Para pensar qué movimiento LGBTI y qué estrategia revolucionaria queremos, interesa recordar la reacción estalinista contra la diversidad sexual en la URSS, el primer país en despenalizarla.
Viernes 29 de julio de 2016
"La legislación soviética declara la absoluta no interferencia del Estado y la sociedad en las cuestiones sexuales, mientras nadie sufra daños físicos ni se perjudiquen sus intereses. Respecto a la homosexualidad, sodomía y otras formas de placer sexual, que en la legislación europea son calificadas de ofensas a la moralidad, la legislación soviética las considera exactamente igual que lo que se conoce como relación ’natural’."
Este párrafo forma parte de un panfleto escrito en 1923 por Grigorii Batkis, director del Instituto de Higiene Social de Moscú. Y es que, tras la Revolución de Octubre, una profunda serie de cambios en la legislación sobre la familia y la sexualidad abrieron una nueva situación a nivel de derechos para la mujer y las personas LGBTI nunca vista en todo el mundo.
Los bolcheviques derogaron las leyes en contra de la homosexualidad en diciembre de 1917, medio siglo antes que los primeros países capitalistas en hacerlo. Esta decisión fue tomada como parte integrante de las actividades del nuevo sistema y de la revolución social. Además, se legalizó el aborto y se hizo libre y gratuito, se despenalizó la prostitución, se garantizó el divorcio, y las viejas leyes que regulaban el matrimonio y la mayoría de edad fueron abolidas, así como el concepto de ‘ilegimitidad’ de los hijos.
Esta progresiva legislación fue tomada poco después como exigencia por los movimientos de liberación sexual en otras zonas del mundo, como es el caso de las personas LGBTI durante la Revolución Alemana, que pedían su adopción frente a la negativa de la dirección del SPD (Partido Socialdemócrata Alemán), que ordenó ahogar en sangre la revolución.
Sin embargo, las conquistas para las mujeres y las personas LGBTI de la URSS que se habían obtenido al calor de la revolución, sufrieron un retroceso como parte del proceso de burocratización del estado obrero. Trotsky lo calificará como el “thermidor en el hogar”, una reacción en toda regla a lo que había sido conquistado en torno a la emancipación femenina y la liberación sexual.
Junto a la repenalización del aborto y la prostitución o la imposición de trabas legales al divorcio, llegará una promoción de la vuelta a los viejos valores patriarcales, el retorno de la mujer al hogar y a la familia tradicional (calificada por Stalin como la “unidad de combate por el socialismo”), situaciones que los bolcheviques habían tratado de combatir durante los primeros años de la revolución.
En su libro La revolución traicionada, Trotsky afirmará que “el motivo más imperioso del culto actual a la familia es, sin duda alguna, la necesidad que experimenta la burocracia de una jerarquía estable de las relaciones sociales y de una juventud disciplinada por cuarenta millones de hogares que sirvan de puntos de apoyo a la autoridad y al poder.”
Así mismo, como parte de la reacción impuesta por la burocracia estalinista, en 1934 volverá a penalizarse la homosexualidad en la URSS con la vieja legislación zarista, con penas de 8 años de prisión, unido a una ola de suicidios y persecuciones en varias ciudades.
No se dispone de cifras exactas de las personas afectadas. El hecho de que se utilizara la denuncia de supuesta homosexualidad contra opositores políticos ha hecho que sea aún más difícil llegar a conocer los datos finales. Los tribunales llegaron a dictar alrededor de 50.000 sentencias contra personas a las que consideraban homosexuales.
Mientras, la burocracia envolvía la situación de un halo de glorificación de los viejos esquemas de la familia patriarcal a través de los órganos de prensa y propaganda, como en este extracto de Pravda:
“La élite de nuestro país, lo mejor de la juventud soviética, está integrada, como regla general, por excelentes padres de familia que aman apasionadamente a sus hijos. Y viceversa: el hombre que no se toma en serio el matrimonio, y abandona a sus hijos a los azares del destino, acostumbra a ser un mal trabajador y un dudoso miembro de la sociedad”
Mientras el nazismo ascendía en Alemania sin sufrir combate declarado por el KPD (Partido Comunista Alemán), la propaganda soviética elabora materiales de carácter antinazi que van a estar cargados de LGBTIfobia, como en las declaraciones de M.Gorki (“Exterminad a los homosexuales y el fascismo desaparecerá”). Stalin lo califica a su vez de “perversión fascista”.
El Thermidor en el hogar también va a ser extendido a través de los Partidos Comunistas coordinados en una III Internacional erigida como instrumento de contrarrevolución y desarme de las masas bajo el control del estalinismo.
Esta política reaccionaria en muchas ocasiones llevaría a grandes enfrentamientos, como en Alemania, donde en 1934 la cúpula desmantelará un frente de masas del propio partido agrupado en torno a una política sexual revolucionaria. Así se gestaría una postura homófoba y sectaria hacia los derechos de las mujeres y hacia la diversidad sexual, que caracterizó desde entonces a los partidos comunistas estalinistas en todo el mundo. Algo contrario al espíritu de la Revolución de Octubre y que perdurará en procesos como la Revolución Cubana o la Revolución china. A los ojos de grandes sectores de mujeres y homosexuales en todo el mundo, que identificaban erróneamente al estalinismo con el marxismo, este era sinónimo de opresión.
Durante los años 60 y 70 estos Partidos Comunistas conservaron en buena parte estas líneas mientras los movimientos de liberación de la mujer y LGBTI experimentaban un auge y radicalización en numerosos países dando la espalda en muchas ocasiones de estos partidos, que en algunos casos eran organizaciones obreras de masas.
Así, estos movimientos iniciaron un efecto rebote y buena parte se desligaron de las organizaciones que aglutinaban a frentes obreros más amplios. Por lo general, y especialmente en el contexto del Mayo Francés, se dividieron en tres grandes sectores: los que seguían de forma semioculta en los partidos maoístas y estalinistas; los que rompieron con las organizaciones obreras y sus estrategias, enfocando sus derivas ideológicas hacia el autonomismo y el posmodernismo; y una tercera parte minoritaria, que trataba de combinar las reivindicaciones y estrategias revolucionarias de la clase obrera, feministas y LGBT, en buena parte promovidas por pequeños grupos de extrema izquierda trotskistas.
Este terrible historial con el que gran parte de la izquierda, especialmente el estalinismo y el maoísmo, se hizo conocer ante el movimiento de mujeres y personas LGBTI constituye un legado reaccionario que dificulta la liberación de los oprimidos del mundo, al haber organizado históricamente la división de los mismos mediante la LGBTIfobia y el machismo.
Es por ello que resulta especialmente urgente pelear desde una perspectiva revolucionaria por construir un movimiento LGBTI combativo y coordinado con el resto de las luchas de la clase obrera y los sectores oprimidos.
Que pelee desde una perspectiva antipatriarcal, entendiendo que el machismo y la LGBTIfobia van unidas en el discurso y la práctica de las instituciones reaccionarias de esta sociedad y que históricamente se demuestra la necesidad de combatirlas al mismo tiempo.
Que sea internacionalista y antirracista, independiente del estado y el capital para romper con los intereses de las burguesías nacionales y que no reproduzca la xenofobia nos divide en beneficio de los capitalistas.
Que sea anticapitalista y en coordinación con las luchas obreras, pues esto supone atacar al corazón de la bestia que alienta la LGBTIfobia y el machismo para dividir a la clase trabajadora y que necesita del patriarcado para mantenerse y perfeccionarse.

Jorge Remacha
Nació en Zaragoza en 1996. Historiador y docente de Educación Secundaria. Milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.