Un informe de Oxfam Internacional revela el aumento de la riqueza de las grandes fortunas, que crecieron 2.500 millones de dólares al día en 2018.
Martes 22 de enero de 2019
Foto: Desigualdad Ximena Echague / Oxfam
La concentración de la riqueza alcanza límites obscenos: las 26 personas más ricas del planeta ostentan el 50% de la riqueza mundial, según afirma un reciente informe de la ONG Oxfam International. Es decir, que apenas un puñado de multimillonarios poseen más dinero que los 3.800 millones de personas más pobres.
Entre ellos figuran los dueños de Microsoft, Facebook o Amazon, entre otros. Jeff Bezos, propietario y fundador de esta última, es el hombre más rico de la historia según datos de la revista Forbes con un patrimonio valorado en 112.000 millones de USD. En palabras del informe de Oxfam “el presupuesto de salud de Etiopia equivale al 1% de su fortuna”.
Precisamente la multinacional Amazon está siendo testigo de conflictos laborales en muchas de sus plantas en Estados Unidos y varios países de Europa, entre ellos el Estado español. Una muestra más de que estas fortunas no se levantan sobre el ingenio de sus propietarios sino de la explotación de la clase trabajadora y el expolio de las grandes mayorías.
Los datos arrojados por el informe de Oxfam corroboran plenamente esta última afirmación. Mientras la riqueza de los multimillonarios se incrementó en 900.000 millones de dólares, a un ritmo de 2.500 millones por día, los ingresos de la mitad más pobre de la población del planeta cayeron en un 11%.
Un verdadero atraco a manos llenas amparado por legislaciones que invariablemente favorecen a estas fortunas en todas partes del mundo. Según Oxfam “los ricos se benefician no sólo de una fortuna en plena expansión, sino también de los niveles impositivos menos elevados desde hace décadas”. De esta manera, en algunos países el 10% de la población más pobre estaría pagando más en proporción que el 10% más rico. Además, estas fortunas cuentan con todo tipo de mecanismos para evitar las cargas impositivas, estimándose en 7.600 millones de dólares la cantidad que ocultan al fisco.
El Estado español, reino de desigualdad
El Estado español, lejos de ser una excepción a estos datos, es uno de los lugares más desiguales de Europa. El informe elaborado por la filial española de Oxfam con datos del país expone que ante nuestros propios ojos se está desarrollando una situación que bien podríamos calificar de catástrofe social.
Según el documento “Desigualdad 1 – igualdad de oportunidades 0” elaborado por Intermon Oxfam, “no solo somos el cuarto país más desigual de la UE, sino que, tras Bulgaria somos el segundo país europeo en el que la distancia entre ricos y personas empobrecidas ha aumentado más”. De esta manera, mientras en que en 2008 los hogares más ricos ingresaban 9,7 veces más que el 10% más pobre, diez años después esta diferencia se habría agrandado, hasta ser de 12,8 veces más.
Las causas más inmediatas de esto las encontramos en un “descalabro de los hogares de ingresos más bajos que no se han recuperado con el crecimiento económico” mientras que la recuperación económica habría “beneficiado desproporcionadamente a las rentas altas”.
Las cifras de esta realidad son dramáticas. El año pasado aumentaron en 16.500 las familias que no perciben ningún tipo de ingreso, llegando a la escandalosa cifra de 617.000. Paralelamente habría aumentado también el número de ultra-millonarios, cuyos activos superan los 40 millones de euros, siendo este incremento del 4% en 2017.
La presumida recuperación económica se ha construido sobre las espaldas de las familias trabajadoras y el aumento de la precariedad laboral. Lejos de que la clase trabajadora se esté beneficiando de alguna fracción mayor del reparto, ha continuado perdiendo poder adquisitivo. De esta manera nos encontramos con que el 13,1% de las personas que están trabajando se encuentran por debajo del umbral de la pobreza.
Las consecuencias de la pobreza, que afecta a prácticamente un cuarto de la población, se dejan sentir en todos los aspectos de la vida incluida la propia duración de la misma: en la ciudad de Barcelona una persona pobre vivirá de media 11 años menos que un rico.
Además, todos estos indicadores se agravan cuando analizamos la situación de las mujeres. Ellas -junto a los migrantes y las personas sin estudios- son las que más padecen la pobreza, la precariedad y el desempleo y todas las consecuencias que de ello se derivan.
La desigualdad no es inevitable
Los datos arrojados por Oxfam exhiben una panorámica de un sistema económico decadente que solo trae la miseria a miles de millones para beneficio de unos pocos.
La desigualdad no es una enfermedad incurable que solo podamos aspirar a moderar y que, como afirmaban desde Oxfam en un informe similar de 2014, “es fundamental para estimular el progreso y el crecimiento”. Lejos de esa postura, es justo y necesario aspirar a un mundo donde la pobreza y la necesidad no existan.
Si algo muestran las cifras de estos informes además de la escandalosa situación de miseria por la que atraviesa la mayor parte de la población mundial, es la sobrada existencia de recursos para poder remediar casi de inmediato todos estos problemas y que solo un sistema irracional si los hay como es el capitalismo puede ser capaz de concentrar en cada vez menos manos.
Para resolver la desigualdad es necesario terminar con esta irracionalidad expropiando a los expropiadores de las grandes empresas capitalistas: nacionalizando la banca para terminar con la especulación y el saqueo; estatizando los servicios públicos y sectores estratégicos de la economía; dejando de pagar la fraudulenta e ilegítima deuda externa para destinar esos fondos a sanidad, educación y vivienda; repartiendo las horas de trabajo entre todas las manos disponibles con un salario igual a la canasta familiar, así como todas las medidas que permitan terminar con el saqueo de un sistema social donde unos pocos concentran la riqueza mientras millones son condenados a la miseria.
Solo así podrá instaurarse una planificación democrática y racional de la economía que garantice el progreso del conjunto de la sociedad y no de un puñado de parasitos capitalistas.