 % de los trabajadoras y trabajadores votaron la autorización para ir al paro, de los 10.000 trabajadores de John Deere que acaban de hacer huelga en tres estados, de los trabajadores de Kellog’s en huelga en cuatro estados, de los mineros de carbón de Warrior Met que están entrando en el séptimo mes de su huelga.
Te puede interesar: Oleada de huelgas en Estados Unidos bajo el gobierno de Biden
Te puede interesar: Oleada de huelgas en Estados Unidos bajo el gobierno de Biden
Es necesario clarificar los términos: cientos de miles de personas que abandonan individualmente la fuerza laboral o renuncian a sus trabajos no es ningún tipo de huelga, extraoficial o no.
Aunque es una respuesta a los mismos factores que han obligado a los trabajadores de todo el país a ir juntos a la huelga por mejores condiciones, caracterizar la renuncia al trabajo como una huelga, pierde una parte esencial de lo que da una huelga general: su poder.. La capacidad de los trabajadores organizarse en todos los sectores para retener su trabajo y detener la producción capitalista, colectivamente, a gran escala.
Una huelga "desorganizada" es una contradicción en los términos. Al ignorar esto, Reich pasa por alto lo que realmente podría provocar los cambios que los trabajadores necesitan tan desesperadamente y por los que muchos trabajadores ya están luchando.
Contrariamente a las afirmaciones de Reich, las personas que abandonan la fuerza laboral en masa y esperan que los empleadores aumenten los salarios como incentivos para regresar no les da a todas las trabajadoras y trabajadores la mejor "palanca de negociación" para luchar por mejores condiciones laborales.
Es cierto, como señala Reich, "los sueldos promedio aumentaron 19 centavos la hora en septiembre y han subido más de $ 1 la hora, o 4.6%, durante el último año". Los jefes están sintiendo la presión de los puestos vacantes y están haciendo algunas concesiones en un esfuerzo por impulsar la contratación. Las grandes empresas y los gobiernos locales que pueden recibir el golpe incluso ofrecen “bonificaciones por firmar” considerables y únicas para atraer a los trabajadores de nuevo a la fuerza laboral.
Pero estas son solo concesiones temporales que permiten que los patrones y el Estado establezcan sus propios términos, ofreciendo solo lo suficiente para atraer a los trabajadores a regresar, o matarlos de hambre hasta que no tengan más remedio que regresar.
Pero lo que es más importante, dejan a los trabajadores sin la fuerza para luchar por lo que merecen y protegerse cuando los patrones buscan formas de exprimirlos más tarde. Lo que realmente les da ventaja a los trabajadores es su capacidad para mantenerse unidos, retener su trabajo y organizarse para luchar por sus demandas, y potencialmente por mucho más.
Por supuesto, Reich no está realmente interesado en que los trabajadores reconozcan todo el potencial de su posición estratégica en la sociedad. De hecho, la clase dominante y sus voceros prefieren que los trabajadores se enfrenten a los problemas sistémicos que los enfrentan como clase individualmente, en lugar de organizarse por sus derechos juntos en sindicatos y hacer huelga hasta que obtengan lo que merecen.
En última instancia, aunque puede estar envuelto en un lenguaje progresista sobre el poder de los trabajadores, el análisis de Reich es una advertencia apenas velada a la burguesía: si el capitalismo va a continuar relativamente sin cambios, entonces los poderes deben ofrecer a la clase trabajadora algunas concesiones para adelantarse a más lucha de clases. Y esa es una puerta que la clase dominante no quiere abrir.
En Chile por ejemplo, fue el paro nacional del 12 de noviembre del 2019 lo que puso entre las cuerdas a Piñera y su gobierno, en medio de la enorme rebelión popular y fueron los trabajadores de la ciudad de Antofagasta que levantaron un comité de "resguardo y seguridad" junto al "comité de salud" -puesto en pie también por los trabajadores del Hospital Barros Luco de la capital Santiago de Chile- que la población de esa ciudad veía como referente y dirección de la lucha.
Apenas unos meses después en Ecuador, una huelga general y protestas masivas obligaron al Gobierno a dar marcha atrás en sus planes de recortar los subsidios al combustible, lo que habría duplicado su precio y obligó al gobierno a buscar un acuerdo de reestructuración. En el proceso, denunciaron la catastrófica deuda externa y al FMI.
Solo este año, los trabajadores organizados en sindicatos estuvieron a la vanguardia de la resistencia al golpe militar en Myanmar. Salieron por millones en todo el país para defender sus derechos y desafiar a la junta.
Te puede interesar: “En Myanmar la clase trabajadora se plantó frente a la junta militar, nos mostraron el camino”
Te puede interesar: “En Myanmar la clase trabajadora se plantó frente a la junta militar, nos mostraron el camino”
Estas son paros generales nacionales “oficiales” y muestran cuánto poder tiene la clase trabajadora cuando se organiza para luchar contra el estado capitalista y con sus propios métodos.
Miles de trabajadores que actualmente abandonan la fuerza laboral cada mes no hace que la clase trabajadora esté más cerca de construir este tipo de poder.
Al contrario de lo que plantea Reich, el hecho de que muchos trabajadores no vean otra alternativa no es un signo de la fuerza de la clase trabajadora en el momento actual, sino de su debilidad.
Es una expresión y adaptación a los ataques a los sindicatos a lo largo de los años y las políticas colaboracionistas de las burocracias sindicales que hacen todas las maniobras posibles para evitar una pelea y hacer las paces con los patrones.
Solo el 11% de los trabajadores estadounidenses están sindicalizados, lo que deja a la gran mayoría sin un camino claro para luchar colectivamente por sus intereses. A esto se añade el hecho de que los 14,3 millones de trabajadores que están en los sindicatos son pacificados por dirigentes sindicales que están en los bolsillos de los políticos y los patrones, negándose a hacer poco más que luchas simbólicas.
Una y otra vez se mueven para privar a los trabajadores de su mayor arma contra los patrones: la huelga. Acuerdan contratos con cláusulas de “no huelga” y la prohibición de huelgas solidarias.
A medias amenazan con huelgas, solo para retirarse en el último minuto. Utilizan para sus abultados sueldos, recursos financieros sindicales que podrían destinarse a fondos de huelga y para hacer contribuciones de campaña a los políticos capitalistas. En resumen, hacen todo lo posible por socavar la participación de los trabajadores de base en una lucha por defender sus propios intereses.
No es de extrañar que muchos trabajadores no vean otra alternativa que renunciar a sus trabajos. Pero los recientes activismos en el movimiento sindical ofrecen una chispa de esperanza que podría iluminar el camino a seguir. Vemos esto en recientes campañas sindicales en la industria tecnológica y en otros lugares. En ninguna parte esto es más claro que en las decenas de miles de trabajadores que actualmente realizan piquetes en todo el país.
Pero para que estas luchas laborales recientes se conviertan en una ola imponente capaz de ganar derechos y mejoras muy necesarias para la clase trabajadora, trabajadoras y trabajadores deben poner su poder colectivo en estrategias de lucha audaces que desafíen a sus líderes engañosos y construyan el poder necesario para convertir a esta "huelga general nacional no oficial" -en los dichos de Reich- en una oficial e imparable.
Imaginemos si los 60.000 trabajadores de IATSE que se preparan para la huelga este mes, vincularan sus propias demandas de salarios más altos a la lucha de los trabajadores de Kellog para deshacerse del sistema salarial de dos niveles, y a las demandas de 10.000 trabajadores de John Deere de mayores aumentos.
Esto podría allanar el camino para que otros sectores se unan a ellos, como los trabajadores de Amazon que se rompen la espalda por $15 la hora. Imaginemos que los conductores de Uber y Lyft que se llevan a casa una fracción de lo que ganan para esas empresas cada día, también abandonen el trabajo, o si los trabajadores de restaurantes, que trabajan más horas por menos paga después de un año de cierres, decidieran parar. Al unirse, estos trabajadores podrían ganar mucho más que aumentos salariales por contratos individuales en lugares de trabajo individuales.
Podrían exigir mejores condiciones laborales para todos los trabajadores, sindicalizados y no sindicalizados, empleados o desempleados. Podrían exigir un aumento del salario mínimo a uno que realmente refleje el costo de vida. Podrían poner fin a los desastrosos sistemas salariales de dos niveles que enfrentan a los trabajadores entre sí. Podrían exigir atención médica, cuidado infantil, viviendas populares de calidad gratuitos y universales.
Ese es el poder de la huelga general. Es un arma que la clase trabajadora tendrá que empuñar si queremos que los capitalistas paguen por la crisis que han creado. Necesitamos una lucha de trabajadores masiva y organizada que pueda luchar por nuestras demandas, hasta el final.