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Red Internacional
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Movimiento obrero. Estados Unidos: la huelga de los trabajadores automotrices también es por reducir la jornada laboral

La actual lucha por los convenios en los denominados “Los Tres Grandes” (General Motors, Ford y Stellantis –ex Chrysler-) y la creciente automatización en la industria automovilística plantean una importante cuestión: ¿cómo podemos utilizar la tecnología para beneficiar a la clase trabajadora en lugar de alimentar los beneficios de la patronal?

Viernes 15 de septiembre de 2023 22:37

Mientras miles de miembros del sindicato United Auto Workers (UAW) se declaran en huelga y otros miles se preparan para unirse a ellos en los próximos días, una reivindicación por convenios aparentemente inusual está acaparando mucha atención y erizando el vello de muchos empresarios. Además de salarios más altos, mejores pensiones para todos, aumentos por el coste de la vida y el fin del horrible sistema de dos niveles salariales (tercerización) negociado por la anterior dirección sindical en 2007, la UAW ha reactivado una vieja reivindicación: una semana laboral de 32 horas por 40 horas de salario. Si se consigue, podría mejorar la vida de los trabajadores de las automotrices y evitar la pérdida de miles de puestos de trabajo a medida que la industria realiza la transición a la producción (menos intensiva en mano de obra) de los vehículos eléctricos.

El hecho de que esta reivindicación se vuelva a plantear ahora, tras décadas de austeridad neoliberal que diezmaron los sindicatos de todo el mundo, es una señal de la fuerza que recobran los trabajadores y sus organizaciones tras la pandemia de 2020, y de lo mucho que ha cambiado la conciencia general de la clase trabajadora en los últimos años. Una reivindicación que hace diez años se habría considerado ambiciosa incluso para los activistas radicales (pensemos en Occupy Wall Street) forma parte ahora de una plataforma de reivindicaciones de uno de los mayores sindicatos del país en una de las industrias más importantes y competitivas. Esta reivindicación fundamental, que los sindicatos abandonaron en gran medida hace décadas, afecta a la idea misma de lo que es el trabajo y de cómo nosotros, como seres humanos, elegimos -y en la inmensa mayoría no podemos elegir- cómo utilizamos nuestra mano de obra.

Aunque los directores generales de las empresas y los expertos de los medios de comunicación la tachen de "imposible", la reivindicación de una semana laboral de 32 horas se basa en la misma lógica que impulsó muchas de las primeras luchas sindicales: la lucha por disponer de más tiempo libre y poder tener una vida y no estar siempre atado al yugo de los jefes, es decir, la lucha por una jornada laboral de ocho horas, que aún hoy sigue estando fuera del alcance de muchos trabajadores. Esta lógica fue elocuentemente articulada por el nuevo presidente de la UAW, Shawn Fain, en un discurso dirigido a los trabajadores de la automotriz el 1 de agosto:

“El mayor recurso de este mundo para un ser humano es el tiempo, porque a cada uno de nosotros sólo se nos da una cantidad preciosa y finita. Y de eso se trata el salario. No importa qué tipo de trabajo haga alguien, se le está pagando por su tiempo, y ése debería ser el centro de todo en adelante... Si esta terrible pandemia nos ha enseñado algo, es que hay algo más en la vida que el mero trabajo. No basta con sobrevivir, todos deberíamos tener derecho a prosperar. Creo que todos tenemos derecho a mirar atrás en nuestra vida y no arrepentirnos de haber pasado tanto tiempo trabajando, mientras las empresas codiciosas fueron ganando cientos de miles de millones de dólares, en lugar de pasar tiempo con nuestras familias y amigos”.

Y, de hecho, muchos trabajan 60 horas o más a la semana, a veces 7 días a la semana, sólo para salir adelante, las empresas nos roban tiempo que de otro modo habríamos podido pasar con las familias y amigos.

Como dijo Charles Mitchell, trabajador de Stellantis, a The Guardian: "La capacidad de un trabajador automotriz para mantener a su familia o incluso a sí mismo es cada vez menor. Todo ello mientras las empresas son cada vez más rentables y enriquecen a sus accionistas al tiempo que obligan a trabajar de 60 a 70 horas semanales en las plantas de montaje."

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Gracias a estas penosas condiciones laborales y a las largas jornadas de trabajo, Stellantis, General Motors (GM) y Ford siguen obteniendo enormes ganancias. Entre 2013 y 2022, obtuvieron beneficios colectivos de casi 250.000 millones de dólares y un beneficio combinado de 21.000 millones de dólares solo en los seis primeros meses de 2023. Eso supone unos 140.000 dólares de beneficios por trabajador sindicalizado solo en la primera mitad del año.

Y por supuesto, la situación de estos trabajadores contrasta dramáticamente con la vida de lujo de los CEOs de "Los Tres Grandes". La CEO de GM, Mary Barra, recibió una compensación anual de casi 29 millones de dólares en el último año fiscal. En 2022, Jim Farley, el CEO de Ford, recibió una compensación total de casi 21 millones de dólares, y Carlos Tavares, el CEO de Stellantis, tuvo una compensación de casi 25 millones de dólares -cientos de veces lo que gana incluso el trabajador de línea mejor pagado produciendo Jeep Grand Cherokees en Detroit-.

Aunque sigue siendo una incógnita si la huelga continuará hasta que se cumpla esta reivindicación, ya ha tenido el efecto progresivo de elevar las aspiraciones de los trabajadores y cambiar su forma de pensar sobre su relación con el trabajo. Esta reivindicación también pone en tela de juicio la lógica de que algunos despidos son simplemente inevitables, y la idea, aún defendida por muchos en el sector, de que lo que es bueno para la empresa debe ser bueno para el trabajador.

Esta demanda también cuestiona la falsa noción de que el avance tecnológico significa menos puestos de trabajo o salarios más bajos. En lugar de permitir despidos, esta reivindicación, si se gana, permitiría a los trabajadores seguir empleados al tiempo que aliviaría su pesada carga de trabajo y sus largas jornadas laborales. También crearía nuevas oportunidades para que los trabajadores actualmente desempleados, temporales o a tiempo parcial ganen seguridad laboral y mejores salarios convirtiéndose en trabajadores a tiempo completo.

Más productividad tendría que significar más tiempo libre

Gracias a la automatización y a los rápidos avances tecnológicos, ahora somos capaces de producir una mayor cantidad de bienes y servicios en menos tiempo. Este patrón histórico indica un aumento constante de la productividad. Sin embargo, existe una gran contradicción: a pesar de la disminución del tiempo necesario para producir bienes de primera necesidad, apenas se han reducido las horas de trabajo y, con la caída de los salarios y el aumento de la inflación, la cantidad de tiempo que la persona media tiene que trabajar para ganar un salario digno no ha hecho más que aumentar. La maquinaria, los robots y los avances tecnológicos en general, aunque son el resultado del conocimiento y el trabajo colectivo, no se utilizan para hacer la vida más fácil, sino sólo para crear más beneficios. En el sistema capitalista, unos pocos se apropian de sus beneficios y los empresarios los utilizan para aumentar la disciplina laboral, reducir los tiempos muertos y extraer de los trabajadores el mayor tiempo de trabajo posible.

De hecho, el sistema capitalista considera el trabajo como un mero medio para alcanzar un fin: las ganancias, y su único horizonte es el continuo empobrecimiento generalizado y la fragmentación de la clase trabajadora. Paralelamente al desempleo que arroja a millones de personas a la pobreza, se generaliza cada vez más el fenómeno de los asalariados formales que son pobres y que apenas llegan a fin de mes a cambio de la gran parte de sus horas de vigilia.

Frente a este destino, la reducción de la jornada laboral y el reparto de las horas de trabajo entre asalariados y desempleados a escala nacional podrían abrir un horizonte de mejora de la vida de la mayoría de la población del país.

Un enfoque socialista

La huelga de "Los Tres Grandes” podría llegar a afectar a más de 150.000 trabajadores de la UAW en todo el país y está siendo seguida por millones de personas en Estados Unidos y en el extranjero. Líderes políticos de otros países han propuesto semanas laborales de cuatro días, mientras que algunas empresas han estado haciendo experimentos para demostrar que la reducción de la jornada laboral podría ser buena tanto para ellas como para los trabajadores.

De hecho, muchos legisladores progresistas que están detrás de estas propuestas intentan demostrar cómo los trabajadores pueden ser más productivos y lucrativos para las empresas si tienen más tiempo para descansar y son "más felices" en el trabajo. Pero la demanda de una semana laboral más corta no consiste en convencer a las corporaciones de que los trabajadores seguirán siendo productivos para que sus millonarias ganancias sigan llegando a raudales: se trata de recuperar las ganancias que producen los trabajadores y utilizarlas para crear más puestos de trabajo y ganar más tiempo libre para ellos mismos.

Como señala Esteban Mercatante, economista que integra la Red Internacional La Izquierda Diario:

“El énfasis puesto en destacar los beneficios productivos que cabe esperar para la sociedad (capitalista, por si es necesario aclararlo) de una reducción de la jornada laboral denota el sesgo profundamente productivista con que se aborda la cuestión. Nada que ver con un horizonte de liberación de la carga del trabajo. Por supuesto, esto no significa, ni mucho menos, que los alentadores resultados publicitados por el Gobierno islandés vayan a ser acogidos con entusiasmo unánime por los empresarios, ni mucho menos. Aunque la economía moderna se esfuerza por refutar la conexión entre explotación del trabajo y beneficio demostrada por Marx, los "propietarios" del capital y sus directores generales saben bien, por experiencia, que el trabajo es la única fuente de valor. La plusvalía es el valor producido en la parte de la jornada laboral que excede el tiempo durante el cual los trabajadores producen un valor equivalente a lo que reciben como salario. Sin este excedente, no hay beneficio posible. Y aquí, cada hora, minuto y segundo cuenta. Para los capitalistas no se trata de aceptar "compensaciones" para seguir siendo iguales, sino de ampliar la porción de plusvalía”.

Para el progreso de toda la sociedad, la implantación de una semana laboral más corta no debe detenerse en la demanda de la UAW únicamente. La demanda de una semana laboral más corta debe vincularse al problema del subempleo, que es el problema más acuciante para muchos en Estados Unidos que desean empleos a tiempo completo pero están desempleados o sólo pueden encontrar un empleo a tiempo parcial.

En Estados Unidos, la productividad global ha aumentado un 299% desde 1950, pero esto no se ha traducido en salarios más altos ni en semanas laborales más cortas. De hecho, la discrepancia entre la productividad y los salarios ha llegado a ser tan aguda que incluso los economistas que defienden este sistema, se han visto obligados a admitir que los aumentos de productividad han ido a parar en gran parte "a los salarios de empleados corporativos y profesionales muy bien pagados...[y] a mayores beneficios (es decir, hacia rendimientos para los accionistas y otros propietarios de riqueza)". Y estas empresas no van a ceder pacíficamente esos enormes beneficios sin luchar. En ese sentido, la demanda de la UAW de reducir el tiempo de trabajo con el mismo salario puede ser un gran ejemplo para el conjunto de la clase trabajadora.

Los grandes avances de las fuerzas productivas (ferrocarriles y máquinas, y ahora, producción robotizada e inteligencia artificial) no pertenecen a una sola persona o corporación. Son producto de la acción, el conocimiento y el trabajo humanos conjuntos, que a su vez sólo son posibles gracias al trabajo continuo de millones de personas que ayudan a cuidar, alimentar, educar y alojar a todos aquellos que hacen posibles dichos avances tecnológicos. Es el conocimiento general el que controla y contribuye al proceso de la vida social y los frutos de ese conocimiento deben ser compartidos con todos los que contribuyen a su producción. No como ahora que es apropiado por las corporaciones, con la venia de los Estados, como sucedió con las vacunas en la pandemia.

Las condiciones materiales están dadas para que todos vivan mejor y trabajen menos. Por eso, la cooperación humana, expresada en máquinas y nuevas tecnologías, debe liberarse de los obstáculos impuestos por la propiedad privada de los medios de producción e intercambio: los recursos estratégicos de la economía, como las grandes agroindustrias, las principales fábricas siderúrgicas y automovilísticas, los puertos, los latifundios, el sistema bancario y otros, deben ponerse bajo el control y la gestión colectiva de los trabajadores para promover su desarrollo y ponerlos al servicio de las necesidades sociales.

La audaz exigencia de la UAW de una semana laboral de 32 horas plantea cuestiones fundamentales sobre la relación entre trabajo y productividad y sobre la naturaleza del propio trabajo, pero no podemos detenernos sólo en "Los Tres Grandes”. Todos los trabajadores del mundo merecen una semana laboral más corta y salarios más altos. Conseguir esa reivindicación requerirá los esfuerzos coordinados y las acciones laborales de los sindicatos, así como de toda la clase trabajadora, incluidos los trabajadores no sindicalizados, los inmigrantes y los desempleados. Los socialistas apostamos con todo a forjar esa acción mancomunada, mientras luchamos por que los trabajadores y trabajadoras y sus sindicatos rompan con los partidos que en alternancia, dirigen este Estado imperialista, con el objetivo de forjar un partido revolucionario que pelee por un gobierno de quienes mueven la maquinaria de este país.