Después del giro hacia la derecha del gobierno alemán en la crisis migratoria, las marchas de la derecha xenófoba han ido en aumento y presionan al ejecutivo.
Sábado 3 de octubre de 2015
Foto: EFE
El movimiento islamófobo y euroescéptico Pegida volvió a reunir entre 5.000 y 8.000 manifestantes en las últimas semanas, en manifestaciones cada día lunes en la capital sajona Dresde. Son concentraciones abiertamente xenófobos y en contra de los refugiados sean estos “legales” o “ilegales”.
De este modo vuelve a ganar peso este movimiento profundamente reaccionario que en noviembre y octubre pasado realizaron varias marchas con decenas de personas contra la “islamización del occidente” como se autodefine por su nombre.
Después de haberse expandido a casi todo el país, a principio de año se dividió la cúpula entre un sector más moderado y otra ala más extrema, lo que llevó a un descenso en la cantidad de manifestantes.
Aun así, dejó huellas, lo que se evidenciaba en la fuerte subida de la violencia derechista y ataques racistas a centros de refugiados, inmigrantes o activistas solidarios, que llegaron a un pico al registrarse un ataque xenófobo cada día.
El miércoles pasado tuvo lugar la segunda manifestación contra el asilo convocada por el partido antieuro Alternativa para Alemania (AfD según sus siglas en alemán) en la ciudad Erfurt en Turingia, que reunió a 5.000 personas.
Alternativa para Alemania, que surgió en las elecciones europeas del año pasado y obtuvo buenos resultados en varios estados federales, hace pocos meses sufrió la ruptura de su líder histórico Bernd Lucke y sus seguidores, al perder estos una lucha interna donde se impuso el ala abiertamente racista, de ultraderecha y misógino.
Aunque perdieron levemente en la intención de votos, después de la ruptura han comenzado a expresar políticamente a los sectores más reaccionarios, convocando a marchas contra el aborto como en la reciente “marcha po la vida” en Berlín. Hace pocos días convocaron otra a favor de más restricciones de la ley de asilo, deportaciones masivas y por el cierre efectivo de la frontera.
Este aumento de las marchas de derecha, que buscan presionar al gobierno, es el resultado directo de su política, sobre todo después de su reciente giro derechista en la crisis migratoria. Algo que se manifestó en el restablecimiento del control fronterizo, que puso límites a la llegada masiva de refugiados a Alemania y llevó a que varios países europeos restablezcan el control en sus fronteras.
El endurecimiento de las leyes de asilo, que empeoran fuertemente las condiciones de vida de los refugiados y acelera las deportaciones, será aprobado primero por el Bundestag y después por el Bundesrat, la segunda cámara legislativa compuesta por los jefes de gobiernos de los estados federales, donde contará hasta con el apoyo de los verdes.
Además existe una fuerte campaña de la derecha dentro del mismo gobierno, sobre todo desde la CSU, cónyuge menor de la CDU en Bavaria, que denuncia el rol de Ángela Merkel como “vacilante” y demasiado “suave” hacia los inmigrantes. La semana pasada invitaron al presidente húngaro Victor Orbán a su reunión, un símbolo de la política represiva y restrictiva en Europa, que criticó al gobierno de Merkel por su “imperialismo moral”.
Pero también dentro de los democristianos de Merkel crecen las voces que exigen nuevas restricciones: el Ministro del Interior, Thomas de Maiziere, viene haciendo una campaña mediática por su propuesta de “contingentes generoso” de refugiados, lo que implicaría poner un claro límite en la cantidad de refugiados que ingresan en Europa. Maiziere culpó a Merkel de que “perdió el control” en la llegada de refugiados a Alemania, que en septiembre recibió más de 160.000.
Estas medidas incentivaron el nuevo auge de manifestaciones derechistas contra el derecho al asilo y los refugiados, legitimando sus demandas e integrándolas en la agenda política. Un fenómeno que se produce en el marco de una situación política volátil, marcada por la crisis migratoria.
En la primera mitad del año los ataques racistas a refugiados y sus centros de acogida terminaron completamente impunes, hasta que los desvanes xenófobos en la ciudad sajona Heidenau causaron un enorme rechazo popular. Entonces se inició una ola de solidaridad con los refugiados, con marchas multitudinarias en Dresde y Hamburgo e iniciativas locales de apoyo material y logístico a los refugiados en muchas ciudades del país.
Para responder a este clima y mantener la autoridad, el gobierno se distanció de los ataques racistas y Ángela Merkel abrió temporalmente la frontera para refugiados provenientes de Siria que se encontraban en Hungría.
Pero esta “cultura de bienvenida” tenía corto aliento y debido a las presiones por derecha y para evitar la llegada de más refugiados, dieron paso a las nuevas restricciones reaccionarias.
Esto no es suficiente para los sectores más conservadores del gobierno, los partidos y grupos derechistas, que se movilizan semana tras semana y que juntos buscan aumentar las presiones.
La izquierda, los sindicatos y las organizaciones de la juventud, los inmigrantes y los refugiados, todavía no han logrado formular una alternativa independiente poderosa en las calles frente a este clima reaccionario.
Hace falta retomar las manifestaciones masivas y acciones combativas del movimiento de los refugiados de los últimos años, y los gestos de apoyo como la integración de refugiados en el sindicato de servicios ver.di o las huelgas estudiantiles masivas en solidaridad con los refugiados del año pasado. Solo el impulso de un gran movimiento antiracista que luche contra el estado y los fascistas puede frenar la ofensiva reaccionaria del gobierno y los sectores derechistas.