Históricamente, la selección de Francia (que acaba de salir campeona en Rusia), nutrió sus filas de inmigrantes e hijos de inmigrantes. El gobierno francés los persigue y los expulsa, pero Macron construye un imaginario de unidad nacional en medio de la alegría futbolera. Xenofobia y colonialismo a su servicio.
Domingo 15 de julio de 2018 10:21
Haitianos, senegaleses, malienses, argelinos…
Al principio del segundo tiempo en la semifinal entre Francia y Bélgica se vio a un efusivo Emmanuel Macron festejando el gol de Samuel Umtiti, el defensor del seleccionado francés de fútbol nacido en Camerún en 1993.
El 82% de los jugadores del seleccionado francés de fútbol, que acaba de clasificar para jugar la final del mundial de Rusia, tienen un origen más allá de las fronteras de Francia.
Sólo cuatro de sus 23 jugadores tienen padre y madre nacidos en la Francia continental, entre ellos su capitán, el arquero Hugo Lloris.
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Kylian Mbappé, una de las figuras de este mundial, es de padre camerunés y madre argelina. Otros doce jugadores también tienen ascendencia africana: Ousmane Dembélé es de padre maliense y madre de ascendencia senegalesa y mauritana, Paul Pogba es hijo de guineanos, Nabil Fekir, de argelinos. N’Golo Kanté y Djibril Sidibé, de ascendencia maliense. Benjamin Mendy, de senegaleses. Blaise Matuidi, de angoleños, Adil Rami, es hijo de marroquíes, aunque criado en el Congo. De la República Democrática del Congo es también el padre de Steven Nzonzi.
Otros, como Varane y Lemar son de ascendencia de las antillas francesas (Martinica y Guadalupe). Presnel Kimpembe, tiene su madre haitiana. Alphonse Areola, hijo de filipinos, será el único con orígenes asiáticos.
Pero todos ellos han nacido en Francia. Junto con Umtiti, el arquero suplente Steve Mandanda, nacido en la República Democrática del Congo, son los jugadores que han nacido fuera del país.
Todos recuerdan el episodio que tuvo como protagonista a Zinedine Zidane, de origen argelino, en el mundial de 2006, que terminó expulsado en la final por responder con un cabezazo a un insulto por su ascendencia, aunque él haya nacido en Marsella.
La política antiinmigratoria detrás de falsos gestos de alegría
La hipocresía de Macron tiene un reciente antecedente cuando le otorgó la ciudadanía a Mamoudou Gassama, un joven originario de Mali, luego de que se viralizara un video en el que salvaba la vida de un niño que estaba a punto de caer de un balcón, hace poco más de un mes.
Sin embargo, a nadie se le escapa la persecución del gobierno imperialista francés hacia los inmigrantes, especialmente de África y Medio Oriente, encerrándolos en centros de detención para migrantes en condiciones inhumanas, como en “La Jungla”, cerca de la frontera con el Reino Unido, desmantelando sus carpas en las calles de París o directamente expulsándolos bajo la amenaza de terrorismo.
Desde hace varios meses, el gobierno de Macron viene preparando una ley que propone acelerar los procedimientos de expulsión de los que no consigan demostrar que son refugiados y de otros inmigrantes económicos que no tengan la documentación en regla, entre otras cosas, con acuerdos con sus países de origen para su repatriación y también prolongando el periodo de retención administrativa hasta 90 días.
Sólo durante 2017 fueron expulsadas de Francia 26.000 personas, un 14% más que el año precedente, bajo el gobierno “socialista” de François Hollande. Durante el primer año de Macron como presidente también se disparó la cifra de extranjeros rechazados en la frontera cuando trataban de entrar en Francia, que creció un 34 %, de 63.732 en 2016 a 85.408 en 2017.
A comienzos de año, el presidente visitó el centro de inmigrantes de Calais, y sin tener que envidiarle mucho al Frente Nacional, se jactó de haber expulsado inmigrantes y apoyó la represión policial contra los extranjeros, y dijo: “No dejaré que ninguna persona caricaturice su trabajo”, sobre las brutales acciones policiales en esos centros.
Hace unos días se conoció el acuerdo entre la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés para la política migratoria de la Unión Europea, para la que proponen endurecer las medidas contra la inmigración en Europa, reforzando las fronteras exteriores de la UE e impedir que los inmigrantes puedan pedir asilo en distintos países, sino solamente en el país de entrada.
Para Macron, aumentar el número de efectivos del Frontex, la agencia comunitaria de militarización fronteriza, con el fin de lograr una "verdadera política de fronteras europeas", basada en fortalecer las medidas represivas es la solución para la inmigración que escapa del hambre, la miseria y las guerras imperialistas en sus países de origen.
Pero por un rato, el presidente de la colonialista Francia se pone la camiseta del seleccionado nacional y festeja su triunfo, construyendo una imagen ilusoria de “unidad nacional”. Durará poco. En los barrios de la periferia parisina esta noche los hijos de los inmigrantes continuarán siendo perseguidos por la policía o directamente expulsados en sus fronteras.
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