Las últimas semanas estalló nuevamente la crisis migratoria. Miles de hombres, mujeres y niños buscan refugio en Europa, escapando de guerras y hambre. Se encuentran con muros, vallas y xenofobia.

Josefina L. Martínez @josefinamar14
Jueves 27 de agosto de 2015
Fotografía: EFE
“Cerca de 54 personas fallecen en la enésima tragedia en el Mediterráneo”. “Hallan otros 3 muertos en un barco del que han sido rescatadas 120 personas”. “Hungría refuerza fronteras ante refugiados”.
“Más de 2000 refugiados llegaron al norte de Serbia en las últimas 24 horas”.
“Dinamarca aprueba rebajar a casi la mitad la ayuda a solicitantes de asilo”. “Neonazi orina sobre dos niños en agresión contra familia inmigrante en Berlín”.
“Llegan 2.500 refugiados al puerto ateniense del Pireo procedentes de islas”. “El 30 % de los inmigrantes que llegan a Europa por Grecia son mujeres y niños.” “Seis meses de cárcel para trabajadores ilegales en Reino Unido.”
“Budapest insiste en cerrar su frontera con un alambrado antes de fin de mes”. “4.700 inmigrantes han sido rescatados en el Mediterráneo en últimas horas”. “Cientos de refugiados entran en Macedonia en su camino hacia centro de Europa”.
Los titulares que el lector acaba de leer corresponden tan solo a algunas de las noticias publicadas por la agencia EFE en los últimos siete días.
La crisis migratoria se agudiza, poniendo en cuestión toda la política de fronteras de la Unión Europea.
Muros y xenofobia
Hungría avanza aceleradamente en la construcción de una valla metálica de más de 170 kilómetros en la frontera con Serbia. Así busca poner freno al flujo de refugiados que llegan desde Siria y Afganistán, pasando por Grecia y Macedonia. La noticia de que muy pronto esta valla estará terminada aumentó la llegada de refugiados que buscan pasar, antes de que sea más difícil.
En los últimos años los gobiernos europeos han construido nuevas vallas y muros en las fronteras para impedir el paso de los migrantes, y han endurecido las leyes de extranjería.
El mundo actual está atravesado por múltiples muros de la “vergüenza”; el que separa Estados Unidos de México, los muros levantados por Israel contra los palestinos y Egipto, el muro que separa la India y Bangladesh, las vallas que separan los enclaves españoles de Ceuta y Melilla de Marruecos o el muro de Grecia en la frontera Turca.
A esto se suman las leyes de migración más restrictivas. Mientras que en los últimos 30 años se abolieron casi todas las “fronteras” para el capital financiero y las multinacionales, estas se fortalecieron para impedir el paso, controlar y expulsar a las personas de los países más pobres.
En el Reino Unido, Cameron busca implementar una nueva ley sobre inmigración que incluye penas de hasta seis meses de cárcel para los inmigrantes que trabajen en forma ilegal. La prensa sensacionalista se hace eco de la campaña racista contra la “plaga” de los inmigrantes.
En Dinamarca, el parlamento aprobó esta semana una ley para reducir el monto de dinero destinado a los solicitantes de asilo. Con esta medida, aprobada por amplia mayoría parlamentaria, buscan reducir el número de refugiados que llegan a ese país.
El viceministro polaco de Exteriores, Rafal Trzaskowski, pidió ayer a la UE que haga una “distinción clara” entre “inmigrantes económicos” y “refugiados”, alegando que los “países europeos no pueden aceptarlos a todos”.
La xenofobia aparece también en acciones violentas contra los refugiados, como en Alemania, donde cientos de neonazis atacaron un centro de acogida de refugiados, en la ciudad de Heidenau en Sajonia hace unos días.
Pero la xenofobia es una “política de Estado”. Recordemos las indignantes palabras del ministro del interior español, Fernández Díaz, que comparó a los inmigrantes con “goteras que inundan las habitaciones” y dijo que habría que “taponar esas goteras”.
Según datos de la ACNUR, en lo que va del 2015 han llegado casi 300.000 inmigrantes y refugiados a Europa.
La crisis migratoria, con la terrible crisis social que implica para la vida de cientos de miles de inmigrantes, pone blanco sobre negro la hipocresía de la Unión Europea y sus gobernantes, que quieren “sacarse de encima” a los inmigrantes o “repartirlos en cuotas” como si fueran plagas.
La xenofobia creciente, a su vez, pone en cuestión la política de “libre circulación” al interior de las fronteras de la UE y anuncia el fortalecimiento de las reaccionarias barreras y fronteras nacionales.

Josefina L. Martínez
Nació en Buenos Aires, vive en Madrid. Es historiadora (UNR). Autora de No somos esclavas (2021). Coautora de Patriarcado y capitalismo (Akal, 2019), autora de Revolucionarias (Lengua de Trapo, 2018), coautora de Cien años de historia obrera en Argentina (Ediciones IPS). Escribe en Izquierda Diario.es, CTXT y otros medios.