Durante once años integró la Corte Suprema (a donde llegó en el período post 2001). A quince años del 19 y 20 el exjuez reconoció que nunca se quiso cambiar el “demencial” Poder Judicial.
Daniel Satur @saturnetroc
Martes 20 de diciembre de 2016
Foto Taringa
Eugenio Raúl Zaffaroni es uno de los juristas más prestigiosos de la Argentina y de América Latina. Fue juez penal y convencional constituyente en 1994. En 2003, a propuesta del entonces presidente Néstor Kirchner, fue nombrado juez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Asumió ese cargo como parte de la “renovación” del máximo tribunal argentino, después del duro cuestionamiento a la casta judicial que dejaron las jornadas revolucionarias del 19 y 20 de diciembre de 2001.
Su prestigio como penalista y teórico de las ciencias jurídicas le permitió ocupar uno de los sillones más caros de los Tribunales durante once años. Fue hasta 2014, cuando renunció por haber cumplido 75 años (límite legal para ocupar el cargo). Desde febrero de 2016 es miembro de la Corte Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos.
Tanto la CIDH como la OEA acaban de manifestarse a favor de la libertad de Milagro Sala (presa política del régimen jujeño comandado por Gerardo Morales). El último domingo Zaffaroni estuvo en Jujuy, visitando a la dirigente social presa desde enero, y allí manifestó que “la solución la puede dar la Corte Suprema de Justicia de la Nación”.
En los últimos días dio varias entrevistas a medios periodísticos, donde obviamente el caso de Sala fue tema privilegiado. Pero el sábado, en el programa Marca de Radio que conduce Eduardo Aliverti por Radio La Red, también habló del año de Mauricio Macri como Presidente y de lo que le dejó su paso por la Corte Suprema. A quince años del “que se vayan todos”, varias de las definiciones de Zaffaroni son ilustrativas de qué pasó en esta década y media, más allá de los relatos y los símbolos.
“No somos todos iguales”
“Un Estado en el que todos seamos iguales ante la ley, los de arriba, los de abajo, los de cada costado, bueno, eso históricamente no existe”, sentenció Zaffaroni ante el micrófono. Fue cuando le preguntaron cómo veía la situación actual en Argentina. Y completó la definición explicando que, en última instancia, aunque el Estado de derecho perfecto no existe, siempre hay mayores o menores acercamientos a ese ideal. “Todos los Estados de derecho históricos se aproximan o se alejan a ese ideal. Y lo que tenemos en este momento es una imagen que se va alejando muy notoriamente del ideal”.
En ese marco, el exjuez de la Corte afirmó que “la Justicia es un engranaje más dentro de un Estado débil, cuya institucionalidad está en abierta crisis”. Eso sí, para Zaffaroni la crisis no es nada nueva. “Obviamente no es una debilidad institucional creada por este gobierno”, aclaró, al tiempo que reconoció que “esa debilidad institucional, de la cual nunca nos ocupamos en reparar, es la que ha permitido este regresión que estamos viviendo”
Un Poder Judicial “demencial”
“Tenemos muchos defectos institucionales”, dijo Zaffaroni. Y para graficarlo dio dos ejemplos. Por un lado, no hay “una Constitución que prohíba el monopolio de medios, algo que es incompatible con la democracia. Si queremos tener un Estado democrático no podemos tener un monopolio de medios”. Es más, profundizó, “no hay disposiciones constitucionales que prohíban los monopolios en general”.
Por otro lado, Zaffaroni explicó que en Argentina hay “una estructura del Poder Judicial que es demencial. Si comparamos la estructura de nuestro Poder Judicial con las de otras constituciones del mundo como Italia, Alemania o mismo Colombia o Costa Rica en nuestra región, vamos a ver que tenemos una estructura del Poder Judicial que es absurda, que no garantiza seguridad jurídica. Aquí alguien empieza un juicio y no sabe cómo va a terminar, porque depende de subjetividades totalmente antojadizas. Hoy estamos pagando las consecuencias de eso”
Lo curioso es que quien habla no es un crítico neutral, sino quien ocupó uno de los sillones más privilegiados el Estado argentino durante más de una década. Zaffaroni fue, durante unos cuatro mil días, nada menos que uno de los “hacedores” de ese Poder Judicial al que caracteriza como demencial, promonopólico y antidemocrático. Un rol que, obviamente, no desempeñó ad-honorem (actualmente un juez de la Corte cobra entre $ 230 y $ 240 mil por mes y -dicho sea de paso- no paga impuesto a las ganancias).
“Nos entraron por ese lado”
A nadie se le ocurriría tildar a Zaffaroni de revolucionario (de hecho se declara muy respetuoso del liberalismo). Por eso sus expresiones (un tanto culposas) pueden hablar más de los límites de ciertas doctrinas que de sus potencialidades transformadoras.
“Nunca pensamos en una reestructuración racional de nuestro Poder Judicial”, confiesa el jurista preferido de gran parte del progresismo y la centroizquierda. Y aunque parezca contradictorio con los clichés del relato kirchnerista (del que Zaffaroni es ciertamente tributario) adjudica semejante omisión a ciertas limitaciones que tendría el pueblo. Si no hubo una reestructuración de la Justicia, según Zaffaroni, es porque “las grandes reformas institucionales, los grandes planteos como el de un proyecto de Estado diferente, generalmente no conmueven a las masas”.
Sin embargo, pese al mea culpa, el jurista no pierde las ilusiones. “Bueno, ahora pongámonos las pilas, porque es por ese lado que nos entran. Miremos lo que pasó en Brasil, lo que pasa en Argentina. Tener un Poder Judicial con una estructura irracional y no tener una prohibición del monopolio de medios masivos de comunicación, explica que nos hayan entrado por esos lados”.
Reforma constitucional
Para Zaffaroni es necesario encarar la discusión sobre una reforma constitucional que realmente transforme el Poder Judicial actual y ponga al Estado al servicio de las mayorías populares. Incluso reconoce, un año después del cambio de gobierno, que aquella reforma judicial propuesta por el gobierno de Cristina Fernández en 2013 (que fuera rechazada por la Corte que él integraba y archivada por la Presidente después de una “rosca” con los supremos) “no resolvía el problema”.
“Se requiere una reforma constitucional. Hay que repensarlo. Un día habrá que decir bueno, vamos a hacer un Poder Judicial que garantice cierta previsibilidad en las decisiones”, reflexiona el exjuez. Y agrega que para ello “se necesita tener fuerza política para hacerlo, pero primero se necesita tenerlo como proyecto, como programa”.
Nuevamente, sus palabras no parecieran ser las de quien transitó más de una década al frente de uno de los máximos poderes del Estado y que, encima, tuvo innumerables coincidencias políticas y programáticas con el Gobierno que detentó mayorías absolutas en el Parlamento durante años.
Fallando y fallando
Sobre el final de la charla con Aliverti, a Zaffaroni le preguntaron qué enseñanzas le dejó su paso por la Corte. Y quizás fue el momento de mayor sinceramiento de quien se fue del máximo tribunal “por la puerta grande”.
Por un lado, dijo, sacó las lecciones que lo llevaron a definir a la estructura judicial imperante como “demencial”. Y por otro, según sus propias palabras, aprendió lo que es la incomodidad. “Me sentí incómodo en once años, porque siempre he tratado de decidir conforme a lo que pienso y de repente tenía que firmar fallos que no estaba muy seguro de si era lo que yo pienso”, recordó.
A esa altura más de un oyente compartía la pesadumbre. Pero aún faltaba una confesión mayor de Zaffaroni. “Vos tenés que firmar sentencias, incluso de derecho común, sobre materias que no conocés”, confesó e incluso reconoció que en la redacción de algunos fallos ni siquiera pudo dar su opinión. “Te encontrás delegando”, dijo, “y ya no diciendo ‘redactame tal cosa’ y después corregís sino delegando en cosas que cuando las leés decís ‘¿estás seguro de lo que escribiste?’”.
Las expresiones de Zaffaroni no son otra cosa que una confesión de parte. En las definiciones del exjuez de la Corte subyace el reconocimiento de que el Poder Judicial está estructurado para darle “seguridad jurídica” a los poderosos en detrimento de las mayorías populares, aquellas para las que la justicia es, en el mejor de los casos, un milagro. Sin decirlo (quizás sin pensarlo) Zaffaroni está diciendo que esa estructuración no es un “defecto” del sistema, sino una condición necesaria para que el sistema (capitalista) funcione.
A nadie se le ocurriría tildar a Zaffaroni de revolucionario. Pero mientras pregona la necesidad de una reforma constitucional abstracta, el exsupremo y actual miembro de la Corte Interamericana de Derechos Humanos de la OEA ni siquiera propone medidas elementales para una inmediata transformación del Poder Judicial.
Zaffaroni no propone ni la elección popular y universal de los jueces, ni la posibilidad de su revocatoria, ni mucho menos que quienes ocupan cargos en el Poder Judicial ganen un salario igual al de un trabajador. Incluso se ha manifestado más de una vez en contra de la implementación de los juicios por jurados.
Sin medidas básicas como éstas es imposible siquiera que las cotidianas y constantes injusticias que sufre el pueblo trabajador y los sectores populares sean mitigadas. Y mucho menos que los máximos delincuentes, que saquean, oprimen y matan con sus empresas, sus instituciones y sus leyes, reciban alguna vez castigo justo.
Escuchá la entrevista a Zaffaroni en Marca de Radio
Daniel Satur
Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS).